César
      Vallejo
      (Perú, 1892-Paris, 1938)
      
      Los Heraldos Negros
      (1918)
      
      
      
LOS HERALDOS NEGROS
      
      
Hay golpes en la vida, tan
      fuertes... Yo no sé.
      Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
      la resaca de todo lo sufrido
      se empozara en el alma... Yo no sé.
      
      Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras
      en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
      Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
      o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
      
      Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
      de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
      Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
      de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
      
      Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como
      cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
      vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
      se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.
      
      Hay golpes en la vida, tan fuertes ... Yo no sé!
      
      
      
PLAFONES AGILES
      
      
DESHOJACIÓN SAGRADA
      
      
Luna! Corona de una testa inmensa,
      que te vas deshojando en sombras gualdas!
      Roja corona de un Jesús que piensa
      trágicamente dulce de esmeraldas!
      
      Luna! Alocado corazón celeste
      ¿por qué bogas así, dentro de copa
      llena de vino azul, hacia el oeste,
      cual derrotada y dolorida popa?
      
      Luna! Y a fuerza de volar en vano,
      te holocaustas en ópalos dispersos:
      tú eres talvez mi corazón gitano
      que vaga en el azul llorando versos!...
      
      
      
COMUNIÓN
      
      
Linda Regia! Tus venas son
      fermentos
      de mi noser antiguo y del champaña
      negro de mi vivir!
      
      Tu cabello es la ignota raicilla
       del árbol de mi vid.
      Tu cabello es la hilacha de una mitra
      de ensueño que perdí!
      
      Tu cuerpo es la espumante escaramuza
      de un rosado Jordán;
       y ondea, como un lago beatífico
      que humillara a la víbora del mal!
      
      Tus brazos dan la sed de lo infinito,
      con sus castas hespérides de luz,
      cual dos blancos caminos redentores,
       dos arranques murientes de una cruz.
      Y están plasmados en la sangre invicta
      de mi imposible azul!
      
      Tus pies son dos heráldicas alondras
      que eternamente llegan de mi ayer!
       Linda Regia! Tus pies son las dos lágrimas
      que al bajar del Espíritu ahogué,
      un Domingo de Ramos que entré al Mundo,
      ya lejos para siempre de Belén!
      
      
      
NERVAZÓN DE ANGUSTIA
      
      
Dulce hebrea, desclava mi tránsito
      de arcilla;
      desclava mi tensión nerviosa y mi dolor....
      Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
      dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!
      
      Regreso del desierto donde he caído mucho;
      retira la cicuta y obséquiame tus vinos:
      espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
      cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!
      
      Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!
      ¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar!
      Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
      cuál cede la amenaza, y la alondra se va!
      
      Pasas... vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
      con gotas de curare, filos de humanidad,
      la dignidad roquera que hay en tu castidad,
      y el judithesco azogue de tu miel interior.
      
      Son las ocho de una mañana en crema brujo....
      Hay frío....Un perro pasa royendo el hueso de otro
      perro que fue....Y empieza a llorar en mis nervios
      un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!
      
      Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
      un dionisiaco hastío de café....!
      
      
      
BORDAS DE HIELO
      
      
Vengo a verte pasar todos los
      días,
      vaporcito encantado siempre lejos...
      Tus ojos son dos rubios capitanes;
      tu labio es un brevísimo pañuelo
      rojo que ondea en un adiós de sangre!
      
      Vengo a verte pasar; hasta que un día,
      embriagada de tiempo y de crueldad,
      vaporcito encantado siempre lejos,
      la estrella de la tarde partirá!
      
      Las jarcias; vientos que traicionan;
      vientos de mujer que pasó!
      Tus fríos capitanes darán orden;
      y quien habrá partido seré yo...
      
      
      
NOCHEBUENA
      
Al callar la orquesta, pasean
      veladas
      sombras femeninas bajo los ramajes,
      por cuya hojarasca se filtran heladas
      quimeras de luna, pálidos celajes.
      
      Hay labios que lloran arias olvidadas,
      grandes lirios fingen los ebúrneos trajes.
      Charlas y sonrisas en locas bandadas
      perfuman de seda los rudos boscajes.
      
      Espero que ría la luz de tu vuelta;
      y en la epifanía de tu forma esbelta,
      cantará la fiesta en oro mayor.
      
      Balarán mis versos en tu predio entonces,
      canturreando en todos sus místicos bronces
      que ha nacido el Niño-Jesús de tu amor.
      
      
      
ASCUAS
      
Para Domingo
      Parra del Riego
      
      
Luciré para Tilia, en la tragedia,
      mis estrofas en ópimos racimos;
      sangrará cada fruta melodiosa,
      como un sol funeral, lúgubres vinos.
                          Tilia
      tendrá la cruz
      que en la hora final será de luz!
      
      Prenderé para Tilia, en la tragedia,
      la gota de fragor que hay en mis labios;
      y el labio, al encresparse para el beso,
      se partirá en cien pétalos sagrados.
                          Tilia
      tendrá el puñal,
      el puñal floricida y auroral!
      
      Ya en la sombra, heroína, intacta y mártir,
      tendrás bajo tus plantas a la Vida;
      mientras veles, rezando mis estrofas,
      mi testa, como una hostia en sangre tinta!
                          Y
      en un lirio, voraz,
      mi sangre, como un virus, beberás!
      
      
      
MEDIALUZ
      
He soñado una fuga. Y he soñado
      tus encajes dispersos en la alcoba.
      A lo largo de un muelle, alguna madre;
      y sus quince años dando el seno a una hora.
      
      He soñado una fuga. Un “para siempre”
      suspirado en la escala de una proa;
      he soñado una madre;
      unas frescas matitas de verdura,
      y el ajuar constelado de una aurora.
      
      A lo largo de un muelle...
      Y a lo largo de un cuello que se ahoga!
      
      
      
SAUCE
      
Lirismo de invierno, rumor de
      crespones,
      cuando ya se acerca la pronta partida;
      agoreras voces de tristes canciones
      que en la tarde rezan una despedida.
      
      Visión del entierro de mis ilusiones
      en la propia tumba de mortal herida.
      Caridad verónica de ignotas regiones,
      donde a precio de éter se pierde la vida.
      
      Cerca de la aurora partiré llorando;
      y mientras mis años se vayan curvando,
      curvará guadañas mi ruta veloz.
      
      Y ante fríos óleos de luna muriente,
      con timbres de aceros en tierra indolente,
      cavarán los perros, aullando, ¡un adiós!
      
      
      
AUSENTE
      
Ausente! La mañana en que me vaya
      más lejos de lo lejos, al Misterio,
      como siguiendo inevitable raya,
      tus pies resbalarán al cementerio.
      
      Ausente! La mañana en que a la playa
      del mar de sombra y del callado imperio,
      como un pájaro lúgubre me vaya,
      será el blanco panteón tu cautiverio.
      
      Se habrá hecho de noche en tus miradas;
      y sufrirás, y tomarás entonces
      penitentes blancuras lanceradas.
      
      Ausente! Y en tus propios sufrimientos
      ha de cruzar entre un llorar de bronces
      una jauria de remordimientos!
      
