Guillermo Cabrera Infante
(Gibara, Cuba, 1929 - Londres, 2005)

Josefina, atiende a los señores
Así en la paz como en la guerra
(La Habana: Ediciones R, 1960)



      Bueno, la cosa es que cuando uno tiene una casa no puede dejarse pasar la mota, porque ya se sabe que camalión que no muerde. Porque, mire, por ejemplo, esa muchacha Josefina. Es de lo mejorsito. Limpia, asiadita, no arma bronca nunca y vive aquí, con lo que uno la tiene siempre a mano, y nunca anda regatiando que si le ha quedado poco, que si el tanto por siento de la casa, que si es mucho, que si esto que si lo otro y lo de más allá. Por ese lado no tiene un defectico. Bueno, pero sin embargo, no hay quién la haga moverse de la cama.
       Mire que yo le digo: Josefina, has esto, Josefina, has lo otro. Josefina, esta niña, muévete. Sé más viva. Pues ni con eso. Y le ando atrás todo el bendito día. Porque a diligente sí que no me gana nadie. Si no, ¿cómo cre usté que yo hubiera llegado a montar este localsito? No crea que me he ganado esto con el sudor de mi sintura nada más. Qué va. De eso nada. A fuerza de espabilarme y de trabajar muy pero muy duro. Y no sólo horizontal. Porque, el difunto, que en pas descanse, no me dejó más que deudas. Y ya usté sabe lo que era esto: yo aquí, una mujer sola para atenderlo todo y llevarlo adelante. Pero yo ni dormía (bueno, igualito que ahora). A las cuatro o a las cinco cuando se iba el último cliente, yo cogía y me ponía a contar el dinero y a repartir lo de cada una (porque eso sí: a repartir parejo lo que con justicia le toca a cada una, no hay quién me gane). Pues después que repartía el dinero, levantaba al chiquito que me limpia y le hasía ponerse a trabajar a esa hora. Bueno y para no cansarlo, me acostaba dos o tres horas nada más y a las ocho ya estaba yo despertando a las muchachas que tienen el turno de por la mañana para que se arreglaran y resibieran limpias y compuestas a los clientes mañaneros. Porque usté sabe que hay gente que tienen sus manías y vienen por aquí al ser de día para coger a las muchachas frescas y descansadas, y otros para evitar lo de las enfermedades. Vea, ¡como si una noche pudiera borrar las cruses! Pero bueno, hijo, hay que complaserlos a todos —porque eso sí: si una fama tengo yo es la de ser complasiente, porque para mí siempre el cliente, como es el que paga, tiene la razón y no porque éste sea un negocio de andar en cueros, no vaya a pensar que no hay que darle a cada uno lo que pida. Bueno, pero para no cansarlo, le diré… ¿por dónde iba yo? Ah sí.
       Pues mire usté, después de las ocho ya no paraba yo: vaya a la plasa a hacer los mandados, cáigale arriba a la cosinera, después de comer, a resibir a las que duermen fuera y ponerlas pronto a trabajar, (porque usté sabe que si una fama tiene mi casa es la de tener siempre muchachas a disposición del que venga, a cualquier hora del día que venga, hasta las dos o las tres de la madrugada). Bueno, pues después de eso, me pongo a sacar lo que hayan ganado las vitrolas de los tres pisos, reviso cómo anda el baresito y mando al chiquito a la bodega, si hase falta cualquier bobería, y luego como ya es hora de la comida, pues a comer; y al acabar ya es de noche y bueno, para no cansarlo, que ya es la hora de empesar el ajetreo de a verdá verdá. Bueno, pues en todo ese tiempo, ¿qué cre que ha estado haciendo Josefina? ¡Dormiendo! Yo la he dejado porque ella lo único que pide es que la dejen dormir y ni siquiera anda peliando por la comida, que si es poco que si es mala, como algunas que yo conosco, y claro, yo la dejo dormir porque tengo que tenerla contenta; porque ella es muy solicitada por la clientela buena, pero rialmente esa muchacha es un dolor de cabesa contante. Yo comprendo que ella tiene proglemias de a verdá, pero ¡por favor! Quién no los tiene. Bueno, y usté me ve a mí detrás de ella: Josefina, vieja, baja que te buscan. Esta niña, ¿por qué no estás en el resibidor, atendiendo a la gente y no aquí tirada en la cama? Pues ella ni caso que me hase y entonses no me queda más remedio que mandar a buscar a Bebo, su marido, y únicamente así es como ella se levanta, se arregla y está dispuesta a trabajar. Yo creo que ella no se da cuenta de cómo la trato, con qué considerasión. Porque bueno, vamos a ver: si ella estuviera en uno de esos guachinches de entra que te conviene, y no en una casa como ésta, de las grandes, respetada, autorisada por la polisía y sin un proglemia nunca, donde no se arresiben menores y hay que tocar para entrar y no entra todo el que quiere; ¡y en la calle que está! Porque usté sabe que eso de tener una calle seria no lo consigue todo el mundo. Pero bueno, para no cansarlo, voy a terminar de contarle lo de Josefina.
