Rosario Ferré
(Ponce, Puerto Rico, 28 de septiembre de 1938 - San Juan, 18 de febrero de 2016)
Carta
Originalmente publicado en la revista Zona Carga y Descarga, 4 (1973), pág. 20;
Papeles de Pandora
(México: Editorial Joaquín Mortiz, 1976, 207 págs.), págs. 121-124
me detengo en la esquina de la avenida a leer tu carta que se me desintegra entre los dedos hace tanto calor regresar allá es imposible dices somos una isla poblada de muñecos vaporizada por el vaho de los carburadores me detengo en la esquina de la avenida volcando mi dolor como un pote de violeta de genciana manchándolo todo la boca morada de genciana tiene olor a caimito podrido cuando ya la cabeza se pudre en el tronco se nos pega la lengua al paladar imposible regresar dices somos un país de muñecos ¿quiénes son nuestros héroes? pasan por la avenida clamorosa el prisionero liberado de vietnam del norte muñeco de trapo el cardenal rolipoli tentenpié de goma rodando undosundos de norte a sur muñeco de viento la barbie-mary-sol casada con el butch-big-jim muñecos de plástico no voy a regresar jamás me dijo me dices pinocho al país de los muñecos fabricados por la fisher price inc.
los muñecos más temibles son los ejecutivos dices esos nunca los podrás destruir la leche de caimito es pegajosa como el semen inútil derramado en la esquina cuando ves una mujer hermosa pasar rápidamente por la calle tienen cabeza de oficina pecho de mesa patas de aluminio asiento de cromio con cojines de cuero rojo con cojones de vaca roja para mullir la cabeza ejecutiva ¿ejecutada? no sé porqué he venido a leer tu carta aquí frente al banco popular center el corazón palpitante de la ciudad rodeada blindada cegada por los muñecos ejecutivos soldados de stainless steel ¿acero inmarcesible? de platino puro los muñecos ejecutivos eternamente vestidos de gris que salen ahora de sus oficinas porque son las cinco de la tarde
vestida con una pancarta de peces amarillos me dejé caer en medio del océano los peces se me pegan silenciosos me ondulan por todo el cuerpo se me escurren por debajo de los sobacos se me meten entre las piernas los peces dorados me hacen reír porque tú le temes a los muñecos ejecutivos pero yo no ellos tienen grandes peceras de cristal en sus oficinas los veo da-rito desde aquí están de pie en la orilla de la playa me miran meten una y otra vez las manos en las peceras tratan de agarrar los peces dorados pero las largas aletas de humo se les esfuman entre los dedos con un solo movimiento de sus colas y yo me río y los miro me voy metiendo en el agua desrizando pequeñas crestas con mis piernas macizas troncos de caoba que brillan ahora el agua me llega a la cintura y los miro que baten desesperados el agua de las peceras tratando de coger los peces pulpos que botan humo se les manchan las manos de violeta de genciana coño esa mancha no sale
he cruzado a la mitad de la avenida con tu carta desintegrada entre los dedos los carros escuelas de peces metálicos relampagueando a mi alrededor somos un país de muñecos dices no tenemos salvación muñecos hinchados de helio rebotando redonditos rosaditos rechonchitos eternos el don pablo el cardenal el alcalde el maributch agitando dumbos grandes orejas grises volando serenitos sobre las antenas de los carros ahora siento que mi vulva se deshace debajo del agua me mancha todo el vientre de púrpura me adentro en la corriente de peces de lata aprieto mi sexo de múrice con mis piernas macizas para exprimir el tinte cada vez más puro que me mancha ahora todo el cuerpo veo desde aquí a los muñecos ejecutivos que ejecutan un pas de quatre sobre la arena de la orilla me hacen señas para que regrese gritan palabras procaces blan diendo inmensos falos de cristal
ahora ves cómo el don pablo el alcalde el soldado el barbibutch prueban las olas con la punta de la lengua se les quedan pegadas las mandíbulas la leche de caimito es así traicionera beben a través de los dientes atrancados comienzan a seguirme no les queda otro remedio que seguirme van entrando en el agua violeta los cuerpos se les van disolviendo derritiendo licuando en un líquido amarillento y aceitoso que mi piel absorbe ávidamente ahora el agua les llega a la cintura ya no existen de la cintura para abajo el don pablo el alcalde el maributch flotando rebotando alegremente sobre redondas cinturas cercenadas los muñecos ejecutivos se resisten todavía las bisagras destellan platino puro en sus coyunturas siguen detenidos en la orilla de la playa gesticulando desesperados porque se le han escapado sus cupi dolls sus costosos angelotes publicitarios que tanto capital invertido les costara para crear LA IMAGEN que vendiera el dial soap el spalding ball la guerra heroica el apoteósico festival colonial
pero ahora también los muñecos ejecutivos sienten un cosquilleo peligroso en las verijasíjaresingles son los peces dorados que se les han acercado de nuevo y ahora no pueden resistir la tentación los agarran por la cola los sacan del agua pero los peces se les quedan quietos sobre la palma de la mano empiezan a perder el color se mustian rápidamente lánguidos derramando aletas se encogen se arrugan les chorrean los dedos y yo me río a carcajadas y estiro los brazos poderosos delante de mí y me empujo con los pies en la arena y empiezo a nadar a mar abierto los muñecos ejecutivos se acercan al borde del agua con las manos llenas de peces muertos se mojan sin darse cuenta las puntas de los zapatos italianos saltan para atrás porque los zapatos cuestan ciento cincuenta dólares el par y el agua de sal hace que el cuero se encrespe y se ponga duro pero me siguen con la vista yo me detengo en medio del chorro de chatarra azulrojoamarillo y les hago señas para que me sigan para que no tengan miedo es tan natural es un alivio derretirse cuando hace tanto calor dejar que la carne se convierta en algo útil (como nitroglicerina por ejemplo) ahora bajan la vista y vuelven a mirarse las puntas de los zapatos pespunteados a mano después se miran los pantalones de gabardina con la línea inmaculadamente planchada la corbata de cardin la camisa de popelina con las iniciales diminutas bordadas en rojo sobre el corazón vuelven a mirarme por última vez tiran al agua los peces hediondos se sientan en las butacas de cuero rojo dejan caer hacia atrás las cabezas ahora ya sí ejecutadas sobre los almohadones y se masturban mientras van adentrando las piernas grises en el agua violenta gehenciana
de pie en medio de la avenida hace tanto calor mi cuerpo inmóvil absorbe el líquido aceitoso amarillento que viene colándoseme poco a poco por los ojos de las ventanas ribeteando las espaldas de las aceras tatuando el enrejillado de las alcantarillas es el éster nítrico que por fin va tiñendo de azufre los biseles de cromo de los autobuses las caras gastadas de los transeúntes el perfil de los edificios ovillados en mi vientre los miles de hilos que estrallarán uno solo en la silueta de la ciudadincendio
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