      
      
AVESTRUZ
      
Melancolía, saca tu dulce pico ya;
      no cebes tus ayunos en mis trigos de luz.
      Melancolía, basta! Cuál beben tus puñales
      la sangre que extrajera mi sanguijuela azul!
      
      No acabes el maná de mujer que ha bajado;
      yo quiero que de él nazca mañana alguna cruz,
      mañana que no tenga yo a quién volver los ojos,
      cuando abra su gran O de burla el ataúd.
      
      Mi corazón es tiesto regado de amargura;
      hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él...
      Melancolía, deja de secarme la vida,
      y desnuda tu labio de mujer...!
      
      
      
BAJO LOS ÁLAMOS
      
Para Jose Garrido
      
Cual hieráticos bardos
      prisioneros,
      los álamos de sangre se han dormido.
      Rumian arias de yerba al sol caído,
      las greyes de Belén en los oteros.
      
            El anciano pastor, a los postreros
      martirios de la luz estremecido,
      en sus pascuales ojos ha cogido
      una casta manada de luceros.
      
            Labrado en orfandad baja el instante
      con rumores de entierro, al campo orante
      y se otoñan de sombra las esquilas.
      
            Supervive el azul urdido en hierro,
      y en él, amortajadas las pupilas,
      tranza su aullido pastoral un perro.
      
      
      
BUZOS
      
      
LA ARAÑA
      
Es una araña enorme que ya no
      anda;
      una araña incolora, cuyo cuerpo,
      una cabeza y un abdomen, sangra.
      
      Hoy la he visto de cerca. Y con qué esfuerzo
      hacia todos los flancos
      sus pies innumerables alargaba.
      Y he pensado en sus ojos invisibles,
      los pilotos fatales de la araña.
      
      Es una araña que temblaba fija
      en un filo de piedra;
      el abdomen a un lado,
      y al otro la cabeza.
      
      Con tantos pies la pobre, y aún no puede
      resolverse. Y, al verla
      atónita en tal trance,
      hoy me ha dado qué pena esa viajera.
      
      Es una araña enorme, a quien impide
      el abdomen seguir a la cabeza.
      Y he pensado en sus ojos
      y en sus pies numerosos...
      ¡Y me ha dado qué pena esa viajera!
      
      
      
BABEL
      
Dulce hogar sin estilo, fabricado
      de un solo golpe y de una sola pieza
      de cera tornasol. Y en el hogar
      ella daña y arregla; a veces dice:
      “El hospicio es bonito; aquí no más!”
      ¡Y otras veces se pone a llorar!
      
      
      
ROMERÍA
      
Pasamos juntos. El sueño
      lame nuestros pies qué dulce;
      y todo se desplaza en pálidas
      renunciaciones sin dulce.
      
      Pasamos juntos. Las muertas
      almas, las que, cual nosotros,
      cruzaron por el amor,
      con enfermos pasos ópalos,
      salen en sus lutos rígidos
      y se ondulan en nosotros.
      Amada, vamos al borde
      frágil de un montón de tierra.
      Va en aceite ungida el ala,
      y en pureza. Pero un golpe,
      al caer yo no sé dónde,
      afila de cada lágrima
      un diente hostil.
      
      Y un soldado, un gran soldado,
      heridas por charreteras,
      se anima en la tarde heroica,
      y a sus pies muestra entre risas,
      como una gualdrapa horrenda,
      el cerebro de la Vida.
      
      Pasamos juntos, muy juntos,
      invicta Luz, paso enfermo;
      pasamos juntos las lilas
      mostazas de un cementerio.
      
      
      
EL PALCO ESTRECHO
      
Más acá, más acá. Yo estoy muy
      bien.
      Llueve; y hace una cruel limitación.
      Avanza, avanza el pie.
      
      Hasta qué hora no suben las cortinas
      esas manos que fingen un zarzal?
      Ves? Los otros, qué cómodos, qué efigies.
      Más acá, más acá!
      
      Llueve. Y hoy pasará otra nave
      cargada de crespón;
      será como un pezón negro y deforme
      arrancado a la esfíngica Ilusión.
      
      Más acá, más acá. Tú estás al borde
      y la nave arrastrarte puede al mar.
      Ah, cortinas inmóviles, simbólicas...
      Mi aplauso es un festín de rosas negras:
      cederte mi lugar!
      Y en el fragor de mi renuncia,
      un hilo de infinito sangrará.
      
      Yo no debo estar tan bien;
      avanza, avanza el piel!
      
      
      
DE LA TIERRA
      
      
¿ ................................
      
—Si TE amara... qué sería?
      —Una orgía!
      —Y si él te amara?
      Sería
      todo rituario, pero menos dulce.
      
      Y si tú quisieras?
      La sombra sufriría
      justos fracasos en tus niñas monjas.
      
      Culebrean latigazos,
      cuando el can ama a su dueño?
      —No; pero la luz es nuestra.
      Estás enfermo... Vete... Tengo sueño!
      
      (Bajo la alameda vesperal
      se quiebra un fragor de rosa.)
      —Idos, pupilas, pronto...
      Ya retoña la selva en mi cristal!
      
      
      
EL POETA A SU AMADA
      
Amada, en esta noche tú me has
      crucificado
      sobre los dos maderos curvados de mi beso;
      y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
      y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.
      
      En esta noche rara que tanta me has mirado,
      la Muerte he estado alegre y ha cantado en su hueso.
      En esta noche de setiembre se ha oficiado
      mi segunda caída y el más humano beso.
      
      Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
      se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
      y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.
      
      Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos;
      ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
      los dos dos dormiremos, como dos hermanitos.
      
      
      
VERANO
      
Verano, ya me voy. Y me dan pena
      las manitas sumisas de tus tardes.
      Llegas devotamente; llegas viejo;
      y ya no encontrarás en mi alma a nadie.
      
      Verano! y pasarás por mis balcones
      con gran rosario de amatistas y oros,
      como un obispo triste que llegara
      de lejos a buscar y bendecir
      los rotos aros de unos muertos novios.
      
      Verano, ya me voy. Allá, en setiembre
      tengo una rosa que te encargo mucho;
      la regarás de agua bendita todos
      los días de pecado y de sepulcro.
      
      Si a fuerza de llorar el mausoleo,
      con luz de fe su mármol aletea,
      levanta en alto tu responso, y pide
      a Dios que siga para siempre muerta.
      Todo ha de ser ya tarde;
      y tú no encontrarás en mi alma a nadie.
      
      Ya no llores, Verano! En aquel surco
      muere una rosa que renace mucho...
      
      
      
SETIEMBRE
      
Aquella noche de setiembre, fuiste
      tan buena para mí... hasta dolerme!
      Yo no sé lo demás; y para eso,
      no debiste ser buena, no debiste.
      
      Aquella noche sollozaste al verme
      hermético y tirano, enfermo y triste.
      Yo no sé lo demás.. . y para eso
      yo no sé por qué fui triste..., tan triste...!
      
      Sólo esa noche de setiembre dulce,
      tuve a tus ojos de Magdala, toda
      la distancia. de Dios... y te fui dulce!
      
      Y también una tarde de setiembre
      cuando sembré en tus brasas, desde un auto,
      los charcos de esta noche de diciembre.
      
      
      
HECES
      
Esta tarde llueve como nunca; y no
      tengo ganas de vivir, corazón.
      
