Jesús Díaz
(La Habana, 1941 - Madrid, 2002)

III. El capitán
Los años duros (1966)


      Al fin pude liberar una noche y venir. Me costó un trabajo de madre porque la pincha es muy recia. Pero tenía que hacerlo, era un compromiso. No tuve tiempo ni de bañarme. Hace como tres días que no tengo tiempo y ando con una peste a mono arriba; pero, ¿qué se le va a hacer? Hay cosas más importantes que eso. A las diez dicen que viene el ingeniero Pérez. Lo voy a esperar, tengo que verlo tinto en sangre. Tengo que verlo aunque todavía no me he leído a Descartes. La verdad es que le traquetea leerse el librito ese que conseguí de él, las «Meditaciones Metafísicas», cuando lo que necesito es legislar mucha dialéctica. Para eso me compré el «Manifiesto Comunista». pero tampoco le he metido. Deja ver si una noche de estas. Descartes, casi me pelan por tu culpa. Después no me pelaron por tu culpa, pero me pelaron igual, me sacaron los dientes a patadas y tampoco he tenido tiempo de ponérmelos. ¿Quién sería el chivato? Es una mierda tener sólo sospechas. Así no se puede acusar a nadie, y sólo tengo sospechas. ¿Por qué no prendieron también a Peña? ¿Y si lo acuso y me equivoco? Me saludó con tanto cariño. ¿Habrá gente capaz de ser tan hijoeputa, de chivatearlo a uno y luego abrazarlo y hablar con uno y mirarlo a la cara? ¿Y si fue Ana? No la he visto. Pero no, estaba muy cambiada cuando aquello. Más mujer. Claro, había pasado tiempo, la cosa estaba más dura que cuando la huelga, además, era más seria. Cuando la huelga Boby y El Chino andaban todavía con su estira y encoge.
       —Si no me dan la mañana no voy —dijo El Chino.
       —¡Pendejo! —le gritó Boby.
       Después se quisieron fajar. Tuve que aguantarlos.
       —No ha nacido el hombre que me diga eso, ¿oíste? No ha nacido —gritaba El Chino.
       —Está bueno ya. Todo ese lío es por lucirse delante de Magaly —les dije— y la huelga no se hace para 19 lucirse delante de las pepillas de la mañana.

       La huelga se hizo y fue un piñazo, aunque el Chino y yo caímos presos. Pero el problema no acabó ahí. Acabó mal, tenía que acabar mal, cuando la bomba. Le explotó al Chino arriba, no sé bien por qué. Seguro se pusieron a comer mierda él y Boby. Después apareció el limpiabotas y ya no hubo tiempo. El Chino se sacrificó, la verdad. Cuando eso, él era distinto. Yo no me di cuenta de nada casi hasta el final. Luego la discusión.
       —¿A la clínica de mi viejo?
       —Es el único lugar —le dije a Boby acelerando.
       —Ya yo puse la máquina. Es que el viejo no sabe nada. ¿Por qué no a otro lado?
       —¿Dónde?
       —A un hospital —sugirió Boby.
       —Allí la policía lo fríe y nos fríe.
       —Bueno, está bien, sube por L. Vamos a ver qué pasa. Lo atendieron, pero no vimos más a Boby. Enseguida lo mandaron al Norte. De allá vino muy cambiado.
       —No puede, tú —me dijo—. La revolución no puede tirarse con los yanquis. La joden, son muy fuertes. Además, no tiene por qué.
       —Puede y tiene por qué —le contesté.
       —¿Cuál es el por qué?
       —Porque los yanquis son una bola de hijoeputas, chico, por eso.
       —Vamos a dejarlo ahí —me dijo—. Tú eres mi socio y no vamos a fajamos por esa bobería, ¿eh?
       —Bueno, si tú quieres, lo dejamos—. Y lo dejamos. Pero yo me sentía molesto. Creo que él también. La conversación no duró mucho y fue muy fría. Me preguntó por el Chino. Ése es otro que está muy raro.
       —¿Has visto a Salas? ¿Sabes dónde vive?
       Eso fue lo único que me dijo el Chino cuando lo vi. No entiendo cómo no me entiendo con mis socios, pero el caso es que no me entiendo. No sé qué le pasa. Está muy raro. Eso le dije a Boby.
       —Está muy raro.

