Julio
Cortázar
(1914-1984)
Cefalea
(Bestiario, 1951)
Cuidamos las mancuspias hasta
bastante tarde, ahora con el calor del verano se llenan de caprichos y
versatilidades, las más atrasadas reclaman alimentación especial y les
llevamos avena malteada en grandes fuentes de loza; las mayores están
mudando el pelaje del lomo, de manera que es preciso ponerlas aparte,
atarles una manta de abrigo y cuidar que no se junten de noche con las
mancuspias que duermen en jaulas y reciben alimento cada ocho horas.
No nos sentimos
bien. Esto viene desde la mañana, tal vez por el viento caliente que
soplaba al amanecer, antes de que naciera este sol alquitranado que dio en
la casa todo el día. Nos cuesta atender a los animales enfermos -esto se
hace a las once- y revisar las crías después de la siesta. Nos parece
cada vez más penoso andar, seguir la rutina; sospechamos que una sola
noche de desatención sería funesta para las mancuspias, la ruina
irreparable de nuestra vida. Andamos entonces sin reflexionar, cumpliendo
uno tras otro los actos que el hábito escalona, deteniéndonos apenas
para comer (hay trozos de pan en la mesa y sobre la repisa del living) o
mirarnos en el espejo que duplica el dormitorio. De noche caemos
repentinamente en la cama, y la tendencia a cepillarnos los dientes antes
de dormir cede a la fatiga, alcanza apenas a sustituirse por un gesto
hacia la lámpara o los remedios. Afuera se oye andar y andar en círculo
a las mancuspias adultas.
No nos sentimos
bien. Uno de nosotros es Aconitum es decir que debe medicamentarse
con aconitum en diluciones altas si, por ejemplo, el miedo le ocasiona
vértigo. Aconitum es una violenta tormenta, que pasa pronto. De
qué otro modo describir el contraataque a una ansiedad que nace de
cualquier insignificancia, de la nada. Una mujer se enfrenta
repentinamente con un perro y comienza a sentirse violentamente mareada.
Entonces aconitum, y al poco rato sólo queda un mareo dulce, con
tendencia a marchar hacia atrás (esto nos ocurrió, pero era un caso Bryonia
lo mismo que sentir que nos hundíamos con, o a través de la cama).
El otro, en cambio,
es marcadamente Nux vomica. Después de llevar la avena malteada a
las mancuspias, tal vez por agacharse demasiado al llenar la escudilla,
siente de golpe como si le girara el cerebro, no que todo gire en torno
–el vértigo en sí– sino que la visión es la que gira, dentro de él
la conciencia gira como un giróscopo en su aro, y afuera todo está
tremendamente inmóvil, sólo que huyendo e inasible. Hemos pensado si no
será más bien un cuadro de Phosphorus, porque además lo aterra
el perfume de las flores (o el de las mancuspias pequeñas, que huelen
débilmente a lila) y coincide físicamente con el cuadro fosfórico: es
alto, delgado, anhela bebidas frías, helados y sal.
De noche no es
tanto, nos ayudan la fatiga y el silencio –porque el rondar de las
mancuspias escande dulcemente este silencio de la pampa– y a veces
dormimos hasta el amanecer y nos despierta un esperanzado sentimiento de
mejoría. Si uno de nosotros salta de la cama antes que el otro, puede
ocurrir con todo que asistamos consternados a la repetición de un
fenómeno Camphora monobromata, pues cree que marcha en una
dirección cuando en realidad lo está haciendo en la opuesta. Es
terrible, vamos con toda seguridad hacia el baño, y de improviso sentimos
en la cara la piel desnuda del espejo alto. Casi siempre lo tomamos a
broma, porque hay que pensar en el trabajo que espera y de nada serviría
desanimarnos tan pronto. Se buscan los glóbulos, se cumplen sin
comentarios ni desalientos las instrucciones del doctor Harbín. (Tal vez
en secreto seamos un poco Natrum muriaticum. Típicamente, un
natrum llora, pero nadie debe observarlo. Es triste, es reservado; le
gusta la sal.)
¿Quién puede
pensar en tantas vanidades si la tarea espera en los corrales, en el
invernadero y en el tambo [vaquería]? Ya andan Leonor y el Chango
alborotando fuera, y cuando salimos con los termómetros y las bateas para
el baño, los dos se precipitan al trabajo como queriendo cansarse pronto,
organizando su haraganeo de la tarde. Lo sabemos muy bien, por eso nos
alegra tener salud para cumplir nosotros mismos con cada cosa.
Mientras no pase de
esto y no aparezcan las cefaleas, podemos seguir. Ahora es febrero, en
mayo estarán vendidas las mancuspias y nosotros a salvo por todo el
invierno. Se puede continuar todavía.
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