José Emilio Pacheco
(Ciudad de México, 1939-2014)


Jericó
El viento distante
(México, D.F.: Ediciones Era, 1969, 2. ed., rev. y ampliada, 138 págs.)



A Pedro Lastra

      H avanza por un camino del otoño. El mediodía parece arder, las nubes se forman y se deshacen. En un claro del bosque encuentra un sitio no alcanzado por la sequía. Observa el cielo, se tiende en ese manto de frescura, prende un cigarro y escucha resonar el viento en las frondas.
       Nada interrumpe la serenidad, el orden se ha adueñado del mundo. H baja la vista y descubre entre la hierba una caravana de hormigas que transportan los restos de una araña. Otras conducen briznas, fragmentos de hojas o semillas minúsculas, se acercan a las demás y entrechocan sus antenas en algo que parece trasmisión de órdenes o intercambio de noticias. La mayoría acopia miligramos de arena para levantar tenues murallas a la entrada de la ciudad subterránea.
       H admira la disciplina, la unidad del esfuerzo, la energía solidaria. Quizá las esclavas comenzaron su viaje en tiempos inmemoriales, tal vez acaban de emprenderlo. Absortas en su afán, las hormigas no tratan de causarle el menor daño. Pero H no resiste el impulso de tomar una y triturarla entre los dedos. Luego, con la brasa del cigarro provoca la desbandada.

       Las hormigas sueltan su presa y rompen filas. H calcina a las que intentan ocultarse. Hay un sombrío placer en exterminar a quienes no oponen resistencia. H se vuelve omipotente. Un pueblo entero sucumbe al frenesí de la destrucción.
       Cuando no queda hormiga viva en la superficie, H excava en pos de galerías secretas, salas, talleres, bodegas, prisiones. Es inútil hurgar la tierra mancillada: los pasadizos se han disuelto, H jamás profanará los misterios de las hormigas. Antes de levantarse, junta la hierba seca y prende fuego a las ruinas. El aire se impregna de un olor extraño.
       Media hora después H llega a las montañas que dominan la capital. De pie en los acantilados ve por un instante el terror, el caos, las llamas que arrasan la ciudad, los edificios desplomados, el aire letal que todo lo devora mientras el hongo de humo y escombros se eleva hacia el sol fijo en el espacio.



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