Juan
Bosch
(La Vega, Rep. Dominicana,
1909 - Santo Domingo, 2001)
Notas
sobra La Mañosa
Por Carlos Fernández-Rocha
2
El regionalismo latinoamericano
conservaba, aun cuando se daba en Europa la atemporalidad y la
pluridimensionalidad en la historia narrada, una linealidad en el tiempo
del relato: es decir, la literatura criolla conservaba la sucesión
natural del tiempo, a pesar de que ya en el viejo continente se habían
realizado los mas diversos experimentos que procuraban trastocar esa
sucesión natural o Lineal del fluir temporal. En esa línea criolla que
emplea la técnica lineal para desarrollar el argumento es que encaja La
Mañosa de Juan Bosch. En ella se refleja el modo básico de
estructurar y de armonizar las técnicas que la época exigía.
Para Todorov “el premblema del
tiempo en el relato se plantea a causa de la diferencia entre la
temporalidad de la historia y la del discurso”. Para él, el tiempo
del discurso es necesariamente “Lineal” mientras que el de la
historia es “pluridimensional”. En La Mañosa encontramos que
no aparece una preocupación manifiesta por esta problemática, aunque
hay una cierta inquietud por presentar “pluridimensionalidad” en lo
narrado. La anexión de anécdotas, como la que comienza en la página 17
contada por el viejo Dimas, podría interpretarse como un débil conato en
este sentido.
Así pues, como novela tradicional, se
puede ver en ella un desarrollo del relato continuo y fluido en el que
cada capítulo se eslabona con el anterior de forma lógica. Muestra de
este encadenamiento es el final del capítulo IV y el principio del
capitulo V. Veamos: “Mamá se quedó pensativa. Le llameaban los ojos y
con una mano, maquinalmente, me acariciaba la pierna que la fiebre
quemaba. Simeón miraba hacia la ventana con aire de persona que rumiaba
un pensamiento importante”. Luego leemos en la siguiente página: “Esa
misma noche llegó papá. Oímos el tropel de los mulos, cuyos pasos se
hicieron rápidos al sentir la cercanía del potrero” (págs. 54 y 55
respectivamente).
La coordenada espacial, inseparable
por necesidad de la temporal, se ubica en la región del Cibao,
desempeñando la función de “espejo”, en cuanto que permite recrear
la realidad histórica de las primeras décadas del siglo. De tal
ubicación hay numerosos ejemplos en La Mañosa: “Hablábamos un
poco de papá: deducíamos dónde estaría, ella refiriéndose a todo el
camino, yo desde Bonao hasta El Pino, que era el único trecho que
conocía, y Pepito, de Jima a la casa” (pág. 47). “El general Fello
Macarlo estaba acantonado a lo largo del Río Jima. Desde Piedra Blanca
hasta Rincón, el prestigio del general era indiscutible” (pág. 61 ).
Las referencias geográficas permiten una ubicación certera del aspecto
espacial, aún más que la temporalidad.
La visión teórica actual nos señala
que el proceso narrativo posee por lo menos tres protagonistas técnicos:
el personaje o la persona de quien se habla (él), el narrador o la
persona que habla (yo) y el lector o la persona a quien se habla (tú).
Muchas veces, la imagen del narrador se desdobla; si el narrador está
representado en el texto, debemos postular entonces la existencia de un
autor implícito de dicho texto el que escribe y que no debe ser
confundido con la persona del autor empírico, pues sólo el primero está
presente en la obra. Si ninguna persona se interpone entre ese autor
inevitable y el universo representado es porque el autor implícito y el
narrador se han fundido en uno solo. Estafunción no ocurreen La
Mañosa. Al reconocer el desdoblamiento podemos aceptar la presencia
del niño Juan como el narrador que nos hable en párrafos como este: “Dimas
se acariciaba la blanca barba y miraba al alcalde; padre, lleno de
recelos, comenzó a ojearlo. Suspensa sobre todos, ardía la mirada de mi
madre” (pág. 21). Así mismo se acepta a ese otro narrador que
denominamos autor implícito y que vemos filtrarse cuando se emiten
juicios como este: “Sin duda alguna aquello era la paz; es decir, en
todo había un cansancio, un desabrimiento, una especie de sueño profundo
aunque inútil. El sol lamía y lamía los montes distantes, los desnudos
caminos y los bohíos escasos. La guerra se había ido con la noche,
ensuciando de sangre los ríos, galopando en las ancas de ‘La Mañosa’
y arrastrando consigo a José Veras” (Pág. 109).
