Óscar Collazos
(Bahía Solano, 1942 - Bogotá, 2015)


Las puertas del infierno
Biografía del desarraigo
(Buenos Aires: Siglo XXI, 1974, 143 págs.)

¡Ya pueden venir los tigres con sus garras!
El principito
, Antoine de Saint-Exupéry


      No se mueva tanto, maricón, le dice Pichita a Trabuco y Trabuco que no me estoy moviendo, déjese usté de mariconadas, ya está muy grande, y Rolo esconde el rostro y sacude el pesado enjambre de periódicos y se los echa encima, acurrucándose, reduciéndose a una especie de cuerpo redondeado por el frío de la carrera Séptima y Trabuco dice que anoche vio estrellas y un cohete cruzando por los cerros con una cola de fuego y se sintió volando y fue hasta la casa de su padre, entró por la ventana y lo vio, borracho como siempre, entre los costales de papas y a su madrastra también doblegada de la juma, dormida de la perra, caída de la curda, diciendo qué-puta-es-la-vida y entonces cuando estuvo frente a él le dijo que dejara de estarse quejando, toda la vida no ha hecho sino chillar como mujercita, viejo cabrón, y entonces había vuelto a salir volando por la ventana, sobre los techos del sur y había regresado en segundos, vuelto a ver la cola del cohete que ahora parecía un cometa con un enorme letrero que anunciaba la llegada del Papa. Pichita le dice que eso es por haber bebido tanta gasolina, que era como la marihuana, y Trabuco le corrige diciendo: la gasolina es mejor que la marihuana, pruébela para que vea y Rolo seguía encogiéndose y castañeteando los dientes. Dejen de hablar tanta paja y duérmanse que mañana llega el Papa, ¿no ven que Carasucia se durmió y está roncando hace una hora?, y Carasucia ni se mosqueaba, ni se movía, estaba recostado sobre la pared envuelto en una cobija de cartón, cuando en esas le dio a Trabuco por pincharle las nalgas con una aguja y Carasucia pega un grito, un brinco, diciendo, ¿quién fue el hijo-de-la-gran-puta-que-me-pinchó? Y tira los cartones contra el grupo, se para desafiando dando gritos, a ver quién fue el malparido que me despertó y Rolo echa a reírse diciéndole que había sido la llegada del Papa, no ves que mañana van a recogernos a todos, pero Carasucia caza una gillette, la acomoda entre la ranura de dos dedos juntos y empieza a blandirla, ¿por qué no fueron a pincharle la rajita a su putica madre?, y entonces Trabuco pega un salto, con otra gillette entre los dedos y dice que con la madre sí que no, y Carasucia dice que con la madre sí que sí y le tira el primer lance a la cara, rozándole la mejilla, y el segundo al cuello, peinándole la oreja, y el tercero al mentón, aireándole la punta, y Trabuco le da el primero en un brazo cuando empieza a brotar un chorrito de sangre y entra en juego Rolo y agarra a Carasucia en una doble Nelson, lo deja apresado en la llave que había aprendido en el circo cuando vio el match Tigre Colombiano versus King Kong, con relevo, y entonces Carasucia ve la sangre y dice que lo dejen secarse y no es nada, dice Trabuco, tirando al suelo la hoja de afeitar y arrancándose un pedazo de camisa, déjeme lo curo para que vaya aprendiendo a no ser bravero, y entonces Carasucia echa y echa madrazos, no me agarren que le voy a marcar en la cara para que se acuerde de mamita toda la vida, y Trabuco, sentado, se ríe, y ríe con su tremenda risa jacarandosa, no es sino pura bulla, y ahí lo van sacudiendo, lo van atendiendo, porque después el frío de las tres de la madrugada sobre Bogotá, sobre la carrera Séptima, y los cuatro muchachos vuelven a recoger los cartones y periódicos, a acomodarse, ahora despiertos, porque Trabuco dice que cada vez que quieran volar vamos a robar gasolina, no es sino tomarse dos o tres sorbitos y la traba se viene, tremenda nota se agarra, Rolo dice mejor y menos complicada es una tocadita de yerba, dos pesos el cigarrillo y sin complicaciones, nada de líos con la Policía, la chota no sabe dónde la venden y si lo sabe se hace la-de-la-vista-gorda, y Trabuco dice que no, es mejor la gasolina, yo que les digo, y Pichita, que está tranquilo, adormilado, agrega que dos botellas de chicha y no solo se vuela, uno se