      Esta tarde es dulce. Por qué no ha de ser?
      Viste gracia y pena; viste de mujer.
      
      Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
      las cavernas crueles de mi ingratitud;
      mi bloque de hielo sobre su amapola,
      más fuerte que su “No seas así!”
      
      Mis violentas flores negras; y la bárbara
      y enorme pedrada; y el trecho glacial.
      Y pondrá el silencio de su dignidad
      con. óleos quemantes el punto final.
      
      Por eso esta tarde, como nunca, voy
      con este búho, con este corazón.
      
      Y otras pasan; y viéndome tan triste,
      toman un poquito de ti
      en la abrupta arruga de mi hondo dolor.
      
      Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
      tengo ganas de vivir, corazón!
      
      
      
IMPÍA
      
Señor! Estabas tras los cristales
      humano y triste de atardecer;
      y cuál lloraba tus funerales
                        esa
      mujer!
      
      Sus ojos eran el jueves santo,
      dos negros granos de amarga luz!
      Con duras gotas de sangre y llanto
                        clavó
      tu cruz!
      
      Impía! Desde que tú partiste,
      Señor, no ha ido nunca al Jordán,
      en rojas aguas su piel desviste,
      y al vil judío le vende pan!
      
      
      
LA COPA NEGRA
      
La noche es una copa de mal. Un
      silbo agudo
      del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
      Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,
      la onda aún es negra y me hace aún arder?
      
      La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra.
      Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.
      
      A carne nada, nada
      en la copa de sombra que me hace aún doler;
      mi carne nada en ella,
      como en un pantanoso corazón de mujer.
      
      Ascua astral... He sentido
      secos roces de arcilla
      sobre mi loto diáfano caer.
      Ah, mujer! Por ti existe
      la carne hecha de instinto. Ah mujer!
      
      Por eso ¡oh, negro cáliz! aun cuando ya te fuiste,
      me ahogo con el polvo;
      y piafan en mis carnes más ganas de beber!
      
      
      
DESHORA
      
Pureza amada, que mis ojos nunca
      llegaron a gozar. Pureza absurda!
      
      Yo sé que estabas en la carne un día,
      cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.
      
      Pureza en falda neutra de colegio;
      y leche azul dentro del trigo tierno
      
      a la tarde de lluvia, cuando el alma
      ha roto su puñal en retirada,
      
      cuando ha cuajado en no sé qué probeta
      sin contenido una insolente piedra.
      
      Cuando hay gente contenta; y cuando lloran
      párpados ciegos en purpúreas bordas.
      
      Oh, pureza que nunca ni un recado
      me dejaste, al partir del triste barro
      
      ni una migaja de tu voz; ni un nervio
      de tu convite heroico de luceros.
      
      Alejáos de mi, buenas maldades,
      dulces bocas picantes...
      
      Yo la recuerdo al veros oh, mujeres!
      Pues de la vida en la perenne tarde,
      nació muy poco pero mucho muere!
      
      
      
      
FRESCO
      
Llegué a confundirme con ella,
      tanto ...! Por sus recodos
      espirituales, yo me iba
      jugando entre tiernos fresales,
      entre sus griegas manos matinales.
      
      Ella me acomodaba después los lazos negros
      y bohemios de la corbata. Y yo
      volvía a ver la piedra
      absorta, desairados los bancos, y el reloj
      que nos iba envolviendo en su carrete,
      al dar su inacabable molinete.
      Buenas noches aquellas,
      que hoy la dan por reír
      de mi extraño morir,
      de mi modo de andar meditabundo.
      Alfeñiques de oro,
      joyas de azúcar
      que al fin se quiebran en
      el mortero de losa de este mundo.
      
      Pero para las lágrimas de amor,
      los luceros son lindos pañuelitos
      lilas,
      naranjas,
      verdes,
      que empapa el corazón.
      Y si hay ya mucha hiel en esas sedas,
      hay un cariño que no nace nunca,
      que nunca muere,
      vuela otro gran pañuelo apocalíptico;
      la mano azul, inédita de Dios!
      
      
      
YESO
      
Silencio. Aquí se ha hecho ya de
      noche,
      ya tras del cementerio se fue el sol;
      aquí se está llorando a mil pupilas:
      no vuelvas; ya murió mi corazón.
      Silencio. Aquí ya todo está vestido
      de dolor riguroso; y arde apenas,
      como un mal kerosene, esta pasión.
      
      Primavera vendrá. Cantarás «Eva»
      desde un minuto horizontal, desde un
      hornillo en que arderán los nardos de Eros.
      ¡Forja allí tu perdón para el poeta,
      que ha de dolerme aún,
      como clavo que cierra un ataúd!
      
      Mas... una noche de lirismo, tu
      buen seno, tu mar rojo
      se azotará con olas de quince años,
      al ver lejos, aviado con recuerdos
      mi corsario bajel, mi ingratitud.
      Después, tu manzanar, tu labio dándose,
      y que se aja por mí por la vez última,
      y que muere sangriento de amar mucho,
      como un croquis pagano de Jesús.
      
      ¡Amada! Y cantarás;
      y ha de vibrar el femenino en mi alma,
      como en una enlutada catedral.
      
      
      
NOSTALGIAS IMPERIALES
      
      
NOSTALGIAS IMPERIALES
      
      I
      
En Los paisajes de Mansiche labra
      imperiales nostalgias el crepúsculo;
      y lábrase la raza en mi palabra,
      como estrella de sangre a flor de músculo.
      
      El campanario dobla... No hay quien abra
      la capilla... Diríase un opúsculo
      bíblico que muriera en la palabra
      de asiática emoción de este crepúsculo.
      
      Un poyo con tres patas, es retablo
      en que acaban de alzar labios en coro
      la eucaristía de una chicha de oro.
      
      Más allá de los ranchos surge al viento
      el humo oliendo a sueño y a establo,
      como si se exhumara un firmamento.
      
      
      
II
      
La anciana pensativa, cual relieve
      de un bloque pre-incaico, hila que hila;
      en sus dedos de Mama el huso leve
      la lana gris de su vejez trasquila.
      
      Sus ojos de esclerótica de nieve
      un ciego sol sin luz guarda y mutila...!
      Su boca está en desdén, y en calma aleve
      su cansancio imperial tal vez vigila.
      
      Hay ficus que meditan, melenudos
      trovadores incaicos en derrota,
      la rancia pena de esta cruz idiota,
      
      en la hora en rubor que ya se escapa,
      y que es lago que suelda espejos rudos
      donde náufrago llora Manco-Cápac.
      
      
      
III
      
Como viejos curacas van los bueyes
      camino de Trujillo, meditando...
      Y al hierro de la tarde, fingen reyes
      que por muertos dominios van llorando.
      
      En el muro de pie, pienso en las leyes
      que la dicha y la angustia van trocando:
      ya en las viudas pupilas de los bueyes
      se pudren sueños qué no tienen cuándo.
      
      La aldea, ante su paso, se reviste
      de un rudo gris, en que un mugir de vaca
      se aceita en sueño y emoción de huaca.
      
      Y en el festín del cielo azul yodado
      gime en el cáliz de la esquila triste
      un viejo corequenque desterrado.
      
