Roque Dalton
(El Salvador, 1935-1975)

Roque Dalton y la Crítica al Capitalismo Estadounidense

Rafael Dueñas



Y si alguien dice que esta historia es
esquemática y sectaria
y que el poema que la cuenta es una
tremenda babosada ya que falla
“precisamente en la magnificación de las motivaciones”
que vaya y como mierda
porque la historia y el poema
no son más que la puritita verdá.


“Historia de una Poética”


         Después de casi una década de que los Acuerdos de Paz finalizaran el conflicto armado, que realmente fue la culminación en contra del régimen político autoritario que venía estableciéndose desde el siglo XIX, se nos quiere hacer creer que la situación cultural del sujeto social salvadoreño es distinta: que el salvadoreño por fin es independiente; que después de tanto sufrimiento todos somos iguales. Actualmente, admitiendo la paz como un discurso de aceptación de la política salvadoreña, nos vemos forzados a tratar de responder a los problemas culturales asumiendo que “la paz” llevó a la unión de los espacios antes divididos entre las clases dominantes y la nación ajena; donde como ya he señalado en otros artículos, éste espacio está constituido por “múltiples voces” que ahora han sido reducidas a la construcción de la nación salvadoreña.
          Tomando en cuenta que el proceso de paz fue un hecho que se llevó a cabo a la luz de la historia salvadoreña, encontraremos que éste sirvió como entrada para la total aniquilación de los sentimientos de resistencia que venían construyendo la identidad cultural de nuestra nación. De hecho, con la llamada redemocratización[1] uno se ve obligado, desde una crítica cultural, a tratar de incluir en su análisis una posición que articule el hecho de que vivimos en un momento histórico en que la fe en “la revolución como realización ética de lo político” es inevitablemente una utopía. Por otra parte, desde la construcción de una política que se ve obligada a compartir con los de la nación ajena el dominio económico podemos establecer que el discurso dominante viene a ser el capitalismo.
          Al proponer el capitalismo como discurso dominante, estoy queriendo hacer hincapié que en el presente este sistema simultáneamente parece nombrarlo y tacharlo todo, con lo que cualquier discurso que busque colocarse fuera de su espacio corre el riesgo de mimetizarse o ser normalizado. Un discurso que logra mimetizarse con el capitalismo pasa desapercibido puesto que se vuelve parte del mismo sistema, por lo tanto, no presenta ninguna dificultad a su dominio. Por otra parte, un discurso normalizado es un espacio que no altera su orientación en cuanto que no cambia su forma, mas tampoco es digerido por el sistema. Asimismo, me gustaría proponer que el capitalismo es un sistema de normalización que busca reprimir el proceso (o movimiento) que invita a la rebeldía. De hecho, la pregunta fundamental viene a ser el paradigma de la posibilidad de la revolución dentro de la lógica del capitalismo; donde esta lógica se puede entender como un discurso incrustado dentro de un espacio abierto que busca homogenizar los fragmentos (otros discursos de identidad cultural antes constituidos dentro del término “nación ajena”) bajo su lógica normalizadora.
          Me gustaría responder la pregunta antes hecha utilizando los presupuestos poéticos a los que Roque Dalton se adhiere al hacer su crítica al capitalismo. Al responder esa pregunta, a través de la poética daltoniana, estamos repensando la obra crítica del poeta desde su plano estético, puesto que tenemos que responder al problema tomando en cuenta que el capitalismo como fenómeno contemporáneo es parte de nuestra cultura: la presencia de la cultura estadounidense dentro de la nuestra es innegable hoy más que nunca, especialmente cuando se observa el impacto que la dolarización ha tenido en el imaginario salvadoreño. De esa manera, los textos donde Dalton crítica el capitalismo se leen simultáneamente como manifiestos literarios y crítica cultural dentro de los discursos teóricos contemporáneos. Al hacer esa lectura se propone a un Dalton preocupado no solamente por el dominio económico y político de Estados Unidos, sino también a un poeta interesado en exaltar los problemas que esto trae a nuestra cultura; especialmente las contradicciones que la componen y nos afectan como entidades sociales.
          No hay duda que Dalton estuvo altamente preocupado por los problemas que el capitalismo trae bajo la lógica de la economía. Sin embargo, su crítica va más allá del análisis económico debido a que él entendía que el capitalismo es una invasión y apropiación de los elementos que componen nuestra cultura, sin que estos específicamente se puedan definir. Aquí cabe recordar la sentencia de Susan Sontag, quien ha advertido muchas veces sobre la incompatibilidad existente entre la democracia y el capitalismo. Ahora, si nos imaginamos el capitalismo como un espacio dentro del cual hay, para utilizar la terminología de Iliana Rodríguez, una lógica dominante que logra normalizar cualquier espacio discursivo que trate de colocarse fuera de su dominio, veremos que se ha logrado hacer una crítica al capitalismo que lleva a redefinir el concepto mismo de revolución. Trazada esa propuesta, ¿qué significa leer a Dalton dentro del capitalismo?¿Cómo se puede leer desde el presente si el capitalismo parece normalizar su discurso poético? Si el capitalismo es un sistema normalizador, ¿qué significa ser subversivo en el presente?