pone ahí mismo a roncar, no se siente el verraco frío, no se sentirá el puto frío atravesándoles los huesos, hasta dicen que es alimento, pero todos se echan a reír, la chicha es para los borrachitos, eso es para los piperos, pero entonces viene Trabuco, siempre sabía que por ser el mayor (tiene trece años y seis de gaminería), la voz-cantante, el Jefe, entonces dice Ga-so-li-na, esa es la onda y no es sino levantarse una manguera, cargarla en los bolsillos, acercarse a un Ford, sacarle la tapa, uno, dos, tres sorbitos y estuvo, después dos pastillas de mejoral y se entra en onda, viene el engrife, de película, chinos. Y todos se quedan callados porque es Trabuco-el-manda-más, el-sábelo-todo, el caimán-de-la-barra, el duro-delapatota, y Rolo dice sí, y Pichita cómo no y Carasucia grita, ¡chévere! Y hay después un largo silencio, como si empezaran a dormirse y Rolo lo acompaña cantando, ¡ay Jalisco no te rajes!, y Carasucia dejen dormir carajo, y hay otro silencio más grande. Trabuco propone contar quién le ha tocado más nalgas a las mujeres y Pichita responde yo, perseguí a una gringa, le dije: mamacita, deme un peso, y la gringa que no, y entonces, cundo está subiéndose al taxi, entonces calibro la mano, le subo las enaguas le agarro una nalga diciéndole qué dura la tiene mamacita y la gringa ni se mosquea ni grita y entonces le digo como que le quedó gustando, ¿no?, y un man de chaleco, un cachaco maricón me dice chino grosero, chino malcriado, voy a llamar al tombo, qué van a decir los turistas, y yo le digo que se meta la lengua al culo y salgo a correr porque ahí ya estaban llegando tombos. Luego Trabuco dice que eso no es nada, hay que hacerlo cuando la hembra va con su mancebo, agarrado del brazo piripí y pirapá, y Carasucia cuenta que es mejor cuando van saliendo de misa, rece y rece, ir detrasito de ellas y en el momento menos pensado, ¡tras, tras, tras, tras!, cuatro culitos de una manotada y los cuatro niños empiezan a reír y Trabuco recuerda su herida, ándese con cuidado hermano, no se le olvide que soy el Jefe, y Carasucia: me importa un carajo que sea el Jefe si yo fui quien los consiguió y Trabuco remata: nadie sabe para quién trabaja, y otra vez vuelven a reírse los tres, porque Carasucia no se ríe, se queda en silencio, con la frente arrugada, mirando a Trabuco que ya está entre los cartones, ocupando el rincón menos frío de la acera, diciendo mañana hay que perderse, darse el ancho, porque con la venida del Papa nos están recogiendo a todos. Y Pichita dice que se imagina al Papa inflado como un globo, de esos que a veces se revientan cuando apenas se les está prendiendo la mecha y no alcanza a subir más allá de los techos, y Carasucia sale de su silencio agregando que el Papa es capaz de volar y hacer milagros, eso dicen. Pero Trabuco agrega que el Papa no vuela sino que camina sobre las aguas, por eso dicen que es Santo Padre —agrega Rolo—, y Trabuco: si los curas se enhebran a las mujeres, si se las tiran en la sacristía, el Papa con más razón, y eso sí que no es ser santo. Rolo dice dejen la vaina, quién sabe si es santo. Y todos ríen. Santo el Enmascarado de Plata, dice Trabuco. Qué santo va a ser, eso es por joder. Y Pichita dice que el domingo cumple nueve años, hay que robarse un pastel, una orquesta y una casa y mil velas para llegar a viejo, para apagarlas con gasolina. Y Trabuco ni se mueve, no le hacía gracia el chiste. Ahora están arracimados, uno sobre el otro, cuando Carasucia empieza a roncar Trabuco advierte que no lo jodan, le sigue saliendo sangre, y ya están bostezando los tres, llevándose las manos a la boca, encogiéndose en esa esquina de acera, bajo el recortado techo del edificio, y es Rolo el primero en oír una sirena y un tirón los despierta, los desacomoda y con los cartones y los periódicos bajo el brazo corren por la calle Diecinueve, se pierden hacia la carrera Octava, gritan corran que nos encanan, y Trabuco va muerto de la risa, Carasucia meado del susto, Rolo jalándolo del brazo para que no se caiga (dormido como va el pobre) y Pichita subiéndose los pantalones que se le caen, hasta