      
      
IV
      
La Grama mustia, recogida, escueta
      ahoga no sé qué protesta ignota:
      parece el alma exhausta de un poeta,
      arredrada en un gesto de derrota.
      
      La Ramada ha tallado su silueta,
      cadavérica jaula, sola y rota,
      donde mi enfermo corazón se aquieta
      en un tedio estatual de terracota.
      
      Llega el canto sin sal del mar labrado
      en su máscara bufa de canalla
      que babea y da tumbos, ahorcado!
      
      La niebla hila una venda al cerro lila
      que en ensueños miliarios se enmuralla,
      como un huaco gigante que vigila.
      
      
      
HOJAS DE ÉBANO
      
Fulge mi cigarrillo;
      su luz se limpia en pólvoras de alerta.
      Y a su guiño amarillo
      entona un pastorcillo
      el tamarindo de su sombra muerta.
      
      Ahoga en una enérgica negrura,
      el caserón entero
      la mustia distinción de su blancura.
      Pena un frágil aroma de aguacero.
      
      Están todas las puertas muy ancianas,
      y se hastía en su habano carcomido
      una insomne piedad de mil ojeras.
      Yo las dejé lozanas;
      y hoy las telarañas han zurcido
      hasta en el corazón de sus maderas,
      coágulos de sombra oliendo a olvido.
      La del camino, el día
      que me miró llegar, trémula y triste,
      mientras que-sus dos brazos entreabría,
      chilló como en un llanto de alegría.
      Que en toda fibra existe
      para el ojo que ama, una dormida
      novia perla, una lágrima escondida.
      
      Con no sé qué memoria secretea
      mi corazón ansioso.
      —Señora?... —Sí, señor; murió en la aldea;
      aún la veo envueltita en su rebozo...
      
      Y la abuela amargura
      de un cantar neurasténico de paria
      ¡oh, derrotada musa legendaria!
      afila sus melódicos raudales
      bajo la noche oscura:
      como si abajo, abajo,
      en la turbia pupila de cascajo
      de abierta sepultura,
      celebrando perpetuos funerales,
      se quebrasen fantásticos puñales.
      
      Llueve..., llueve... Sustancia el aguacero,
      reduciéndolo a fúnebres olores,
      el humor de los viejos alcanfores
      que velan tahuashando en el sendero
      con sus ponchos de hielo y sin sombrero.
      
      
      
TERCETO AUTÓCTONO
      
      I
      
El puño labrador se aterciopela,
      y en cruz en cada labio se aperfila.
      Es fiesta! El ritmo del arado vuela;
      y es un chantre de bronce cada esquila.
      
      Afílase lo rudo. Habla escarcela...
      En las venas indígenas rutila
      un yaraví de sangre que se cuela
      en nostalgias de sol por la pupila.
      
      Las pallas, aquenando hondos suspiros,
      como en raras estampas seculares,
      enrosarian un símbolo en sus giros.
      
      Luce él Apóstol en su trono, luego;
      y es, entre inciensos, cirios y cantares,
      el moderno dios-sol para el labriego.
      
      
      
II
      
Echa una cana al aire el indio
      triste.
      Hacia el altar fulgente va el gentío.
      El ojo del crepúsculo desiste
      de ver quemado vivo el caserío.
      
      La pastora de lana y llanque viste,
      con pliegues de candor en su atavío;
      y en su humildad de lana heroica y triste,
      copo es su blanco corazón bravío.
      
      Entre músicas, fuegos de bengala,
      solfea un acordeón! Algún tendero
      da su reclame al viento: “Nadie iguala!”
      
      Las chispas al flotar lindas, graciosas,
      son trigos de oro audaz que el chacarero
      siembra en los cielos y en las nebulosas.
      
      
      
III
      
Madrugada. La chicha al fin
      revienta
      en sollozos, lujurias, pugilatos;
      entre olores de urea y de pimienta
      traza un ebrio al andar mil garabatos.
      
      “Mañana que me vaya...” se lamenta
      un Romeo rural cantando a ratos.
      Caldo madrugador hay ya de venta;
      y brinca un ruido aperital de platos.
      
      Van tres mujeres.. ., silba un golfo... Lejos
      el río anda borracho y canta y llora
      prehistorias de agua, tiempos viejos.
      
      Y al sonar una caja de Tayanga,
      como iniciando un huaino azul, remanga
      sus pantorrillas de azafrán la Aurora.
      
      
      
ORACIÓN DEL CAMINO
      
Ni sé para quién es esta
      amargura!
      Oh, Sol, llévala tú que estás muriendo,
      y cuelga, como un Cristo ensangrentado,
      mi bohemio dolor sobre su pecho.
                        El
      valle es de oro amargo;
                        y
      el viaje es triste, es largo.
      
      Oyes? Regaña una guitarra. Calla!
      Es tu raza, la pobre viejecita
      que al saber que eres huésped y que te odian,
      se hinca la faz con una roncha lila.
                        El
      valle es de oro amargo,
                        y
      el trago es largo..., largo...
      
      Azulea el camino, ladra el río...
      Baja esa frente sudorosa y fría,
      fiera y deforme. Cae el pomo roto
      de una espada humanicida!
      Y en el mómico valle de oro santo,
      la brasa de sudor se apaga en llanto!
      
      Queda un olor de tiempo abonado de versos,
      para brotes de mármoles consagrados que hereden
      la aurífera canción
      de la alondra que se pudre en mi corazón!
      
      
      
HUACO
      
Yo soy el coraquenque ciego
      que mira por la lente de una llaga,
      y que atado está al Globo,
      como a un huaco estupendo que girara.
      
      Yo soy el llama, a quien tan sólo alcanza
      la necedad hostil a trasquilar
      volutas de clarín,
      volutas de clarín brillantes de asco
      y bronceadas de un viejo yaraví.
      
      Soy el pichón de cóndor desplumado
      por latino arcabuz;
      y a flor de humanidad floto en los Andes,
      como un perenne Lázaro de luz.
      
      Yo soy la gracia incaica que se roe
      en áureos coricanchas bautizados
      de fosfatos de error y de cicuta.
      A veces en mis piedras se encabritan
      los nervios rotos de un extinto puma.
      
      Un fermento de Sol;
      levadura de sombra y corazón!
      
      
      
MAYO
      
Vierte el humo doméstico en la
      aurora
      su sabor a rastrojo;
      y canta, haciendo leña, la pastora
      un salvaje aleluya!
      Sepia y rojo.
      
      Humo de la cocina, aperitivo
      de gesta en este bravo amanecer.
      El último lucero fugitivo
      lo bebe, y, ebrio ya de su dulzor,
      ¡oh celeste zagal trasnochador!
      se duerme entre un jirón de rosicler.
      
      Hay ciertas ganas lindas de almorzar,
      y beber del arroyo, y chivatear!
      Aletear con el humo allá, en la altura;
      o entregarse a los vientos otoñales
      en pos de alguna Ruth sagrada, pura,
      que nos brinde una espiga de ternura
      bajo la hebraica unción de los trigales!
      