       Después de la bomba perdí el contacto. Por un chivatazo lo perdí. Sin contacto, Boby en el Norte y el Chino ingresado, así estuve como un mes. Entonces fue que me citaron en el Instituto. Yo estaba expulsado y era un riesgo ir. Podía ser una encerrona, pero tenía que recobrar el contacto y ver si por fin podía subir a la Sierra. No debí haber ido, pero fui. Creo que estaba medio tostado.
       Entrar sin carnet ahora es muy difícil y yo no tengo carnet. Voy a esperar que Peña, mi socio, esté en la puerta.
       —Rolo —me dice, como si yo fuera un fantasma—. Si te cogen, me joden.
       —Voy dentro, Peña, voy.
       —Bueno, está bien, cuela —ahora hace un gesto de impotencia. Entro. Era el receso. Me confundo entre la gente tratando de esquivar a los conocidos. Por suerte en la sesión de la mañana son pocos. Llego al segundo descanso. No hay nadie con camisa azul y pantalón blanco y carpeta negra. Miro a todos lados. No, no ha llegado. Está oscuro y huele a queso esto. Es una encerrona. ¿Irme? No puedo, tiene siete minutos para llegar. Ahí viene Ana. ¡Qué lío! ¿Qué hago?
       —¿Tú por aquí? ¿Volviste a matricular?
       Qué lío. ¿Qué le digo? ¿Que sí?...
       —Sí, volví.
       —Qué bien.
                                                 ... Está linda. Esa gente no llega, es una encerrona, cinco minutos...
       —¿Sigues de revolucionario?
                                                                                  ... Me da un brinco el estómago. Comemierda, tú sigues de comemierda...
       —¿Qué tú dices, muchacha? ¿Quién inventó eso? ¿Qué tú dices?
       —Yo me entiendo.
                                     ...Se ríe. No viene. ¿Ana chivata? No, no, sería una lástima...
       —¿Tienes que hacer algo ahora?
                                                 ... ¿Por qué esa pregunta? ¿Por qué? ¿Chivata? No, comemierda...
       —No, digo sí; sí tengo que hacer.
       —¿Esperas a alguien, eh?
                                                                                         ... De masiada casualidad para ser casual, me quiere joder. Está en la cosa, está...
       —Espero a un amigo.
       —¿Amiguitos a mí? Será una amiguita. ¿Es rubia?
                                                  ... Está loca. No, no viene. Ése del pantalón... no, tampoco, no...
       —No, de verdad que no.
       —Tengo unas ganas de ir a tomar algo al Payret. ¿Pero tú estás esperando a un amigo, no?
                                          ... ¡Me cago en su madre! ¡Ahora!, ¿no? ¿Será aquél? ¿Aquél? A lo mejor, es...
       —Sí, espero.
       —Qué lástima. Bueno... hasta lueguito. Deja ver si busco alguien menos ocupado. Chao, Rolo.
       ...No es, tampoco es. Una encerrona. Irme con ella. Dos minutos. El contacto. La Sierra...
       —Chao, linda.
                                                                                         ... Y de verdad que es linda. Pero qué distinta. No llega, no llega, una encerrona. Eso, no debía haber venido. No debía, pero vine. Me voy creo. Dale, vete, anda, todavía, espera, a lo mejor...
       —¡RIIINNN!
       ¡El timbre! Ya me jodieron. Ya no puedo irme. Andar por los pasillos sin carnet en horas de clase es una locura. Me jodieron. Prieto me rompe seguro. ¿Qué hacer? Nadie sabe que estoy aquí. Nadie. Me meto en una clase, en cualquier clase. Después me voy, con la gente, en el otro receso. Esta misma. Aquí, entro. Me siento. ¿Qué carajo hay en la pizarra? Fórmulas. ¿Matemáticas? ¿Física? Es igual, no entiendo ni jaiba. La lista coño, el viejo empieza a pasar la lista. Quieto Rolo, tranquilo. No fumes, no. A lo mejor no le gusta al calvo ese con su traje de dril dando clases. Viejo, viejos de mierda, dando clases mientras Batista mata estudiantes. Viejos de mierda, viejos...
       —¡Usted!
       Ese dedo me señala a mí, es conmigo, conmigo. El de atrás, el de atrás. Me viro. ¡La pared! Se ríen.
       —Con usted, jovencito, con usted.
       —¿Con - con con?...
       —Conga —dice alguien bajito. Hijoeputa.
       —¿Con - conmigo?
       —Con usted. Póngase de pie, por favor.
       De pie, viejo de mierda. Respeto. Joderme es lo que quiere. Quieto, soo. Párate Rolo, párate...
       —Dígame jovencito, ¿quién era Descartes?
                                                                                         ... Descartes, Descartes, Descartes... ¿Quién era Descartes?, Descartes no es cubano. Lo único que sé es que no, es cubano...
       —¿Descartes?
       —Eso, Descartes, Renato Descartes.
       ...Descartes, Descartes. ¿Quién carajo era Descartes? Ese nombre lo he oído. ¿Dónde? No es cubano, tengo que decir algo, no es cubano...
       —Bueno, en primer lugar, Re - Re - Renanto Descartes no es cubano... «Es inglés» —dice alguien, ...— es inglés.
       —¡Inglés!
                                                 ... Se ríen. Metí la pata, ese maricón me embarcó. Se ríen. Me jodieron. Prieto, Prieto preparó esto. Prieto y Ana lo prepararon. ¡Qué prepararon ni prepararon! ¿Descartes?...
       —Renanto a lo mejor es inglés; pero Renato es francés. Dígame, por favor, ¿quién es?
                                                                                          ... Se ríe, se ríe de mí. Se ríen. Todos están. Esto es sádico, sádico. ¿Quién es? ¡Por tu madre, Descartes! ¿Quién? ¡Ya! ¡Ya, coño! ¡Ya! La Bohemia. Ya...