          Antes de responder las preguntas antes hechas, primero hay que indagar sobre el concepto de revolución tomando en cuenta que desde la teoría contemporánea, como explica Román de la Campa, “we are told, with the force of considerable authority, that revolution belongs to modernism and realism, a failed legacy best left behind by a posmodernism aesthetic” (Latin Americanism, 35-36). Tomando en cuenta el comentario anterior, ¿qué significado se le puede dar cuando estamos empeñados en señalar el elemento destructivo y fallido que ha hecho intolerable seguir hablando sobre una continuidad del concepto? Simultáneamente, como pregunta Julia Kristeva, “can one recapture the spirit itself and extricate new forms from it beyond the two impasses where we are caught today: the failure of rebellious idelogies, on the one hand, and the surge of the consumer culture, on the other? The possibility of cultures depends on our respond” (Sense and Non-Sense, 7). Propongo redefinir el concepto haciendo un examen etimológico a través del cual se puede descubrir que el concepto implica “vuelta” dentro de un espacio, como una curva matemática o arquitectónica; recordemos que la curva está inscrita sobre un espacio, topológicamente construyendo un dentro y un afuera. También, denota la “alteración” de un espacio que se ha colocado dentro de una lógica no compatible con el espacio dominante. Otro significado es el de “conmoción” dentro de un espacio, así describiendo el movimiento de un lugar a otro. Por otra parte, dentro del discurso intelectual significa “consultar” o “leer,” lo que implica que está vinculado a la noción de “libro,” lo cual ayuda a remontarse a la pregunta de Román de la Campa, “can literature and revolution be read in unison?” (Latin Americanism, 31).
          A las elucidaciones expuestas arribas hace falta agregarle un agente que ejecute ese “movimiento” y esa “lectura.” Hay que considerar ese sujeto que ha de llevar a cabo una revolución. Psicológicamente hablando, el concepto implica un estado de violencia, y un “exceso” en términos del espacio que se rompe al hacer la transverzación cuando se libera de la lógica dominante; de allí que se vincule directamente el concepto de revolución con un movimiento político. Lo importante es que el concepto de revolución, como lo vengo planteando, está atado al concepto de movimiento dentro de un espacio propio, pero que a la misma vez rompe barreras y se transpone dentro de otro espacio. Entendido de esa manera, el elemento de violencia y exceso que debe de llevar a cabo el sujeto es porque tiene que transcender esa norma que le impone el sistema construido por el capitalismo.
          Lo significativo de lo antes dicho es que el movimiento de un espacio a otro nos lleva a romper los esquemas establecidos por la lógica dominante. Aún más, la transverzación ocurrida se puede entender como una experiencia generada por el movimiento de un espacio a otro. Max Jammer, en su libro Concepts of Space, sugiere que el espacio es un concepto construido por la imaginación para justificar la experiencia de los sentidos. Experiencia que, según Julia Kristeva, está siendo normalizada por el capitalismo, puesto que éste impone un espacio de imágenes estáticas que llevan a reprimir cualquier proceso que incite a la rebeldía. El problema, como elabora ella misma, es que dentro del capitalismo se ha perdido el “sentido” del significado de la experiencia. Las “acciones” parecen haber reemplazado el problema de la experiencia y su significado(s). De acuerdo a Gilles Deleuze y Félix Guattari, el que se haya substituido el significado de la experiencia por el de la acción sólo lleva a interpretar el fenómeno de la experiencia como una representación que no es más que una exposición de lo “inhumano” que habita dentro del sujeto inmerso en el capitalismo (Anti-Oedipus).
          Planteado el problema de la experiencia como un elemento bajo el cual se manifiesta el sujeto social, y la relación que hay entre ella y “(the) symbolic monstrosity” que impone la cultura contemporánea, Kristeva nos lleva a admitir que el sujeto social está perdiendo su capacidad creativa, puesto que éste no es capaz de sobreponerse a la deformación que ha sido sometido a través del capitalismo. Ella misma advierte que “the very notion of culture as revolt and art as revolt is in peril” (Sense and Non-Sense, ). Está en crisis (peligro) porque el sujeto que tiene que llevar a cabo esa ruptura está siendo normalizado por el espacio capitalista dentro del cual vive. Recordemos que Dalton nos señala que en contra de los sistemas de opresión, la mejor arma es la conciencia, pero como advierte Leonel Menéndez, esa conciencia que hace al sujeto social moverse en contra de los problemas está siendo paralizada por el capitalismo. Según él, dentro de este espacio el sujeto exhibe “una conducta cualitativamente diferente del tipo social que históricamente produce un sistema capitalista” (Recopilación, 445).
          De acuerdo a lo antes dicho, hay que repensar el sujeto a ser planteado en este trabajo, puesto que éste necesita estar en movimiento para poder llevar a cabo su transverzación. Es importante reconocer que a través del psicoanálisis hemos aprendido que lo que nos garantiza independencia y refuerza la creatividad de nuestros sentidos es la rebelión en contra de aquello normalizador. Es por eso que aquí quiero proponer el sujeto en proceso que ofrece Kristeva en su planteamiento psicoanalista. Su noción está basada en la idea de que el proceso se lleva a cabo entre el espacio semiótico y simbólico (Revolution in Poetic Language, ). Es importante entender que el primero de estos espacios está asociado con el cuerpo, mientras que el segundo está directamente vinculado con nuestra idea de aseverar o afirmar algo. Por lo tanto, es dentro del espacio semiótico que los instintos logran insertarse dentro del lenguaje, pero es el espacio simbólico el que permite que el lenguaje sea una realidad.