Como ya señalábamos, si ninguna
persona se interpone entre ese autor inevitable y el universo representado
es porque el autor implícito y el narrador se han fundido, pero esa
fusión no se da de manera sistemática en La Mañosa, puesto que
sí hay personajes interpuestos entre autor implícito y narrador. Así
explicamos las narraciones del viejo Dimas (págs. 17 y 23), la de Momón
(pág. 110), la de José Veras (pág. 79) y las de Don Pepe (págs. 24 y
193). No obstante, por lo general, el narrador tiene su propio e
inconfundible papel. Ese papel es diferente en cada parte de la
estructura, ya que puede ser uno de los narradores principales, por
ejemplo, en un relato en primera persona de Juan: “Yo estaba en el
comedor, desmenuzando restos del desayuno. Un rayo de sol caía sobre el
blanco mantel y el aire parecía mecerlo”. (pág. 36).
Las relaciones entre autor implícito.
narrador, personajes y lector implícito definen. en su variedad, la
problemática de la visión narrativa del autor. De ahí surgen una serie
de variantes susceptibles de combinación. Veamos algunas:
1. El relato puede presentarse de
manera natural como en los casos en que hay uno o varios interlocutores.
En la obra aparecen interlocutores en los momentos en que Dimas. Momón,
José Veras y Don Pepe intervienen en el transcurso narrativo con sus
anécdotas. El viejo Dimas se dirige a la familia; Momón y José Veras
tienen como interlocutor al niño Juan, Don Pepe les cuenta a su esposa e
hijos, a Mero, la vieja Carmita y Simeón su visita a Fello Macarlo en el
pueblo para interceder por unos amigos que iban a fusilar (pág. 193). En
el resto de la obra cabe pensar que el lector es la persona a la que va
dirigido el discurso de! narrador.
2. Ese narrador que nos cuenta la
historia a los lectores se presenta tanto en el universo de la
espacio-temporal evocada como en el relato mismo. Es indudable el fundido
entre Juan y el narrador: “De noche. cuando no me aturdía la fiebre, se
sentaba él en la orilla de mi catre y me contaba sus historias” (pág.
109). Por otra parte, como es también personaje. miembro de la familia.
participa en los acontecimientos narrados: “Cincuenta merengues-cantaban
las hazañas del general Fello Macarlo; yo lo tenía al alcance de mi
vista y sentía que una felicidad ardiente y desconocida descendía sobre
mí” (pág. 85). Incluso, ocasionalmente, se infiltra al autor
implícito: “Era el domingo. En aquel campo los domingos se denunciaban
en el enorme silencio...” (pág. 150).
3. Por todo ello, hay que destacar que
en La Mañosa se da una visión externa e interna del universo
relatado. La visión externa se ve en los momentos en que el narrador no
se atreve a aventurar el juicio y deja al lector intuir: “El hombre
pareció comprender, movió la cabeza de arriba abajo y se dejó caer de
lado...” (pág. 103). Unas páginas más tarde dice el narrador del
general Macarlo: “Pareció dudar entre sí irse o quedarse amparando al
herido” (pág. 106). La visión interna es más constante y naturalmente
más coherente: “Pepito y yo le veíamos con odio casi; allí estaba
meciéndose entre nuestros oídos la historia a Dimas” (pág. 21).
Consecuentemente, se da tímidamente cierta visión plural de la realidad
narrada.
3
En
las novelas tradicionales algo se cuenta y algo se concluye. En La
Mañosa, como novela tradicional con el tema de las revoluciones, se
concluye dando o queriendo dar una imagen y unos efectos de la
revolución.
Según Juan Bosch, su novela es la
descripción de los efectos de la revolución yya sea de manera
intencional o inconciente, algunos de esos efectos están mostrados con
amplios detalles. Para sistematizarlos trataremos primero la esfera de lo
individual, luego lo económico y por último lo social.
Fello Macarlo es la imagen más
elaborada de los efectos de la revolución en el ámbito personal. Es el
hombre que se corrompe, el individuo que antes de la revolución había
sido una persona mansa y de trabajo y luego mata y realiza actos
vandálicos para “dar ejemplo” y porque simplemente se espera que los
haga. Pero, ¿podría Macarlo escapar a tales exigencias de la
revolución? Aparentemente, no. El mismo es sujeto y objeto de la
revolución: “Si usted supiera lo que es esto, lo que se sufre en esta
política” (pág. 197), confiesa el general al apenado Don Pepe. Como
tantos otros, el personaje es precipitado en el caos revolucionario una
vez se vea con el poder en las manos.
Los efectos más desastrosos están
representados en La Mañosa. Ella es quien da toda la visión
negativa de las revoluciones; esa destrucción física de la mula
simboliza de alguna forma todos los efectos que a nivel individual se
pueden esperar. Ella pasa por la revolución y vuelve como un animal
enfermo y acabado: “Tenía figura de estampa, limpia y brillante,
pequeña y rellena... todo en ella era vistoso y simpático. Simeón se
esmeraba en hacerla más linda...” (pág. 36); luego, “aquello que
traían era un despojo y su ‘Mañosa’ no podía ser tal cosa; él no
se resignaba a la idea de que le hubieran convertido el animal en tan
lamentable esqueleto” (pág. 138).