      Hoz al hombro calmoso,
      acre el gesto brioso,
      va un joven labrador a Irichugo.
      Y en cada brazo que parece yugo
      se encrespa el férreo jugo palpitante
      que en creador esfuerzo cuotidiano
      chispea, como trágico diamante,
      a través de los poros de la mano
      que no ha bizantinado aún el guante.
      Bajo un arco que forma verde aliso,
      ¡oh cruzada fecunda del andrajo!
      
      La zagala que llora
      su yaraví a la aurora,
      recoge ¡oh Venus pobre!
      frescos leños fragantes
      en sus desnudos brazos arrogantes
      esculpidos en cobre.
      En tanto que un becerro,
      perseguido del perro,
      por la cuesta bravía
      corre, ofrendando al floreciente día
      un himno de Virgilio en su cencerro!
      
      Delante de la choza
      el indio abuelo fuma;
      y el serrano crepúsculo de rosa,
      el ara primitiva se sahúma
      en el gas del tabaco.
      Tal surge de la entraña fabulosa
      de epopéyico huaco,
      mítico aroma de broncíneos lotos,
      el hilo azul de los alientos rotos!
      
      
      
ALDEANA
      
Lejana vibración de esquilas
      mustias
      en el aire derrama
      la fragancia rural de sus angustias.
      En el patio silente
      sangra su despedida el sol poniente
      El ámbar otoñal del panorama
      toma un frío matiz de gris doliente!
      
      Al portón de la casa
      que el tiempo con sus garras torna ojosa,
      asoma silenciosa
      y al establo cercano luego pasa,
      la silueta calmosa
      de un buey color de oro,
      que añora con sus bíblicas pupilas,
      oyendo la oración de las esquilas,
      su edad viril de toro!
      
      Al muro denla huerta
      aleteando la pena de su canto,
      salta un gallo gentil, y, en triste alerta,
      cual dos gotas de llanto,
      tiemblan sus ojos en la tarde muerta!
      
      Lánguido se desgarra
      en la vetusta aldea
      el dulce yaraví de una guitarra,
      en cuya eternidad de hondo quebranto
      la triste voz de un indio dondonea,
      como un viejo esquilón de camposanto.
      
      De codos yo en el muro,
      cuando triunfa en el alma el tinte oscuro
      y el viento reza en los ramajes yertos
      llantos de quenas, tímidos, inciertos,
      suspiro una congoja,
      al ver que la penumbra gualda y roja
      llora un trágico azul de idilios muertos!
      
      
      
      
IDILIO MUERTO
      
Qué estará haciendo esta hora mi
      andina y dulce Rita
      de junco y capulí;
      ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita
      la sangre, como flojo cognac, dentro de mí.
      
      Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
      planchaban en las tardes blancuras por venir;
      ahora, en esta lluvia que me quita
      las ganas de vivir.
      
      Qué será de su falda de franela; de sus
      afanes; de su andar;
      de su sabor a cañas de mayo del lugar.
      
      Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
      y al fin dirá temblando: «Qué frío hay... Jesús!»
      y llorará en las tejas un pájaro salvaje.
      
      
      
TRUENOS
      
EN LAS TIENDAS GRIEGAS
      
Y el Alma se asustó
      a las cinco de aquella tarde azul desteñida.
      El labio entre los linos la imploró
      con pucheros de novio para su prometida.
      
      El Pensamiento, el gran General se ciñó
      de una lanza deicida.
      El Corazón danzaba; más, luego sollozó:
      la bayadera esclava estaba herida?
      
      Nadal Fueron los tigres que la dan por correr
      a apostarse en aquel rincón, y tristes ver
      'los ocasos, que llegan desde Atenas.
      
      No habrá remedio para este hospital de nervios,
      para el gran campamento irritado de este atardecer! Y el General escruta
      volar siniestras penas
      allá ................................
      en el desfiladero de mis nervios!
      
      
      
ÁGAPE
      
Hoy no ha venido nadie a preguntar;
      ni me han pedido en esta tarde nada.
      
      No he visto ni una flor de cementerio
      en tan alegre procesión de luces.
      Perdóname, Señor: qué poco he muerto!
      
      En esta tarde todos, todos pasan
      sin preguntarme ni pedirme nada.
      Y no sé qué se olvidan y se queda
      mal en mis manos, como cosa ajena.
      
      He salido a la puerta,
      y me da ganas de gritar a todos:
      Si echan de menos algo, aquí se queda!
      
      Porque en todas las tardes de esta vida,
      yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
      y algo ajeno se toma el alma mía.
      
      Hoy no ha venido nadie;
      y hoy he muerto qué poco en esta tarde!
      
      
      
LA VOZ DEL ESPEJO
      
Así pasa la vida, como raro
      espejismo.
      La rosa azul que alumbra y da el ser al cardo!
      junto al dogma del fardo
      matador, el sofisma del Bien y la Razón!
      
      Se ha cogido, al acaso, lo que rozó la mano;
      los perfumes volaron, y entre ellos se ha sentido
      el moho que a mitad de la ruta ha crecido
      en el manzano seco de la muerta Ilusión.
      
      Así pasa la vida,
      con cánticos aleves de agostada bacante.
      Yo voy todo azorado, adelante..., adelante,
      rezongando mi marcha funeral.
      
      Van al pie de brahmánicos elefantes reales,
      y al sórdido abejeo de un hervor mercurial
      parejas que alzan brindis esculpidos en roca
      y olvidados crepúsculos una cruz en la boca.
      
      Así pasa la vida, vasta orquesta de Esfinges
      que arrojan al vacío su marcha funeral.
      
      
      
ROSA BLANCA
      
Me siento bien. Ahora
      brilla un estoico hielo
      en mí.
      Me da risa esta soga
      rubí
      que rechina en mi cuerpo.
      
      Soga sin fin,
      como una
      voluta
      descendente
      de
      mal...
      soga sanguínea y zurda
      formada de
      mil dagas en puntal.
      
      Que vaya así, trenzando
      sus rollos de crespón;
      y que ate el gato trémulo
      del Miedo al nido helado,
      al último fogón.
      
      Yo ahora estoy sereno,
      con luz.
      Y maya en mi Pacífico
      un náufrago ataúd.
      
      
      
LA DE MIL
      
El suertero que grita «La de a
      mil»
      tiene no sé qué fondo de Dios.
      
      Pasan todos los labios. El hastío
      despunta en una arruga su yanó.
      Pasa el suertero que atesora, acaso
      nominal, como Dios,
      entre panes tantálicos, humana
      impotencia de amor.
      
      Yo le miro el andrajo. Y él pudiera
      darnos el corazón;
      pero la suerte aquella que en sus manos
      aporta, pregonando en alta voz,
      como un pájaro cruel, irá a parar
      adonde no lo sabe ni lo quiere
      este bohemio dios.
      
      Y digo en este viernes tibio que anda
      a cuestas bajo el sol:
      ¡por qué se habrá vestido de suertero
      la voluntad de Dios!
      
      
      
EL PAN NUESTRO
      
Para Alejandro Gamboa
      
Se bebe el desayuno... Húmeda
      tierra
      de cementerio huele a sangre amada.
      Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
      de una carreta que arrastrar parece
      una emoción de ayuno encadenada!
      