          Para Kristeva, al igual que para Dalton, el problema es que dentro del capitalismo ese movimiento es normalizado, es decir, dentro del espacio ofrecido por el capitalismo el sujeto social pierde su capacidad de expresar continuamente su forma de sentir, al igual que pierde su capacidad creativa. Kristeva señala que el capitalismo dificulta la manera en que se expresa, puesto que “a general malaise caused by a language experienced as «artificial,» «empty,» or «mechanical»” hace que pierda su capacidad de comunicación (New Maladies, 9). Es importante comprender que el problema antes expuesto está basado en la idea que dentro del capitalismo la palabra está vacía de cualquier elemento sensitivo, pues los sentimientos no han podido ser inyectados dentro de la misma, razón por la cual se pierde la fe en la empresa a llevar a cabo, ya que el sujeto social no es capaz de sentir lo que expresa en sus palabras. Para Dalton, si éste no siente lo que expresa tampoco expresa lo que siente (no hay sentimientos que expresar), lo cual implica que es un “zombie,” un muerto viviente a quien le han inyectado una lógica de insensibilidad que le hace incapaz de expresar sus sentimientos en las palabras. Su insistencia en la unión entre la palabra y el fluir de los sentimientos se hace evidente cuando él descubre que “la palabra es constitutiva de la realidad” (Recopilación, 168), por lo que basó su crítica a la cultura salvadoreña en la idea de que un “hombre despalabrado no es sinónimo de mudo sino de zombie” (Ibid). Dalton propone que la historia del sujeto social salvadoreño es una historia poblada por “tipos pálidos” a quienes se les ha robado el derecho de escribir conscientemente su propia historia.
          Precisamente, uno de los elementos básicos que utiliza Dalton para criticar el capitalismo es haciendo énfasis en la idea de que dentro de este sistema el sujeto social pierde su capacidad de expresar lo que siente a través de su palabra. Mas tampoco eso quiere decir que el sujeto social salvadoreño despalabrado sea necesariamente un ente afónico. De acuerdo a lo antes dicho, no resulta difícil comprender por qué constantemente insistió que históricamente el sujeto social salvadoreño ha sido un rebelde, pero desde que el capitalismo entró en nuestra cultura éste está perdiendo su capacidad de resistencia; es un tipo “pálido” sin deseos de rebeldía.
          ¿Por qué se pierde la capacidad de expresar los sentimientos dentro del capitalismo? ¿Qué hay dentro del capitalismo que lleva a tal estado? De acuerdo al análisis de Kristeva, dentro del capitalismo el sujeto es incapaz de plantearse los problemas culturales debido a que, como dice ella, “the kind of activity encouraged and privileged by society repressed the process pervading the body and the subject” (Sense and Non-Sense,). Dentro del capitalismo el sujeto social pervierte su “ser,” su arrogancia no representa más que una cualidad banal que no lleva más que a la destrucción y al fatalismo que parece ser la lógica del capitalismo. Para Dalton, la crítica que Kristeva hace al capitalismo, se puede entender también como el resultado de que dentro de este espacio “todo está destinado a un fin último: asimilarlo al gran aparato de enajenación” (Recopilación, 58) que es la industria del espectáculo, que nada más busca reprimir y domesticar los sentimientos que llevan a la rebeldía.
          Kristeva advierte que un individuo en el presente está saturado de imágenes que nada más buscan “perderle,” hacerle creer que está viviendo en un mundo repleto de sensitividad, pero en verdad lo único que está ocurriendo es que esa sensación es el resultado de que las imágenes “carry you away, they replace you, you are dreaming” (New Maladies, 8). Es así que la imagen crea un vacío, puesto que ésta tiene “an extraordinary power to harness” el sujeto (Ibid). Asimismo, dentro del capitalismo el sujeto social se vuelve un autómata, sin libre albedrío, un muerto andante normalizado por los elementos embriagantes de la cultura del entretenimiento. Rey Chow señala que “ being “automatized” means being subjected to social explotation whose origins are beyond one’s individual grasp, but it also means becoming a spectacle whose “aesthetic” power increases with one’s increasing awkwardness and helplessness” (106). Es esa contradicción dentro del capitalismo de la que Dalton se apropia para crear su espacio discursivo. Él se da cuenta que dentro del capitalismo un sujeto que busque revelarse contra el sistema primero tiene que encontrar “las debilidades” que componen ese espacio. Así, Dalton anticipa a Kristeva al advertir que el problema debería de comenzar con aceptar que “there is an urgent need to develop the culture of revolt starting with our aesthetic heritage and to find new variants of it” (Sense and Non-Sense, 7). De cierta manera, Dalton combina la advertencia de Kristeva para “renovar” una estética distinta a la que expone el capitalismo. Inicia dándose cuenta que la automatización que lleva a la normalización del sujeto social es uno de los elementos esenciales que lleva a concebir el capitalismo como un espacio putrefacto y enfermizo, en donde quienes habitan en él terminan “enfermos del vientre” (El Turno del Ofendido, 90), produciendo más zombies que llenen el espacio normalizador. Para Dalton entonces, el capitalismo es una enfermedad, la guillotina que destruye el ser y el cuerpo, puesto que como él indica en su poema “Sobre los Dolores de Cabeza”