       Claro que ella no se llama Josefina. Ése es el nombre para el negosio, pero todo el mundo cre que es el de a verdá, y yo creo que le onviene esa crensia. Yo no voy a cogerme las glorias de habérselo puesto,. Fue ella mis la que lo escogió, porque no le gustaban nada los de siempre, de Berta, de Siomara, de Margó, y los demás. Así que se quedó Josefina. Claro que tampoco es de por aquí. Es de Pinar. Ella vino de allá a trabajar en una casa particular. Por Almendares. Y aunque ganaba poco, estaba contenta porque le daban cuarto y comida y sus ventisinco. Y entonse llegó este Bebo (que tampoco se llama Bebo), que entonse tenía uniforme. Y la enamoró y a la semana se metía en su cuarto de ensima del garaje. Y ya usté se puede imaginar el resto. Bueno, total: que él dejó de ser soldado y ella dejó de ser criada. Ella al principio se resistió y cuando me la trajeron aquí la primera ves, mordía. No hablaba con nadie. Hasta trató de matarse. ¿Usté no ha visto las marcas que tiene en la muñeca? Pero se acostumbró, como se acostumbra uno a todo. Yo al prinsipio era igual y ya ve usté. Ahora, que yo después de todo he tenido suerte. Ella no.
       Ella se le fue un día a Bebo con un chulomedio alocado, bien paresido él, Cheo, que vino de Caimanera: un verdadero pico de oro. Figúrese que le disen Cheo Labia. Pues no duró mucho. Entonse fue cuando ella se metió en aquello de las carrosas de carnaval y usté recuerda lo del fuego. Bueno, total: que tuvieron que cortarle el braso y el otro la dejó. Entonse yo por pena la fui a visitar al hospital y al salir fue ella la que me pidió que la trajiera de nuevo. Luego volvió con Bebo. Y para que vea usté lo que es la gente, en ves de perjudicarla lo del braso, la benefisió. Y con su defegto y todo, es la que más hase. Porque oiga, hay gente para todo. Dígamelo a mí que a lo largo de mi carrera me he topado con cada uno. Conosí un tipo que no quería acostarse más que con mujeres con barriga y siempre andaba cayéndole atrás a las en estado. Había otro tipo que se privaba por las cojas. ¡Y cómo las pagaba! Podrá crer que ese tipo no las quería para acostarse, sino que las desnudaba a las pobres y se ponía a acarisiarle la pierna mala, hasta que le ocurría y se iba, sin haberse quitado ni el sombrero. Y allá en Caimanera conosí un yoni, marinero él, que no quería más que biscas. Decía cokay, cokay, y de ahí no había quién lo sacara. ¡Hay cada uno!
       Bueno para no cansarlo, esta muchachita, Josefina (porque como usté habrá visto es linda sin cuento), se volvió la perla de mi casa. Y es claro, en esas condisiones hay que complaserla y por eso es que yo la tengo como la tengo, que le doy lo que pida. Si no.