      Se quisiera tocar todas las puertas,
      y preguntar por no sé quién; y luego
      ver a los pobres, y, llorando quedos,
      dar pedacitos de pan fresco a todos.
      Y saquear a los ricos sus viñedos
      con las dos manos santas
      que a un golpe de luz
      volaron desclavadas de la Cruz!
      
      Pestaña matinal, no os levantéis!
      ¡El pan nuestro de cada día dánoslo,
      Señor...!
      
      Todos mis huesos son ajenos;
      yo talvez los robé!
      Yo vine a darme lo que acaso estuvo
      asignado para otro;
      y pienso que, si no hubiera nacido,
      otro pobre tomara este café!
      Yo soy un mal ladrón... A dónde iré!
      
      Y en esta hora fría, en que la tierra
      trasciende a polvo humano y es tan triste,
      quisiera yo tocar todas las puertas,
      y suplicar a no sé quién, perdón,
      y hacerle pedacitos de pan fresco
      aquí, en el horno de mi corazón...!
      
      
      
ABSOLUTA
      
Color de ropa antigua. Un julio a
      sombra,
      y un agosto recién segado. Y una
      mano de agua que injertó en el pino
      resinoso de un tedio malas frutas.
      
      Ahora que has anclado, oscura ropa,
      tornas rociada de un suntuoso olor
      a tiempo, a abreviación... Y he cantado
      el proclive festín que se volcó.
      
      Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,
      contra el límite, contra lo que acaba?
      ¡Ay, la llaga en color de ropa antigua,
      cómo se entreabre y huele a miel quemada!
      
      Oh unidad excelsa! Oh lo que es uno
      por todos!
      ¡Amor contra el espacio y contra el tiempo!
      Un latido único de corazón;
      un solo ritmo: ¡Dios!
      
      Y al encogerse de hombros los linderos
      en un bronco desdén irreductible,
      hay un riego de sierpes
      en la doncella plenitud del 1.
      ¡Una arruga, una sombra!
      
      
      
DESNUDO EN BARRO
      
Como horribles batracios a la
      atmósfera,
      suben visajes lúgubres al labio.
      Por el Sahara azul de la Substancia
      camina un verso gris, un dromedario.
      
      Fosforece un mohín de sueños crueles.
      Y el ciego que murió lleno de voces
      de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,
      al crudísimo día de ser hombre.
      
      Las Horas van febriles, y en los ángulos
      abortan rubios siglos de ventura.
      ¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga
      sin piedad nuestros nervios,
      cordeles ya gastados, a la tumba!
      
      Amor! Y tú también. Pedradas negras
      se engendran en tu máscara y la rompen.
      ¡La tumba es todavía
      un sexo de mujer que atrae al hombre!
      
      
      
CAPITULACIÓN
      
Anoche, unos abriles granas
      capitularon
      ante mis mayos desarmados de juventud;
      los marfiles histéricos de su beso me hallaron
      muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.
      
      Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron
      una tarde amaranto que dije un canto a sus
      cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron
      las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.
      
      Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres
      sus velas cremas que iban al tope en las salobres
      espumas de un marmuerto. Vencedora y vencida,
      
      se quedó pensativa y ojerosa y granate.
      Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,
      de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.
      
      
      
LÍNEAS
      
Cada cinta de fuego
      que, en busca del Amor,
      arrojo y vibra en rosas lamentables,
      me da a luz el sepelio de una víspera.
      Yo no sé si el redoble en que lo busco,
      será jadear de roca,
      o perenne nacer de corazón.
      
      Hay tendida hacia el fondo de los seres,
      un eje ultranervioso, honda plomada.
      La hebra del destino!
      Amor desviará tal ley de vida,
      hacia la voz del Hombre;
      y nos dará la libertad suprema
      en transubstanciación azul, virtuosa,
      contra lo ciego y lo fatal.
      
      Que en cada cifra lata,
      recluso en albas frágiles,
      el Jesús aún mejor de otra gran Yema!
      
      Y después... La otra línea...
      Un Bautista que aguaita, aguaita, aguaita...
      Y, cabalgando en intangible curva,
      un pie bañado en púrpura.
      
      
      
AMOR PROHIBIDO
      
Subes centelleante de labios y
      ojeras!
      Por tus venas subo, como un can herido
      que busca el refugio de blandas aceras.
      
      Amor, en el mundo tú eres un pecado!
      Mi beso es la punta chispeante del cuerno
      del diablo; mi beso que es credo sagrado!
      
      Espíritu es el horópter que pasa
                        puro
      en su blasfemia!
      El corazón que engendra al cerebro
      que pasa hacia el tuyo, por mi barro triste.
      
      Platónico estambre
      que existe en el cáliz donde tu alma existe!
      
      ¿Algún penitente silencio siniestro?
      ¿Tú acaso lo escuchas? Inocente flor!
      ... Y saber que donde no hay un Padrenuestro,
      el Amor es un Cristo pecador!
      
      
      
LA CENA MISERABLE
      
Hasta cuándo estaremosesperando lo
      que
      no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
      nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
      la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.
      
      Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
      por haber padecido!...
                        Ya
      nos hemos sentado
      mucho a la mesa, con la amargura de un niño
      que a media noche, llora de hambre, desvelado...
      
      Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
      de una mañana eterna, desayunados todos!
      Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
      yo nunca dije que me trajeran.
                        De
      codos
      todo bañado en llanto, repito cabizbajo
      y vencido: hasta cuándo la cena durará.
      
      Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
      y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
      de amarga esencia humana, la tumba...
                        Y
      menos sabe
      ese oscuro hasta cuándo la cena durará!
      
      
      
PARA EL ALMA IMPOSIBLE DE MI
      AMADA
      
Amada: no has querido plasmarte
      jamás
      como lo ha pensado mi divino amor.
                        Quédate
      en la hostia,
                        ciega
      e impalpable,
                        como
      existe Dios.
      
      Si he cantado mucho, he llorado más
      por ti ¡oh mi parábola excelsa de amor!
                        Quédate
      en el seso,
                        y
      en el mito inmenso
                        de
      mi corazón!
      
      Es la fé, la fragua donde yo quemé
      el terroso hierro de tanta mujer;
      y en un yunque impío te quise pulir.
                        Quédate
      en la eterna
                        nebulosa,
      ahí,
                        en
      la multicencia de un dulce no ser.
      
      Y si no has querido plasmarte jamás
      en mi metafísica emoción de amor,
                        deja
      que me azote,
                        como
      un pecador.
      
      
      
EL TÁLAMO ETERNO
      
Sólo al dejar de ser, Amor es
      fuerte!
      Y la tumba será una gran pupila,
      en cuyo fondo supervive y llora
      la angustia del amor, como en un cáliz
      de dulce eternidad y negra aurora.
      
      Y los labios se encrespan para el beso,
      como algo lleno que desborda y muere;
      y, en conjunción crispante,
      cada boca renuncia para la otra
      una vida de vida agonizante.
      
      Y cuando pienso así, dulce es la tumba
      donde todos al fin se compenetran
      en un mismo fragor;
      dulce es la sombra, donde todos se unen
      en una cita universal de amor.
      
      
      
LAS PIEDRAS
      
Esta mañana bajé
      a las piedras, oh las piedras!
      Y motivé y troquelé
      un pugilato de piedras.
      