Bajo el capitalismo nos duele la cabeza
y nos arranca la cabeza.
En la lucha por la Revolución la cabeza es una bomba de retardo.

(Taberna y Otros Lugares, 327)

Dentro del capitalismo, por otra parte, el sujeto social es un autómata en cuanto a sus planes, el desorden es su forma de vida ya que no se plantea nada en concreto. El capitalismo es el establecimiento de una esquizofrenia donde lo único que reina es la desorganización de los sentidos, que luego van perdiendo su capacidad creativa, esencial para la rebeldía. De acuerdo con Deleuze y Guattari, el capitalismo es “our own ‘malady’ modern man’s sickness” (Anti-Oedipus, 130). Así, el sujeto –al igual que sus palabras –se convierte en un sujeto vacío (ausente), donde su caparazón nada más representa una lógica de desorganización. Esto es importe debido a que Dalton defendió la idea de que la organización es importante para el planteamiento constructivo de una revolución, ya sea política, literaria, cultural, estética, etc. Como se puede intuir, el sujeto social al ser normalizado queda atrapado dentro de un espacio generado por la lógica dominante del capitalismo; sin embargo, el que quede atrapado tampoco significa que haya sido incorporado al patrón del espacio. Por otra parte, el mismo hecho de que el sujeto en su forma de vivir no mantenga planes significa que en el espacio en el que ha quedado atrapado hay un vacío. Es dentro de ese espacio que el sujeto en proceso puede llevar acabo la revolución. Basándome en el planteamiento antes elaborado me gustaría hablar sobre la estética literaria de Roque Dalton y cómo ésta ayuda a plantearse el fenómeno de la revolución dentro del capitalismo.
          Recordemos que Dalton había descubierto por sí mismo que las “historias prohibidas” eran aquellas verdades que habían tratado de esconder los de las clases dominantes, para poder así seguir engañando al pueblo con el mito de la independencia. Él demuestra que la historia está sujeta a juegos que llevan a las “falsificaciones” por aquellos que escriben “la historia.” Así, la “historia verdadera,” que no es más que una historia porque no es alternativa, es “una verdad parcial, sujeta a la manipulación por los que pueden usarlas para sus propios fines” (Otros Roques, 28). Por lo tanto, como afirma Michel de Certeau, “la historia se convierte en un lugar de «control,» donde se ejercita una «función de falsificación»” (La Escritura de la Historia, 94). De esa forma Dalton desveló que la independencia, como fenómeno liberador, sólo se llevó a cabo para aquellos que siguieron esclavizando al pueblo trabajador. La independencia se volvió para la mayoría en mito construido por el discurso político de las clases pudientes que nada más buscaban explotarles económicamente. De hecho, Dalton propuso que el mito de la independencia de la nación sólo se llevaría a cabo cuando la nación dejara de ser producto de una política yanqui, por lo que se formuló la creación de un espacio discursivo que le respondiera a Estados Unidos, señora del capitalismo contemporáneo.
          El espacio discursivo creado por Dalton se puede plantear de dos formas distintas. La primera tiene que ver con el Dalton que luchó junto a la guerrilla salvadoreña para poder crear una política subalterna. Sin embargo, este plano se vuelve problemático de analizar debido a que trata sobre la biografía del poeta, espacio literario que después de veinticinco años de su muerte continúa siendo ocupado por un cuerpo ausente. Por lo tanto, sólo me limitaré a hacer comentarios sobre su biografía. Lo que sí me gustaría hacer evidente, dentro de la problemática antes propuesta, es que el Dalton guerrillero viene a ser prueba misma de la utopía de “la revolución como realización ética de lo político” –con esa afirmación tampoco quiero abogar por “un retiro” de lo político, como contemporáneamente hacen algunos de sus críticos al hablar de su obra.
          Con su muerte Dalton comprueba que una política que se quiera establecer por vía de las armas es un movimiento que lleva las de perder cuando se enfrenta en contra de un sistema normalizador. Dalton tenía bien claro el seno de la contradicción en que se encontraba al luchar en la guerrilla, puesto que siempre temió su muerte,[2] dado que luego sería incorporado al aparato enajenador que tanto atacó desde su escritura o desde la trinchera. Eso lo podemos leer claramente en su poema “alta Hora de la noche”, donde agónicamente nos reclama

Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.

Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscando por mi niebla.

Cuando sepas que he muerto dí sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.

No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.

... No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre.
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.

(El Turno del Ofendido, 91)

Como se puede ver Dalton tenía claro que se desenvolvía dentro de una contradicción, y fue por ello que al final pagó con su vida. Como le diría a Mario Benedetti en una entrevista, “el escritor que trabaja en el mundo capitalista, vive inmerso en una situación presidida por un gran aparato que por lo general está al servicio de la ideología del enemigo, y por lo tanto corre el riesgo de convertirse en su víctima inmediata” (29). Dado el nivel de conciencia con el que se expresa, al no ignorar que “trabaja(ba) en el mundo capitalista,” resulta intrigante su fe en el proyecto de la revolución, no solamente como estética sino como práctica. No obstante, esa misma fe es la que convence a que hay que leerle no a través del fracaso de la revolución como fenómeno político, sino a través de las posibilidades que ofrece resaltarle de una manera subversiva.
          Es importante reconocer que desde su práctica literaria, Dalton preanunció teóricamente el planteamiento de los estudios culturales en Latinoamérica. Como crítico cultural siempre exaltó, como indica Alfonso Urías, “que un escritor no debe nunca de tomarse en serio” (Recopilación, 193) debido a que de ser así se vuelve uno más de los santones culturales “propicios para la idolatría” (Taberna y Otros Lugares, 46). Ese aspecto de su crítica lo podemos apreciar en el poema antes leído cuando nos advierte que no pronunciemos su nombre ya que de ser así “se detendría la muerte y el reposo” –es interesante señalar que aun la muerte es movimiento para él. De acuerdo con Dalton, lo que debemos como lectores tomar en serio no es su biografía sino su literatura, puesto que en ningún instante ésta debe de pasar a ser parte del aparato enajenador impuesto por el capitalismo. De esa manera, su segundo planteamiento es el resultado de que él nos propone que la revolución puede llevarse a cabo por medio de una literatura conciente de los problemas culturales producidos por el capitalismo. La posición en la que se coloca Dalton es importante, ya que es semejante a la de Kristeva, quien señala que “the text is a practice that can be compared to a political revolution; the one brings about in the subject (en proceso) what the other introduces into society... one cannot be transformed without the other” (Revolution in Poetic Language,). Digo que es semejante porque Dalton estaría de acuerdo con Kristeva con el hecho de que el texto es necesario para llevar a cabo una revolución; no obstante, él afirmaría estrictamente que ese texto debe de ser uno poético –entendido como poesía. La pregunta es, ¿por qué la poesía?
          Para responder la pregunta antes hecha primero hay que recordar que un escritor que escribe dentro del capitalismo corre el riesgo de ser normalizado, o como diría Dalton, a ser parte de la industria de la enajenación. Aún más, él mismo advierte que un escritor “mientras no es asimilado por la digestión del sistema,” éste “lo discrimina, lo humilla y lo persigue: y más que el poeta y el escritor es el subversivo y el perseguido, el preso, el torturado. Y comienza ser el asesinado” (El Intelectual y la Sociedad, 25-26). Lo que Dalton desea señalar es que un escritor que no es asimilado por la lógica dominante pasa a ser “generalmente el outsider”(Ibid). Un “outsider” porque no encaja con la lógica del capitalismo, y como luego veremos, un “outsider” porque se libera del espacio que le normaliza, así logrando situarse en un espacio dentro del cual puede responderle directamente al capitalismo.
          Para Dalton, como podemos ver claramente en la previa cita, la muerte es la escala máxima dentro de la acción de la lucha revolucionaria, no porque él haya querido pasar a ser un héroe-martí dentro de la historia cultural salvadoreña, puesto que esto le incorporaría a la industria de la enajenación, que nada más busca normalizar a los demás, sino porque él creía que

Ser salvadoreño es ser medio muerto
eso que se mueve
es la mitad de la vida que nos dejaron...

