Lydia Davis
(Northampton, Massachussets, 1947-)


Traición
(“Betrayal”)
Originalmente publicado en la revista Hambone, 14 (otoño 1998);
Samuel Johnson Is Indignant
(Brooklyn, N.Y.: McSweeney's Books, 2001, 201 págs.)


      Conforme iba envejeciendo, en sus fantasías con otros hombres, hombres que no eran su marido, ya no tenía sueños sexuales, como antes, por venganza, quizá, cuando estaba de mal humor, o por soledad, cuando estaba de mal humor, sino sueños con cariño y una especie de profunda comprensión: cogerse las manos y mirarse a los ojos, casi siempre en un lugar público, un café, por ejemplo. No sabía si este cambio obedecía al respeto hacia su marido, pues lo respetaba de verdad, o simplemente a puro aburrimiento, o a la conciencia de qué tipo de acción/actuación podía esperar de sí misma, incluso en sus fantasías, ahora que ya tenía cierta edad. Y, cuando se sentía especialmente cansada, ni siquiera aguantaba el cariño ni la profunda compresión, sino sólo una especie de compañerismo superficial, como estar a solas con otro en la misma habitación, sentados cada uno en su silla. Y entonces, conforme envejecía aún más, cada vez más cansada, y cada vez más vieja, y más cansada, se produjo otro cambio y descubrió que incluso esa especie de compañerismo superficial, juntos a solas, era ya demasiado potente para soportarlo, y sus fantasías se limitaron a una especie de serena cordialidad entre amigos, el tipo de cordialidad que se hubiera permitido con cualquier hombre, sin mala conciencia, como, de hecho, hacía con muchos, que también eran amigos de su marido, o no, una cordialidad que le daba fuerza y consuelo, de noche, cuando las amistades de la vida diurna no le bastaban, o no bastaban al final del día. Y, así, esas fantasías llegaron a no distinguirse de la realidad de la vida diurna, y no deberían haber entrañado ninguna especie de traición. Pero, puesto que eran fantasías que tenía a solas, de noche, le seguían pesando como una especie de traición y, quizá por ser vividas con ese espíritu de traición, como acaso tenía que ser para que le dieran un poco de fuerza y consuelo, siguieron siendo, de hecho, una especie de traición.


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