      Madre nuestra, si mis pasos
      en el mundo hacen dolor,
      es que son los fogonazos
      de un absurdo amanecer.
      
      Las piedras no ofenden; nada
      codician. Tan sólo piden
      amor a todos, y piden
      amor aun a la Nada.
      
      Y si algunas. de ellas se
      van cabizbajas, o van
      avergonzadas, es que
      algo de humano harán...
      
      Mas, no falta quien a alguna
      por puro gusto golpee.
      Tal, blanca piedra es la luna
      que voló de un puntapié...
      
      Madre nuestra, esta mañana
      me he corrido con las hiedras,
      al ver la azul caravana
      de las piedras,
      de las piedras,
      de las piedras...
      
      
      
RETABLO
      
Yo digo para mí: por fin escapo al
      ruido;
      nadie me ve que voy a la nave sagrada.
      Altas sombras acuden,
      y Darío que pasa con su lira enlutada.
      
      Con paso innumerable sale la dulce Musa,
      y a ella van mis ojos, cual polluelos al grano.
      La acosan tules de éter y azabaches dormidos,
      en tanto sueña el mirlo de la vida en su mano.
      
      Dios mío, eres piadoso, porque diste esta nave,
      donde hacen estos brujos azules sus oficios.
      Darío de las Américas celestes! Tal ellos se parecen
      a ti! Y de tus trenzas frabrican sus cilicios.
      
      Como ánimas que buscan entierros de oro absurdo,
      aquellos arciprestes vagos del corazón,
      se internan, y aparecen... y, habládonos de lejos,
      nos lloran el suicidio monótono de Dios!
      
      
      
PAGANA
      
Ir muriendo y cantando. Y bautizar
      la sombra
      con sangre babilónica de noble gladiador.
      Y rubricar los cuneiformes de la áurea alfombra
      con la pluma del ruiseñor y la tinta azul del dolor.
      
      ¿La Vida? Hembra proteica. Contemplarla asustada
      escaparse en sus velos, infiel, falsa Judith;
      verla desde la herida, y asirla en la mirada,
      incrustando un capricho de cera en un rubí.
      
      Mosto de Babilonia, Holofernes, sin tropas,
      en el árbol cristiano yo colgué mi nidal;
      la viña redentora negó amor a mis copas;
      Judith, la vida aleve, sesgó su cuerpo hostial.
      
      Tal un festín pagano. Y amarla hasta en la muerte,
      mientras las venas siembran rojas perlas de mal;
      y así volverse al polvo, conquistador sin suerte,
      dejando miles de ojos de sangre en el puñal.
      
      
      
LOS DADOS ETERNOS
      
Para Manuel González Prada, esta emoción bravía y
      selecta, una de las que, con más entusiasmo, me ha aplaudido el gran
      maestro.
      
Dios mío, estoy llorando el ser
      que vivo;
      me pesa haber tomádote tu pan;
      pero este pobre barro pensativo
      no es costra fermentada en tu costado:
      ¡tú no tienes Marías que se van!
      
      Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
      hoy supieras ser Dios;
      pero tú, que estuviste siempre bien,
      no sientes nada de tu creación.
      ¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
      
      Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
      como en un condenado,
      Dios mío, prenderás todas tus velas,
      y jugaremos con el viejo dado.
      Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
      del universo todo,
      surgirán las ojeras de la Muerte,
      como dos ases fúnebres de lodo.
      
      Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
      ya no podrás jugar, porque la Tierra
      es un dado roído y ya redondo
      a fuerza de rodar a la aventura,
      que no puede parar sino en un hueco,
      en el hueco de inmensa sepultura.
      
      
      
LOS ANILLOS FATIGADOS
      
Hay ganas de volver, de amar, de no
      ausentarse,
      y hay ganas de morir, combatido por dos
      aguas encontradas que jamás- han de istmarse.
      
      Hay ganas: de un gran beso que amortaje a la Vida,
      que acaba en el áfrica de una agonía ardiente,
      suicida!
      
      Hay ganas de... no tener ganas. Señor;
      a ti yo te señalo. con el dedo deicida:
      hay ganas de no haber tenido corazón.
      
      La primavera vuelve, vuelve y se irá. Y Dios,
      curvado en tiempo, se repite, y pasa:, pasa
      :a cuestas con la espina dorsal del Universo.
      
      Cuando, las sienes tocan su lúgubre .tambor...
      cuando me- duele el sueño grabado en un puñal,
      hay ganas de quedarse plantado en .este verso!
      
      
      
SANTORAL
      (Parágrafos)
      
Viejo Osiris! Lleguéhasta la pared
      de enfrente de la vida.
      
      Y me parece. que he tenido siempre
      a la mano esta pared.
      
      Soy la sombra, el reverso: todo va
      bajo mis pasos de columna eterna.
      
      Nada e traído por las trenzas; todo
      fácil se vino a mí, como una herencia.
      
      Sardanápalo. Tal, botón eléctrico.
      de máquinas de sueño fue mi boca.
      
      Así he llegado a la pared de enfrente;
      y siempre ésta pared tuve .a la mano.
      
      Viejo Osiris! Perdónote! Que nada
      alcanzó a requerirme, nada, nada...
      
      
      
LLUVIA
      
En Lima... En Lima está lloviendo
      el agua sucia de un dolor
      qué mortífero! Está lloviendo
      de la gotera de tu amor.
      
      No te hagas la que está durmiendo,
      recuerda de tu trovador;
      que yo ya comprendo.. . comprendo
      la humana ecuación de tu amor.
      
      Truena en la mística dulzaina
      la gema tempestuosa y zaina,
      la brujería de tu “sí”.
      
      Mas, cae, cae el aguacero
      al ataúd, de mi sendero,
      donde me ahueso para ti...
      
      
      
AMOR
      
Amor, ya no vuelves a mis ojos
      muertos;
      y cuál mi idealista corazón te llora.
      Mis cálices todos aguardan abiertos
      tus hostias de otoño y vinos de aurora.
      
      Amor, cruz divina, riega mis desiertos
      con tu sangre de astros que sueña y que llora.
      Amor, ya no vuelves a mis ojos muertos
      que temen y ansían tu llanto de auroral
      
      Amor, no te quíero cuando estás distante
      rifado en afeites de alegre bacante,
      o en frágil y chata facción de mujer.
      
      Amor, ven sin carne, de un Icor que asombre;
      y que yo, a manera de Dios, sea el hombre
      que ama y engendra sin sensual placer!
      
      
      
DIOS
      
Siento a Dios que camina
      tan en mí, con la tarde y con el mar.
      Con él nos vamos juntos. Anochece.
      Con él anochecemos, Orfandad...
      
      Pero yo siento a Dios. Y hasta parece
      que él me dicta no sé qué buen color.
      Como un hospitalario, es bueno y triste;
      mustia un dulce desdén de enamorado:
      debe dolerle mucho el corazón.
      
      Oh, Dios mío, recién a ti me llego
      hoy que amo tanto en esta tarde; hoy
      que en la falsa balanza de unos senos,
      mido y lloro una frágil Creación.
      
      Y tú, cuál llorarás..., tú, enamorado
      de tanto enorme seno girador...
      Yo te consagro Dios, porque amas tanto;
      porque jamás sonríes; porque siempre
      debe dolerte mucho el corazón.
      