(Las Historias Prohibidas, 25-26)

Como ya he afirmado muchas veces, la muerte en su discurso historiográfico es un elemento esencial para hablar sobre la historia de la cultura salvadoreña. De esa manera, él propone que la reescritura de la historia salvadoreña se lleve a cabo como un rito fúnebre. La (re)escritura de la historia como un rito fúnebre viene a ser, como dice De Certeau, “salir al encuentro con la muerte que habita (en) un lugar determinado” (La Escritura de la Historia, 25), lugar que Dalton entendía era la trinchera o el olvido que él anhelaba encontrar en el “reposo” de sus textos. Así para él, la relación que hay entre la muerte y el escritor es inevitablemente fundamental si éste busca romper con los esquemas establecidos por la lógica dominante. Sin embargo, no es cualquier escritor al que Dalton se refiere. Su concepto se limita más que todo a quienes se dedican a escribir poesía. Bien sabemos que Dalton después de todo reconocía que su obra más “subversiva” era aquella con fundamentos poéticos. Recordemos que él creyó que el poeta debe ser aquel quien trate de arrebatarle a la burguesía el privilegio del discurso de la belleza. Por ejemplo, en su poema “Ojo”, indica

Déjenme tratar de aislar la belleza
(aunque ello suene horrible)

(Los Pequeños Infiernos, 224)

          Al “aislar la belleza” de cualquier elemento enajenador producido por el capitalismo, el poeta logra construir su propio espacio discursivo dentro del cual puede hacer fluir los sentimientos para luego poder inscribirlos en su poesía. Fernando Heredia advierte que “Roque encontró en la poesía el vehículo apropiado para comunicar el complejo de sentimientos, reflexiones y acciones” (Recopilación, 173). Con ese planteamiento psicológico y estético, Dalton nos ofrece una poesía que siempre está en movimiento, alerta para desplegarse de un espacio a otro. Propuesta de esa manera, la poesía es un movimiento que lleva a organizar una dinámica dentro de la lógica dominante. Debido a que la poesía es movimiento, y el capitalismo es un espacio que busca normalizarlo, Dalton propuso que dentro del capitalismo lo único que le queda al poeta es la poesía. De acuerdo a los planteamientos hasta ahora hechos sobre la poética daltoniana, esa quizá sea la más grande contribución que Dalton haya hecho a la teoría de la poesía. En sus palabras, un poeta que “reclama su pago, no en halagos ni en dólares, sino en persecuciones, cárceles, (y) balazos... se va quedando cada día con menos cosas, hasta tener sólo un par de camisas remendadas, pero limpias como la única poesía” (Recopilación, 346)
          Si la poesía es lo único que le queda al poeta dentro del capitalismo, ¿qué entiende Dalton por poesía? Habiendo establecido la relación que hay entre poesía y movimiento, se puede afirmar que Dalton entendió, como él mismo expresa, que la poesía era “la palabra escrita bellamente” dentro de un territorio de combate: un espacio dinámico en el que las contradicciones histórico-culturales se podían reflejar a través de los sentimientos. Asimismo, la poesía es una manifestación de las contradicciones del ser y su contorno socio-cultural. Sin embargo, para Dalton la poesía que se escribía en El Salvador no reflejaba ningún fluir de sentimientos, ya que sólo eran palabras huecas y no sentimientos que llevaran a una acción en conjunto. En su celebrada “Arte Poética 1974”, él nos informa que había logrado insertar en su poesía los sentimientos que hasta ese instante habían sido excluidos del canon de la literatura nacional:

Poesía
Perdóname por haberte ayudado a comprender
que no estás hecha sólo de palabras.

(Poemas Clandestinos, 34)

          ¿Cómo logra insertar los sentimientos dentro de la poesía? ¿Qué busca tal proyecto? El primero de los pasos que utiliza para insertar los sentimientos dentro de su poesía es divorciándose del espacio literario formulado hasta ese instante, puesto que sólo así, como nos dice en “Palabras Feas”, se le puede

Reñid a la poesía
la limpieza de su regazo.

(El Turno del Ofendido, 85)