que dejan de oír el aullido de la sirena y se detienen en la carrera Décima, respirando hondo, largando el vaho del frío de las cuatro de la mañana. Se tiran al suelo, resoplando, Rolo casi ahogándose y Trabuco tranquilo como un egipcio, jactándose de su serenidad, cabrones de mierda, cuando suena una sirena son los bomberos. Y Rolo dice: a mí sí no me agarran ni porque llegue el Putas, y Trabuco corrige: ni porque llegue el Papa, y Carasucia, algo acongojado, se echa sobre el rincón, vuelve a bostezar, cierra los ojos y trata de dormirse. Ya es de día, dice Trabuco y la claridad empieza a aparecer sobre el cerro de Monserrate, mezclada con la bruma y el destello de los avisos luminosos. Trabuco se mete una mano en el bolsillo, rascándose con insistencia, y Pichita le dice que le pegaron los piojos, y Trabuco le contesta: si quieres me los saco para que te hagas unos huevos pericos, y Pichita bromea: pericos-de-piojos-revueltos-con-ajo-tomate-y-pimienta- con-salsa-de-huevos. No vamos a dejar a Carasucia aquí, dice Trabuco, mirándole la herida, que ya ha dejado de sangrar. Lo sacude, levántese que ya es de día príncipe y Carasucia está hablando dormido: el Papa vuela, atraviesa las aguas sin mojarse, se arroja por el Salto del Tequendama, es grande y redondo como un globo, vuela sobre los techos con la lucecita de un cohete encendida en la espalda, el Papa atraviesa las aguas llevado por el viento de los Andes y ya está haciendo trampa el cabrón, lo están oyendo, y Rolo trata de levantarse en el aire, hace que vuela con los brazos abiertos, impartiendo bendiciones con un gorro de periódicos adornándole el cráneo, y Pichita se convierte en edecán, vuela sobre los techos de la carrera Séptima, sobre la ciudad dormida. Y Trabuco grita que se baje, de un momento a otro el globo se revienta, se vuelve mierda, planea sobre el Capitolio, te vas a despaturrar por el suelo, y Pichita baja, desciende suavemente, como un pájaro cansado, como un cuervo, y va a sentarse al lado de Carasucia, lo sacude, pero como no despierta le da una patada, le grita despiértese Señor Papa y el Señor Papa se despierta aturdido por esta ceremonia de cumplidos, ¿dónde estoy?, y Trabuco le dice que en el Vaticano, vete al carajo, y Trabuco, acomodándose el pantalón, bosteza con fuerza, como si largara toda la noche en su bostezo. Ya es de día, dice Trabuco, y Pichita también bosteza y Rolo dice que las tripas ya formaron su orquesta, mientras se acuerda del sueño de anoche: estaba sentado al lado del Papa y levantaba la sotana. Se metía dentro de ella y empezaba a rascarle los muslos, a hacerle cosquillas en la entrepierna. El Papa decía chino malcriado, chino grosero, te vas a ir derechito al infierno y se reía. No paraba de reírse, el Papa riéndose papalmente y él perdido en sus interiores de seda. Zas, zas, empezaba entonces a darle golpecitos y el Papa: je, je, je, trataba de acomodarse en su trono, de poner orden en sus ropas, de volver a estar en condiciones de una bendición papal.
       Hoy viene el Papa, a esconderse todos, dice Trabuco. Lo mejor es pegar hacia el Sur, allá no irá ni de vaina. Y Rolo aprueba. Y Carasucia, tirando los periódicos, ve venir un taxi: detenerse en el semáforo. Corre a sentarse en el parachoques trasero, gritando: nos vemos en Las Cruces, y Trabuco corre también, se sienta a su lado, nos vemos en Las Cruces, y Pichita trata de alcanzar el taxi que acaba de arrancar, logra prenderse de la mano de Trabuco, corre, se escurren sus dedos cuando ya el auto toma velocidad, se estrella contra el suelo (ya se rompió la mula por bruto, grita Carasucia): los niños, alejándose, ven cómo el cuerpo de Pichita es sorprendido por el carro siguiente. Ya están demasiado lejos de él para decirse, cuando ya la luz del día sea plena, no joda, ya lo mataron. Solo Carasucia siente que Trabuco lo hala de la camisa y ve cómo el rostro de su amigo empieza a ponerse más pálido, al borde de un llanto que se tragará esta mañana de Bogotá, humedecida y gris como este recuerdo.




Literatura .us
Mapa de la biblioteca | Aviso Legal | Quiénes Somos | Contactar