      
      
UNIDAD
      
En esta noche mi reloj jadea
      junto a la sien oscurecida, como
      manzana de revólver que voltea
      bajo el gatillo sin hallar el plomo.
      
      La luna blanca, inmóvil, lagrimea,
      y es un ojo que apunta... Y siento cómo
      se acuña el gran Misterio en una idea
      hostil y ovoidea, en un bermejo plomo.
      
      Ah, mano que limita, que amenaza
      tras de todas las puertas, y que alienta
      en todos los relojes, cede y pasa!
      
      Sobre la araña gris de tu armazón,
      otra gran Mano hecha de luz sustenta
      un plomo en forma azul de corazón.
      
      
      
LOS ARRIEROS
      
Arriero, vas fabulosamente vidriado
      de sudor.
      La hacienda Menocucho
      cobra mil sinsabores diarios por la vida.
      Las doce. Vamos a la cintura del día.
      El sol que duele mucho.
      
      Arriero, con tu poncho colorado te alejas,
      saboreando el romance peruano de tu coca.
      Y yo desde una hamaca,
      desde un siglo de duda,
      cavilo tu horizonte y atisbo, lamentado,
      por zancudos y por el estribillo gentil
      y enfermo de una “paca-paca.”
      A1 fin tú llegarás donde debes llegar,
      arriero, que, detrás de tu burro santurrón,
      te vas...,
      te vas...
      
      Feliz de ti, en este calor en que se encabritan
      todas las ansias y todos los motivos;
      cuando el espíritu que anima al cuerpo apenas,
      va sin oca, y no atina a acesbtrar
      su bruto hacia los Andes
      oxidentales de la Eternidad.
      
      
      
CANCIONES DE HOGAR
      
ENCAJES DE FIEBRE
      
Por los cuadros de santos en el
      muro colgados
      mis pupilas, arrastran un ¡ay! de anochecer;
      y én un temblor de fiebre, con los brazos cruzados,
      mi ser recibe vaga visita del Noser:
      
      Una mosca llorona en los muebles cansados
      yo no sé qué leyenda fatal quiere verter:
      una ilusión de Orientes que fugan asaltados;
      un nido azul de alondras que mueren al nacer.
      En un sillón antiguo sentado está mi padre.
      Como una Dolorosa, entra y sale mi madre:
      Y al verlos siento un algo que no, quiere partir.
      
      Porque antes. de la oblea que es hostia, hecha de Ciencia,
      está la hostia, oblea hecha de Providencia.
      Y la.visita nace, me ayuda a bien vivir...
      
      
      
LOS PASOS LEJANOS
      
Mi padre duerme. Su semblante
      augusto
      figura un apacible corazón;
      está ahora tan dulce...
      si hay algo en él de amargo, seré yo.
      
      Hay soledad en el hogar; se reza;
      y no hay noticias de los hijos hoy.
      Mi padre se despierta, ausculta
      la huida a Egipto, el restañante adiós.
      Está ahora tan cerca;
      si hay algo en él de lejos, seré yo.
      
      Y mi madre pasea allá en los huertos,
      saboreando un sabor ya sin sabor.
      Está ahora tan suave,
      tan ala, tan salida, tan amor.
      
      Hay soledad en el hogar sin bulla,
      sin noticias, sin verde, sin niñez.
      Y si hay algo quebrado en esta tarde,
      y que baja y que cruje,
      son dos viejos caminos blancos, curvos.
      Por ellos va mi corazón a pie.
      
      
      
A MI HERMANO MIGUEL
      
In memoriam
      
Hermano, hoy estoy en el poyo de la
      casa.
      Donde nos haces una falta sin fondo!
      Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
      nos acariciaba: “Pero, hijos...”
      
      Ahora yo me escondo,
      como antes, todas estas oraciones
      vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
      Por la sala, el zaguán, los corredores.
      Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
      Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
      hermano, en aquel juego.
      
      Miguel, tú te escondiste
      una noche de agosto, al alborear;
      pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
      Y tu gemelo corazón de esas tardes
      extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
      cae sombra en el alma.
      
      Oye, hermano, no tardes
      en salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.
      
      
      
ENEREIDA
      
Mi padre, apenas
      en la mañana pajarina, pone
      sus setentiocho años, sus setentiocho
      ramos de invierno a solear.
      El cementerio de Santiago, untado
      en alegre año nuevo, está a la vista.
      Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él,
      y tornaron de algún entierro humilde.
      
      Hoy hace mucho tiempo que mi padre no sale
      Una broma de niños se desbanda.
      
      Otras veces le hablaba a mi madre
      de impresiones urbanas, de política;
      y hoy, apoyado en su bastón ilustre
      que sonara mejor en los años de la Gobernación,
      mi padre está desconocido, frágil,
      mi padre es una víspera.
      Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,
      recuerdos, sugerencias.
      La mañana apacible le acompaña
      con sus alas blancas de hermana de la caridad.
      
      Día eterno es éste, día ingenuo, infante
      coral, oracional;
      se corona el tiempo de palomas,
      y el futuro se puebla
      de caravanas de inmortales rosas.
      Padre, aún sigue todo despertando;
      es enero que canta, es tu amor
      que resonando va en la Eternidad.
      Aún reirás de tus pequeñuelos,
      y habrá bulla triunfal en los Vacíos.
      
      Aún será año nuevo. Habrá empanadas;
      y yo tendré hambre, cuando toque a misa
      en el-beato campanario
      el buen ciego mélico con quien
      departieron mis sílabas escolares y frescas,
      mi inocencia rotunda.
      Y cuando la mañana llena de gracia,
      desde sus senos de tiempo,
      que son dos renuncias, dos avances de amor
      que se tienden y ruegan infinito, eterna vida,
      cante, y eche a volar Verbos plurales,
      jirones de tu ser,
      a la borda de sus alas blancas
      de hermana de la caridad, ¡oh, padre mio!
      
      
      
ESPERGESIA
      
Yo nací un día
      que Dios estuvo enfermo.
      
      Todos saben que vivo,
      que soy malo; y no saben
      del diciembre de ese enero.
      Pues yo nací un día
      que Dios estuvo enfermo.
      
      Hay un vacío
      en mi aire metafísico
      que nadie ha de palpar:
      el claustro de un silencio
      que habló a flor de fuego.
      
      Yo nací un día
      que Díos estuvo enfermo.
      
      Hermano, escucha, escucha...
      Bueno. Y que no me vaya
      sin llevar diciembres,
      sin dejar eneros.
      
      Pues yo nací un día
      que Díos estuvo enfermo.
      
      Todos saben que vivo,
      que mastico... Y no saben
      por qué en mi verso chirrían,
      oscuro sinsabor de féretro,
      luyidos vientos
      desenroscados de la Esfinge
      preguntona del Desierto.
      Todos saben... Y no saben
      que la luz es tísica,
      y la Sombra gorda...
      Y no saben que el Misterio sintetiza...
      que él es la joroba
      musical y triste que a distancia denuncia
      el paso meridiano de las lindes a las Lindes.
      
      Yo nací un día
      que Dios estuvo enfermo,
      grave.
      
      
      
      
      
Literatura
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