          Después de todo, manifestándose en contra del canon, como nos dice Javier Méndez, libera “su poesía de todo alistamiento” (Recopilación, 170) producido por el aparato enajenador del capitalismo. Así, su poesía queda “desclasificada” bajo un orden canónico y se coloca por sobre el capitalismo; y por qué no decirlo, fuera del mismo. La manera en que Dalton logra colocar su poética “fuera” del capitalismo, como él mismo dice en su poema “Bosquejo de Adiós”, es abandonando la idea enfermiza de que “el lenguaje es la esencia del núcleo de la palidez” (Poesía Escogida, 366) que impone la lógica dominante. Para él, hay que abandonar las “lepras lingüísticas”(Ibid) de la poesía canónica que nada más tiene como objetivo hacer más profunda la desfiguración del rostro del sujeto social salvadoreño. Esta crítica es innovadora en Dalton, pues aquí mismo nos propone no solamente la relación que hay entre el cuerpo (semiótico) y el lenguaje (simbólico), sino también, como dice De Certeau, que “la historia se define completamente por una relación del lenguaje con el cuerpo” (La Escritura de la Historia, 81).
          No hay duda que en lo más profundo de la estética poética daltoniana podemos encontrar a un Dalton “obsesionado” por el orden del lenguaje y el efecto que este produce en el lector. Por ejemplo, una de las frases favoritas de ese elemento juguetón es su celebrada parodia, “no es lo mismo decir consulado general de Chile que General con su chile de lado.” Con el juego del lenguaje Dalton nos demostraba que, de una forma matemática, “el orden de los factores sí altera el producto.” De hecho, su crítica lingüística se convierte en una crítica cultural que desvela, como él nos indica en su análisis Con Palabras, que “uno de los crímenes más abominables de la civilización occidental y la cultura cristiana ha constituido precisamente en convencer a las grandes masas populares de que las palabras sólo son elementos significantes” (Taberna y Otros Lugares, 93). Ese “crimen” Kristeva lo califica como negatividad (disavowal) y rechazo que está siendo perpetuado por el artificio del lenguaje insensible, que sólo “debilita” la palabra, puesto que ésta “is separated from affects” (New Maladies, 62) que han sido incertados en el significado. Comprendiendo de esa manera la función del lenguaje, Dalton critica la linealidad de la historia basada en una cronología temporal o en la construcción de la misma por los límites que impone la escritura. Dalton entonces rechaza el fundamento teórico de que, como articula De Certeau, “ya no existe la palabra. La presencia ya no es el significante. El cuerpo es ajeno al lenguaje” (La Escritura de la Historia, 326).
          La ausencia de “significado” es lo que a Dalton le interesa recuperar para poder poner en movimiento la fluidez de los sentimientos, puesto que de otra manera el capitalismo, aunque no desintegra el lenguaje, inyecta en el sujeto social hablante, como explica Kristeva, “(a) somnambular logic” (New Maladies, 73) que lleva a la automatización del ser, haciéndole funcionar como un zombie. Al nivel lingüístico, es la falta, el vacío y la ausencia de un referente el que Dalton crítica constantemente a través de su obra, puesto que un significante que tenga como significado un vacío no produce ninguna sensibilidad en el lector. Para remover esa “insensibilidad” creada por el capitalismo, Dalton toma como método el introducir en su poesía elementos “concientizadores[3] ” que puedan comunicar al “zombie” el estado psicológico, social y cultural en el que vive: la total corrupción de su “cuerpo” y “alma” a través de lo que hace posible la comunicación: la palabra. Habiendo hecho una exploración del espacio lingüístico, Dalton encuentra que la mejor forma de llegarle al zombie es a través de “los insultos;” la ofensa es el método utilizado por el descolonizador, puesto que el sujeto debe de reaccionar preguntándose las razones por las cuales está siendo ofendido. Como explica Kristeva, la pregunta ayuda a iniciar un movimiento que lleva al diálogo, dado que el insulto ha “transferido” al intercepto sentimientos que logran despertarle de su zombismo (New Maladies, 88).
          Otra táctica que utiliza Dalton para transferir su ofensa, de una manera indirecta, es introduciendo en el texto un distanciamiento entre el título (la cabeza) y el poema (cuerpo); con esto él nos demuestra que la misma lógica utilizada por el capitalismo para normalizar puede ser usada para “despertar” al lector. Insertando la misma lógica, Dalton logra subvertir el efecto que ha causado la normalización. De hecho, la variedad de los poemas que hacen uso del contenido lingüístico oscila desde el título de los mismos hasta la ambigüedad que proporciona el uso coloquial de las frases. Por ejemplo, en uno de los poemas, uno de sus personajes nos relata de forma taxonómica que no sabe quién es su progenitora, es decir, la ausencia de la madre crea un espacio sin referente por lo que su significante es un “Hijo de Puta” (El Turno del Ofendido, 73). Cargado de la misma tonalidad podemos encontrar otro poema titulado “Los H.P.”; título que culturalmente nos remite a creer que nos continuará hablando del mismo tema. Sin embargo, al leer el poema nos encontramos con que nos relata las historias de unos soldados que por defender el capitalismo mueren mientras viven “en la cultura de la muerte” (Un Libro Levemente Odioso, 48). ¿Qué significa “H.P” en este poema? Cuando leemos el poema nos encontramos que junto al título, en paréntesis, se han definido las siglas “H.P” como “Hijos Pródigos”, lo cual causa risa puesto que a través del engaño Dalton desengaña. En sus poemas el humor, como lo sintetiza James Iffland, es un elemento vital que se descarga como una bomba dejando fragmentos de sensibilidad.
          El insulto, como elemento dinamizador en la poesía de Dalton, indiscutiblemente es un arma peligrosa, puesto que bajo esa bandera de protesta él rescribe no solamente la historia salvadoreña sino que también crítica la literatura salvadoreña del momento. Un ejemplo es el siguiente poema “siendo hablado” por un personaje que lleva por nombre “El Primogénito”

En San Salvador
y en el año de 1965,
los best sellers
de las tres librerías
principales
han sido:
“Los protocolos de los sabios de Sión”;
algunos libros viejos de
Somerset Maugham, el diarreico;
un libro de poemas
desagradablemente obvios
de una dama de apellido europeo
pero que escribe en español del país
y la recopilación de novelas condensadas
del Reader’s Digest.

(Taberna y Otros Lugares, 54)

Como se puede observar al leer el poema, su crítica cultural no se limita por completo a “concienciar” a la nación ajena, sino también a quienes se habían instalado en el país como “la voz del pueblo”: historiadores, políticos, profesores, profesionales, comerciantes, etc. Lo más punzante de su crítica a la literatura escrita en El Salvador, lo podemos encontrar en el ataque que hace a la poesía. Su tono es totalmente de rechazo, pues él cree que ésta nada más sirve para “corromper a la juventud.” Aún más, haciendo una revisión historiográfica de la poesía escrita hasta ese momento, él advierte en su poema “De Nuevo acerca de las Contradicciones en el Seno de la Poesía” que

Nuestra poesía es más puta que nuestra democracia
con sus párpados puede corromper a la juventud

...

La poesía es el cubo de la leche de burra
donde cayó la estrella por quienes todos preguntan

...