       ¿Esigente? ¿Ella? Si no pide ni agua. Ahora que desde que volvió, después del susedido, tengo que guardarle de su parte para que se compre pastillas pa dormir. Sin que se entere Bebo, claro. Porque parese que ella se acostumbró en el hospital, pa dormir y aguantar los dolores y eso, pienso yo, a tomar esas pílduras y ahora no hay quién se las quite. Entonse es cuando único molesta, cuando le falta su sedonal y no viene rápido el chiquito de la botica con el mandado. Oiga y que eso es como la mariguana y la cocaína. Un visio. Yo digo que con visios sí que no se puede ni trabajar ni vivir tampoco. Porque, diga, bastante tiene una ya con estar esclavisada a un hombre para que también tenga que estar gobernada por unos frijolitos de esos. Pero bueno, ése es su único alivio y como a mí no me cuesta ni dinero ni trabajo guardarle su parte y encargarle con el chiquito las pílduras, pues lo hago. Ahora que es una lástima: una niña tan bonita como ella. Porque eso sí: ella es un cromo. Un cromito. Pero bueno, resinnación. Ella nasió con mala pata. Primero lo del camión y ahora lo del niño, no es jarana. Porque eso último sí que no lo quiero ni pa mi peor enemiga. Porque hay que ver cómo se esperansa uno con una barriga. Ya cre usté que va a salir de todos los apuros y que el hombre se va a regenerar y a portarse como persona desente de ahí palante. Aunque luego uno se desilusione, como me pasó a mí. Aunque a Dios grasias, mi hija me salió buena. Está mucho mejor que yo. Porque oiga, ahí en Panamá está ganando lo que quiere y es la envidia de todas las que hasen el Canal: desde negras jamaiquinas hasta fransesas. Bueno, para no cansarlo, como le iba disiendo: eso del niño sí que fue un jaquimaso. Porque perder un braso, bueno todavía queda otro para acarisiar y si no, la boca: mientras no se pierda lo que está entre las piernas. Pero ella pasó una. Las de Caíñas, sí señor. Ella que como le dije estaba tan esperansada y va, y la criatura le nase muertesita. Ahora mejor así: porque era un femómemo, un verdadero mostro. Oiga, un femómemo completo. Hasta podía haberlo enseñado en un circo, que Dios me perdone. Es claro, eso la acabó de arrebatar. Estaba como boba, hubo días que ni salió del cuarto. Pero bueno, se le pasó. Es claro, que si no hubiera sío por las pastillas. Uté ve, ahí sí que la ayudaron mucho.
       Bueno, para no cansarlo: que si esa muchacha no estuviera conmigo que soy considerada y hasta me he encariñado con ella, la pasaría muy mal, porque yo sí que no la molesto y con tal que ella me cumpla. Porque si algo tengo yo es que soy comprensible, yo entiendo los proglemias de cada cual y respeto el dolor ajeno, claro mientras no me afette. Ni a mí ni a mi negosio. Porque como disen los americanos bisne si es bisne. Pero esa muchacha Josefina, como le he contado, le tengo afecto de madre de a verdá. Sin motivo, porque mi hija es mucho más joven (y así y todo quién va a desir que yo tenga ya una hija de veinte años, eh), es más joven y es más bonita; además que mi hija tiene su apreparasión. Porque eso sí: yo siempre me dije… Usté perdone, con permiso, me va a disculpar un momentico porque por ahí entra el Senador con su gente, siempre bien acompañado el Senador. Quiay Senador. Cómo le va. Enseguida estoy con usté. (Aquí enternós: el Senador está metido con Josefina, dise que no hay quién se mueva como ella, además dise que ese mocho de braso lo ersita como ninguna cosa; me dise el Senador. Esa manquita tuya vale un tesoro, cará, dise. Si no fuera tan dormilona, dise. Ahora que hasta dormida se mueve, dise. Se mueve. Es una anguila la chiquita, dise él. ¡Ese Senador es el demonio!) Bueno perdóneme. Que tengo que llamar a esa muchacha antes que el Senador se me impasiente, ¡Josefina! ¡Josefina!
       Josefina, atiende a los señores.



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