La revolución, por otra parte,
conlleva la destrucción de otros personajes. Vemos deteriorarse a Momón,
en su agonía; a Don Pepe, en su frustración e impotencia: a Dimas, en su
pena al ver en qué se han convertido sus hijos.
En el ámbito social, parece
plantearse que el pueblo lucha sin un fin específico, como quien
participa inconcien temen te y como llevado por la inercia, en la
destrucción del orden natural de las cosas. La placidez de los elementos
y la paz ha sido violentada erróneamente por la contienda; por ello el
efecto fundamental es el desasosiego imperante en las comunidades humanas
por donde pasan o se espera que pasen las columnas revolucionarias o
gubernamentales: “Se acercó a la gente que llegaba, otra gente igual a
la anterior, a la que había estado entrando a la casa con idéntico
miedo, con el mismo ánimo abatido” (pág. 170). La desintegración
llega tan lejos que ni para los amigos leales hay una respuesta adecuada y
lógica: “¿Y era aquel Fello Macario, el revolucionario noble, el de
las generosidades que andaban de boca en boca?... ¡Con que Fello Macarlo
consideraba que había que dar ejemplos! A papá se le caía el mundo
encima, se le derrumbaba el cielo sobre la cabeza” (pág. 196).
Los efectos de la revolución en lo
económico siguen la misma línea que los demás efectos. Se estancan las
fuerzas productoras, los campos se abandonan porque no hay quien los
atienda, el hambre cunde por todas partes: “Bien sabía padre que no
quedaban hombres para torcer andullos; bien sabía padre que las llamas no
tardarían en chamuscar los conucos, en marear las hojas de los plátanos;
que pronto ardería el maíz, cuando las bandas entraran de noche a
asolarlo todo” (pág. 60).
Consecuentemente, la imagen que nos
ofrece la narración de Bosch es polimorfa. Primeramente nos plantea la
visión utilitaria: cuando no se lucha por venganza, se lucha para
ascender en la escala social o ganar dinero “pescando en río revuelto”.
Así, la participación del general
Macario está motivada en la venganza de la muerte de su hermano: “Y le
sucedió. Suerte fue que pudiera encontrar su tumba... Fello Macario
lloró en silencio. Después... se hizo sentir el hombre. Cuando pudieron
darse cuenta ya había florecido un nuevo general sobre el estercolero de
una injusticia...” (pág. 157).
José Veras también aprovecha la
revolución para vengarse: “Ladrón, haragán, valiente y simpático...
nunca trabaja y robaba a plena luz” (pág. 69) y cuando se va con Fello
Macario, lo hace “para buscar a un hombre” (pág. 106) y una vez
vengado abandona la lucha revolucionaria. Contrariamente, Macario, una vez
vengado, sigue di. rigiendo revueltas, como por inercia, aun sin tener
conciencia de por qué lucha: “Se abrazaba a toda causa que contara con
favor de los humildes y, aunque no sabía realizarlas, las hacía triunfar
en el campo de las armas” (pág. 157). No descansa hasta que pueda
llegar a nombrarse a sí mi “gobernador” aunque “apenas sabía
firmar” (pág. 182).
Una segunda imagen que nos presenta de
la revolución es la de la frustración: Don Pepe se siente asqueado de
ver cómo su noble amigo actúa, una vez llega al poder: “Estaba
atolondrado, borracho de indignación” (pág. 197). Dimas también se
siente desolado al ver regresar a su hijo hecho un beodo después de
pelear un favor del gobierno: “Esto es lo que me devuelven, un borracho!”
(pág. 163). El mismo general Macario pese a su triunfo, “se mostraba
muy apenado, como desteñido” (pág. 196).
Una tercera forma de presentarla
revolución es como medio de supervivencia. En el caso de Don Pepe, la
revolución garantiza la conservación de su “status social”: “La
expresión triste de mi padre no se debía tan sólo a la posible derrota
de los que habían ganado su simpatía, sino el temor a las represalias;
al miedo de que triunfante el gobierno, se viera obligado , como antes, a
buscar seguridad en la huída perenne” (pág. 99).
Cuando un escritor interpreta su obra
se expone con frecuencia a caer en el error. La obra está ahí, es un
objeto completo y terminado, y toda interpretación que se haga tiene que
partir del texto, en lo que se dice o se sugiere por omisión en ella.
En la tercera edición de La
Mañosa dice Juan Bosch que esta novela “no fue escrita para poner
de relieve una situación política, correspondiera o no al presente o al
pasado de nuestra convulsa sociedad. La Mañosa fue escrita con un
propósito estrictamente literario” (pág. 7). ¿Se presenta en la
novela esta lucha de clases de que habla el autor en la Edición Especial?
¿A partir de qué o quiénes se puede decir que hay lucha de clases
patente en la novela? ¿No entra en contradicción el autor consigo mismo
y con su propia obra?
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