Una erizante broma nada más
embosca flagrante
puta poesía para simular

(Un Libro Levemente Odioso, 23)

          Con los insultos Dalton logra colocar su poesía en un espacio “fuera” del canon, puesto que no encaja con la literatura canónica nacional. Sin embargo, más que “fuera” del canon, la poética daltoniana se sitúa sobre el espacio canónico, lo cual implica que está afuera, mas también implica que se sitúa en un espacio de múltiples dimensiones, por lo tanto, su poética más que no-canónica es una literatura descolocada. Es una literatura descolocada ya que crea su propio espacio al responderle a la lógica normalizadora, que nada más busca seguir inyectando en el sujeto una estructura lógica de insensibilidad que “oblitera su propia condición de humillado, de rebelde, de impugnador” (Recopilación, 133). Viendo necesario remover la insensibilidad del zombie, hace uso de las palabras fuera de su contexto conceptual, creando una poesía llena de sarcasmo, ironía, y parodia que logra atravesar al sujeto fracturado entre la vida y la muerte. Roberto Armijo señala que con “la introducción de ráfagas de elementos del inconsciente,” Dalton logra “molestar los oídos acostumbrados a la metódica elegancia de una poesía refinada” (Recopilación, 70-71), que era el modelo básico de la poesía canónica salvadoreña.
          El insulto, según Acevedo, es una violencia narrativa que al ser recibida por el lector se convierte en una “bofetada lingüística,” la cual lleva como propósito remover la insensibilidad que produce el capitalismo. El poeta debe de escribir insertando en su poesía elementos que lleven a la desautomatización del sujeto social. De esa manera, se puede plantear que para Dalton “writing resembles the subject’s fight against schizophrenia” (New Maladies, 139), donde ese sujeto fracturado toma como itinerario la escritura, para así poder recuperar su sensibilidad. Es en ese instante que llega el turno del ofendido; espacio discursivo en donde se puede crear un diálogo que ponga en movimiento la insensibilidad del lector. La violencia narrativa la define Acevedo como, “violencia que ejerce el autor de un texto con el propósito de remover su insensibilidad adormecida, especie de bofetada lingüística que se propina al respecto del mensaje verbal para despertarlo de su inconciencia” (Recopilación, 337-38). Con los violentos golpes, bofetones e insultos, Dalton quiere hacer que el sujeto social reclame su turno, pues como ofendido tiene el derecho a reclamar su espacio discursivo.
          Habiendo insertado el insulto dentro del espacio vacío de la palabra, Dalton logra hacer que el poeta transforme el idioma en un laboratorio, desde donde puede formar un campo de batalla para poder responderle al aparato enajenador del capitalismo. De esa manera, el lenguaje (campo de batalla) y la palabra (instrumento de liberación) le ayudan al sujeto social a “comenzar a conocer verdaderamente las palabras, a organizarlas para el futuro, a discutir con ellas la libertad y sobre todo, a separarlas de las casi palabras, de las antipalabras, de las palabras degeneradas y de las palabras muertas” (Recopilación, 168) que constituyen la estética de la belleza instaurada por el canon propuesto por la cultura burguesa desde el siglo XIX.
          Como lingüista Dalton entiende que la poesía es “la palabra escrita bellamente,” lo cual implica que es una palabra saturada de sensibilidad que lleva como fin incitar a la rebeldía dentro del espacio capitalista. De hecho, como nos dice Javier Méndez, dado el vínculo propuesto por Dalton en donde hay una relación intima entre palabra, poesía y movimiento, muchas veces “el territorio de la poesía se confunde con el de la revolución” (Recopilación, 158). No hay duda que para Dalton hay una semejanza entre poesía y revolución, y por extensión, política. La conexión entre poesía y política la podemos ver en su afirmación que “nuestra poesía es más puta que nuestra democracia” (Ibid). Por otra parte, la propuesta de unión entre el género poético y revolucionario se puede encontrar en una dedicatoria que hizo a un tal Jorge en su libro Taberna y Otros Lugares, a quien se dirige de una forma fraternal:

Querido Jorge: yo llegué a la revolución por la vía de la poesía.
Tú podrás llegar (si lo deseas, si sientes que lo necesitas)
a la poesía por la vía de la revolución. Tienes por lo tanto ventaja.
Pero recuerda, si es que alguna vez hubiese un motivo especialmente para que te alegre
mi compañía en la lucha, que en algo hay que agradecérselo también a la poesía.

Para Dalton, poesía y revolución están íntimamente ligados como caminos que llevan hacia un mismo fin: la concientización y luego liberación de ese sujeto social que está siendo normalizado por la lógica dominante del capitalismo. Como dice Rafael Lara-Martínez y Dennis Seager, en su introducción a los ensayos críticos sobre la poética daltoniana, “la poesía es la producción y acabamiento de lo político,” es decir, “es la revolución permanente” (Otros Roques, 4). Esa asociación es la misma que plantea Kristeva al decirnos que el texto y la revolución son elementos culturales que se “transforman” mutuamente dentro del capitalismo, puesto que dentro de este sistema la poesía es el único discurso liberador que le queda al poeta que no busca incorporarse al aparato enajenador.
          Si la poesía es el único discurso que le queda al poeta dentro del capitalismo, y ésta funciona como una medicina para curar las enfermedades engendradas por su lógica dominante, ¿cuál es la función del poeta? ¿Para qué y quién escribe? ¿Por qué se hace necesario su discurso? “¿Para quién deberá ser la voz del poeta?” (La Ventana en el Rostro, 64). La función del poeta es la de incorporar en su discurso esas “voces” que han sido silenciadas por los voceros de la historia oficial, y devolvérselas a quienes han sido silenciados, devolviéndoles así su voz y su conciencia histórica. Es importante señalar que la voz poética que Dalton recupera es una multiplicidad de discursos que han sido normalizados por el capitalismo, pasando así a ser parte del aparato enajenador, mas al pasar por el espacio poético son redimidos y puestos en movimiento. Asimismo, la función del poeta es “desalinear” esa multiplicidad de voces del espacio impuesto por el capitalismo. Al “limpiarlas” se hace posible que se puedan interpretar de una forma revolucionaria, puesto que antes habían estado prohibidas por la literatura culta del canon nacional. Con esa técnica Dalton logra recuperar el entorno cotidiano que antes había sido excluido por el canon literario. Para Dalton entonces, no solamente la poesía es revolución sino también es una manera de recrear el tiempo histórico.
          En uno de los poemas titulado “por qué escribimos”, Dalton articula la idea de que dentro de la historia lo esencial no son las fechas cronológicas, ni los grandes acontecimientos, ni las grandes personalidades. Para él, la historia no solamente son los antes mencionados sino también el entorno cotidiano de cada uno de nosotros como sujetos que nos desenvolvemos dentro de una sociedad. Por lo tanto, como poeta

Uno hace versos y ama
la extraña risa de los niños,
el subsuelo del hombre
que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda

...

