|
Bonaparte
Gautreaux Piñeyro El
Testigo Hermano, perdóname que me haya
dilatado tanto para poder contarte que lo vi todo, todo, todito, que vi
cómo te mataron y ahora con el tiempo es cuando vengo a hacerte el
cuento. Pero tú sabes cómo soy. Además, entonces era un muchacho y
los grandes nos ponían poca atención... Pues sí, llegué temprano
porque todo se sabe y en el pueblo se comentó. Y si llegaba cuando
estuvieran ellos y tú y toda la gente, se darían cuenta de mi
presencia y a lo mejor surgían problemas. Por eso llegué tempranito.
Sobre las aguas de las Dos Bocas había una nube blanco-gris que se
partió con el primer rayo de sol. Además, yo me estaba sobre la yerba.
entre los matorrales y me entretenía mirando hacia el camino. Así fue.
Esperando tu llegada. Tu llegada y la de ellos. El camino se llenaba de
luz mientras despertaban el río y el monte y los pájaros y yo miraba
hacia allá, hacia el lugar por el cual más tarde te vería llegar.
Pero no quiero adelantarme porque después me preguntarás por ésto o
por lo otro y tú sabes cómo somos en la familia, que comenzamos
hablando de una cosa y acabamos hablando de otra sin haber terminado la
primera. Por eso te quiero decir que una mosca me ayudó a esperar. Y
quizá te resulte extraño, hasta muy extraño puede parecerte, porque
comencé hablando de que hace tiempo tenía pendiente contarte lo que
ví, todo, cómo te mataron, y ahora te salgo hablando de moscas. Pues
sí, la mosca llegó curioseando por queseyodonde y se posó en mi
nariz. Recuérdate que cualquier movimiento que hace quien está al
acecho le parece un ruido capaz de despertar un muerto. Y la mosca, no
sé, pero imagino que pensaría que no la iba a matar. ¿O quizá sabía
que te esperaba?... No sé, pero la mosca al principio voló al sentir
mi respiración. Yo seguí tenso y quieto. Sudaba ... Miraba el camino y
veía cómo se iba despertando la mañana con la luz y por todos los
lados venía el ruido de los pájaros, el mugir de las vacas y a lo
lejos las voces de la gente que llegaban a mí como asordinadas. La
mosca volvió a posarse en mi nariz y ya se quedó hasta las primeras
palabras gruesas que llenaron mi cara de gotas de sudor. ¡Si la
hubieras visto!... Tú, siempre tan asqueado. Pero no importa. La mosca
fue mi compañía mientras mantenía la esperanza... ¡Qué
esperanza!... Ya voy a ponerme sentimental y sé que eso no te gusta. Y
por respeto a tu muerte no voy a estar dándote más disgustos... Oye
hermano... ¡Qué cosa! Nunca pensé que una mosca podría ser mi única
amiga, mi única compañera el día que te mataron. ¡Así es la vida!
Después, cuando todo acabó, maté la mosca para llevármela de
recuerdo y aquí la tengo. La traje para dejártela dentro de uno de los
faroles de los cuatro que cuidan tu sepultura. La voy a meter dentro
para que dure hasta el domingo cuando mamá venga a limpiar la tumba y a
encender algunas velas que se lleva la brisa junto con las oraciones que
musita. Y sé que te estas preguntando: ¿Y éste a qué vino?... ¿A
contarme que el día de mi muerte jugaba con una mosca?... ¿A qué vino
después de cuatro o cinco o seis meses, queseyó?... No hermano. Tú
sabes que cuando se va al cementerio solo y de noche, ya uno anda en
asuntos importantes. Y por eso estoy aquí, para decirte cómo lo vi
todo, todito, todo lo que te hicieron y me quedé quieto, quedo, mirando
con todo lo que podían extender mis párpados hacia arriba y hacia
abajo. Así, como ponían los cómicos la cara en las películas cuando
me llevabas al cine para luego meterme miedo en las noches... ¿Tú
ves?... Ahora estoy aquí, en la oscuridad, contándote que maté la
mosca para venir a ponerla dentro de uno de los faroles de tu sepultura.
Pues, sí, hermano, lo ví todo. Es más, las pisadas pesa das me
dijeron que ya venían y entonces la mosca se estuvo quieta. Quieta como
cuando el caballo se quedaba callado y tú pisabas voceándome por los
caminos del monte y al llegar a casa me encontrabas muerto de risa. ¿Te
acuerdas?... Así se quedó la mosca. Las pisadas rompieron el ritmo y
el sonido de la mañana que se despertaba con la luz. Se acercaron hasta
que primero ya veía las botas y luego imaginé los uniformes. Así fue,
hermano, o por lo menos, así lo recuerdo. Ellos llegaron cantando esas
canciones que se oyen cuando los soldados desfilan triunfantes al final
de la película. No sé si lo recuerdas, porque a lo mejor estabas
pensando en fugarte, pues ya sabías que de las Dos Bocas, de ahí, de
donde se juntan los ríos, nadie vuelve. .. Pues así, hermano. Ya soy
un hombre que se atreve a venir solo y de noche al cementerio. Y por eso
te cuento lo de la mosca, porque ése día aprendí a estarme quieto y
quedo aunque sudara y los ojos se abrieran hasta más allá de donde los
párpados podían. Y sobretodo, lo más importante es que aprendí a
esperar la oportunidad. Oyeme, después que pasó todo, y ya te dije que
lo ví todo porque llegué bien tempranito, después que pasó todo me
dispuse a matar la mosca. Y era importante que aprendiera a esperar la
oportunidad. Porque ahora te traigo la mosca y ya la metí en el farol y
ahora te puedo contar que cuando te amarraron para hacerte tomar agua en
el embudo, pensé en que no se lo podía contar a mamá porque el agua
estaba sucia. Y desde el lugar en donde estaba se veía perfectamente
cómo se te hinchaba la barriga mientras el gringo vaciaba latas de agua
por el embudo. Y al final fue cuando me gradué de hombre. Porque
hermano. ¡Qué macho, carajo! Así se muere. Los hombres no gritan,
¡coño! Y si ahora me corre una gota que se salió de los párpados,
hermano, es de sudor. Las pesadas pisadas de las botas hollaron la
orilla del río. Y yo lo ví todo. Todito. Todo. Yo ví, hermano, cuando
el americano levantó la primera estaca y el otro seguía echando agua
por el embudo y tu barriga crecía. Y tiró la primera estaca y pesó
otra en sus manos grandotas y ásperas. Sí, hermano. Lo vi todo,
todito. Y me dolió cuando te pegó el primer palo en la barriga y
siguió hasta que te reventaste. Yo estaba ahí, hermano. Estaba
acompañado de la mosca. Es más, la mosca es mi único testigo. Por eso
la traigo hoy. Hoy que me gradué de hombre. Pero no te he dicho
todavía que conté cuántos palos te dió el desgraciado en la barriga
hasta que reventaste. Pero, ¡qué importa! Lo importante es que hoy
hace un rato, cuando me encontré al americano que venía solo por el
callejón oscuro que hay por la casa de Fela, le dí 37 puñaladas en la
barriga. Y como la mosca estaba conmigo, ahora te la traigo hermano. Y
ahora te puedo contar que lo ví todo, todito, pero no quise venir a
contarte nada hasta tener la historia completa... Literatura
.us
|