       —Descartes, Descartes, Descartes es un Rosacruz que poseyó...
       —¡Un Rosacruz!
                                                 ... Me volví a embarcar. Qué clase de berro tiene el viejo. Per si La Bohemia lo dice, lo dice, lo dice... «...grado llega la indigencia cultural de este desdichado país. Un estudiante de bachillerato no sabe ni siquiera que Renato Descartes era francés. Ciencia es lo que le hace falta a este país, ciencia porque....» ...Revolución, viejo maricón, revolución es lo que le hace falta a este país, viejo esbirro, chivato, sádico...
                                           «... pero ya ven. ¡Descartes fue un matemático y un físico y un filósofo! ¡Fue un genio! ¡Un genio! Me indigna usted, jovencito. ¡Un Rosacruz! Habrase visto ignorancia, sí, porque...»
                               ...¡Pero qué chivateo tiene! ¡Le va a dar algo, coñó! Parece que metí la pata en condiciones. ¿Será teatro? Qué jodienda ésta, mira que venirme a meter en la boca del lobo...
       ... «Y ahora siéntese. Cuando acabe la clase hablaremos usted y yo».                                     ...Cuando acabe la clase, cuando acabe la clase arranco por la puerta de atrás que jodo. No me coge, no me coge, me voy. Coño cómo demora esto, me voy, me voy...
       —¡Riiinnn!
                                           ... Me fui...
       —¡Joven!
                                           ... Joven, ni joven. ¡Coñó! ¡Dios mío! El final. Prieto, la policía, la policía en la escalera. ¿Cómo? ¿Cómo supo? ¿Quién me embarcó?. Ana, Peña, Prieto, Descartes. ¿Quién? Tengo que volver. En la escalera me joden...
       —¡Jovencito!
       —Diga, doctor.
       —Usted no es alumno de aquí, ¿eh?
                                           ...Es el final. Está en la combinación. Esto es sádico, es sádico...
       —¿Yo? Sí.
       —No había venido nunca a clases.
                                                                                          Gato viejo gato, viejo ratonera, viejo mierda...
       —Es que, es que, es que vaya, yo...
       —¿Usted?
                                                                                          Yo nada, yo soy el ratón, yo soy un comemierda...
       —EsquesoyuntrasladodeMatanzas.
       —¿Cómo?
       —De Matanzas traslado yo.
       —¿Tiene carnet?
                                                                                         ¿Carnet?
       ¿Carnet? Viejo chivato... ¿Carnet?...
       —¿Carnet?
       —Carnet.
                                                                                    ... Carnet. Me jode. Vienen ahorita. No puedo más, no puedo, no...
       —No.
       —Entonces no puede ser traslado. No es alumno de aquí.
                                                                                         ...Triufaste, viejo gato, viejo ratonera, viejo maricón. No aguanto más. Jódeme, jódanme...
       —Mire, yo fui alumno de aquí. Ahora estoy expulsado por revolucionario. Termine ya; ¿qué quiere?
       —No sé qué Revolución van a hacer ustedes sin haber leído a Descartes.
                                                                     ... ¿Está loco o borracho o me quiere joder? Eso, me quiere joder hasta el final, viejo sádico...
       —Ése es, Rolando Duany, ese mismo es.
                                                         ... Es Prieto el que habla. Prieto con la policía. Jódeme, Prieto, Ana, jódanme todos...
       —Este viene con nosotros.
       ...El sargento entró. Viene, viene por mí, ¡coño!...
       —Espérese.
       —No espero nada, este tipo es peligroso.
       —¡Que se espere le digo!
       ...¿Se volvió loco el viejo? ¿Es una comedia esto?...
       —¿Cómo se atreve?
       —El que se atreve es usted, este alumno está hablando conmigo, en mi aula.
       ...Se volvió loco. Y yo, y yo también...
       —Ingeniero Pérez, siento comunicarle que este sujeto no es alumno. Está expulsado deshonrosamente de nuestro centro por agitador y fidelista.
       —Este jovencito es alumno mío particular. Y muy bueno por cierto
                                                                            ...viejo, vejete lindo, viejo, viejito revolucionario, martiano, fidelista, valiente...
       —Este viene con nosotros, le digo.
       —¡Está en mi aula, y en mi aula mando yo!
                                        Guapo, bravo, papá, revolucionario...
       —Aquí manda él general en todas partes. ¡Éste viene con nosotros!
                                                                                         ...Viene hacia mí el sargento, viene. El viejo se interpone, con su traje blanco, como Varona, guapo...
       —Está bueno ya de paños tibios. ¡Usted también viene con nosotros!
       —¡Bestias! ¡La fuerza es el derecho de las bestias!
       —Cállese, por su bien —le digo.
       —Bestias.
                                                                                         ... Le pegó. Le pegó a él, hijoeputa. El viejo se va a caer. Tengo que guantarlo. Lo aguanto y sieaguantarlo la mejilla sus lágrimas y en el oído sus palabras...
       —Pobre país.
       —Y me dan ganas, y se lo digo, le digo...
       —¡Maestro!
       Como ahora le repito cuando lo veo y corre hacia mi y me abraza y siento otra vez sus lágrimas, ahora sobre mis barbas de capitán rebelde.




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