Uno se va a morir

...

Preguntarán qué fuimos,
quiénes con llamas puras les antecedieron,
a quiénes maldecir con el recuerdo.

Bien.
Eso hacemos:
custodiamos para ellos el tiempo que nos toca.

(La Ventana en el Rostro, 22)

En el fondo su propuesta es, como diría De Certeau, hacernos entender que “cada verdadero historiador sigue siendo un poeta del detalle” (La Escritura, 94). El poeta, por lo tanto, es un encargado de su propio tiempo, él tiene la moral de custodiar el tiempo en el que le ha tocado vivir. El poeta, siendo un cronista de su tiempo, está condenado a ver y traducirlo de tal forma que se puedan dar cuenta sus lectores que están siendo normalizados. Su empresa tiene que ser simultáneamente una de comunicación y recuperación. Por lo tanto, Dalton postuló que el poeta es “un articulador de secretos famosos”. “Secretos” debido a que los elementos cotidianos que componen el espacio físico del sujeto social, también han pasado a ser parte de todo aquello que le normaliza. Él cree que dentro del capitalismo, los elementos de la cultura son recuperados con una “máscara” que debe de quitarle el poeta, así evitando que sigan siendo parte de la lógica dominante. Por otra parte, los secretos son “famosos” debido a que forman parte del entorno que ocupa el sujeto social, pero como éstos están enmascarados éste no se da cuenta de lo que ve, así fácilmente pasan a ser parte de la lógica del consumo.
          El poeta con su poesía tiene que desvelar los secretos para que no sigan ocultos. La poesía, de esa manera, es un arma que debe de seguir utilizando el poeta para mejorar la forma de vida de aquellos que están inmersos dentro del capitalismo. En Dalton, la poesía es un acto de amor que debe de estar en todas partes para seguir luchando en contra de todo aquello que oprime, pues después de todo, como nos dice el mismo Dalton en su poema “A la Poesía”

Y sigues siendo bella
compañera poesía
entre las bellas armas reales que brillan bajo el sol
entre mis manos o sobre mi espalda.

(Poemas Clandestinos, 30)

          De esa manera, la poesía es el milagro que puede utilizar el poeta para ayudar a mejorar a todos los que le necesiten. Es la naturaleza que existe en la poesía la que deja al poeta desvelar esos “secretos” enmascarados por el capitalismo. Es como si Dalton nos advirtiera que la naturaleza está siendo aniquilada por el consumo del aparato enajenador que inyecta en el sujeto su lógica dominante que le automatiza y normaliza hasta el punto de hacerle olvidar que el capitalismo tiene sus raíces en la imposición hecha por Estados Unidos hace más de siglo y medio. Así, la naturaleza ha dejado de tener un Dios que la organiza, en vez de éste se encuentra el capitalismo funcionando desde el vacío que dejó la muerte divina del supremo creador. Dalton hace una parodia de este problemática en un poema titulado “Credo Gorila”, en donde además él nos ofrece una forma alternativa de pensar el capitalismo.

Creo en dos padres todopoderosos,
Defensores del dólar y la tierra,
Y en el capitalismo su único hijo,
Señor nuestro que fue concebido por obra y gracia
del espíritu liberal;
nació de tanta geografía virgen,
padeció bajo el poder de crisis cíclicas;
fue muy tolerado –cierto que obligado -;
sometió a los gobiernos,
y al crecer CIA resucitó el récord de los muertos,
subió a los rascacielos y está sentado
a la diestra de dos padres todopoderosos,
y desde ahí ha de venir a sojuzgar a vivos y muertos

Creo en el espíritu liberal,
en la Santa madre inglesa
-que evitarán la comunicación –
y en el paredón de los fusilados
y en la votación de los muertos
en una gorilocracia perdurable, Amén.

(Poemas Clandestinos, 7)

          En conclusión, el capitalismo ha pasado a ser un espacio que reprime todo movimiento que lleva a la rebeldía. Sin embargo, para Dalton aun dentro de este espacio la poesía funciona como arma que puede llevar al cambio, a la transformación del sistema que oprime, hacia una sociedad más humana. En fin, el capitalismo lo ha reemplazado todo a través del ocultamiento, del enmascaramiento de lo cotidiano. La poesía dentro del capitalismo es el anticristo que subvierte todo maniqueo del sujeto agonizante que vive dentro de una sociedad de consumo que ha venido perpetuándose desde la colonia, por medio de la iglesia, después por la neocolonia, por medio de la mentira de la independencia, y por último por el imperio yanqui que no solamente sigue creando autómatas y normalizado, sino también que ha logrado que

...la nación salvadoreña
sea la nación salvadoreña S.A.., Made in USA.

(Las Historias Prohibidas, 182).





Notas

[1] Hay que destacar el hecho de que en El Salvador nunca ha habido democracia, por lo tanto, el término resulta inútil para definir la nueva política nacional.

[2] Creo que es importante recordar que Ernesto Che Guevara había sido asesinado años antes, por lo que ya se estaban poniendo en evidencia las contradicciones de las luchas en el tiempo que luchaba Dalton.

[3] Un elemento concientizador es un elemento desnormalizador; un elemento que busca remover la insensibilidad del sujeto social.





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