Roque
Dalton
(El Salvador, 1935-1975)
Dalton y la Reescritura de la Historia de la
Independencia
Rafael Dueñas
No es necesario jurar que lo que narré aquí
es un hecho realmente ocurrido...
“Dos Retratos de la Patria”
Debido
a la canonización de ciertos moldes epistemológicos, uno de los
problemas más atacados por la crítica contemporánea es hablar
directamente sobre la construcción de una nación a través de los
presupuestos ofrecidos por la historia. De hecho, casi siempre cuando se
hace un análisis crítico los términos “nación” e “historia”
parecen luchar entre sí para luego pasar a ser parte de aquellos vocablos
que son substituidos y referidos únicamente de forma indirecta.
De antemano hay que
decir que, de acuerdo con lo dicho, este ensayo es una paradoja. Primero,
con él se desmonta la idea de que ésta es la historia salvadoreña;
la historia “oficial” como luego veremos. Segundo, contradice algunos
presupuestos del autor que busco analizar: Roque Dalton y la
reescritura de la historia salvadoreña. A medida se vaya
desarrollando el tema se harán obvias las contradicciones que nacen sin
que casi siempre se tenga una respuesta satisfactoria a las circunstancias
propuestas por Dalton.
La re-escritura
de la historia salvadoreña por parte de Dalton está proyectada en dos
planos que por lo general se confunden: el historiográfico y el
estético. El primero se refiere a los eventos ocurridos y que son
trascritos como historia; donde el mito, siempre entendido como contrario
a la historia, forma parte de todo el sistema epistemológico. El segundo
toma matices no solamente ideológicos sino también creativos debido a
que dentro de éste la historia se convierte en un juego que tiene que
descifrar el sujeto histórico: el lector, individuo que como veremos
luego es un “sujeto imaginado” que funciona como un lector potencial
(normalizado) para la desvelada nación.
¿Por qué re-escritura?
Prefiero utilizar este término debido a que éste implica la exposición
de un doble plano de representación. El prefijo revela una suerte de “restitución”
de la base, en este caso la ya escrita historia salvadoreña. Además,
implícita está la negación de la base sobre la cual se ha escrito la
historia salvadoreña. Por otra parte, también implica estar consciente
de ella para poder derivar “Otra” historia: aquélla no dicha por
miedo a represalias por parte del sistema establecido. La re-escritura
de la historia salvadoreña es entonces, el desvelo de años de “historias
prohibidas” por parte de los grupos de familias que se han apropiado del
poder político y económico. Así para Dalton, la reescritura es
la historia de la cultura salvadoreña.
Como mencioné
anteriormente, con Dalton las contradicciones se vuelven parte del sistema
hasta el punto de que se resisten a cualquier encajamiento teórico. Sobre
esto nos advierte Javier Alas que “el opus poético de Roque Dalton, y
por ello, Roque Dalton mismo, ofrece resistencias a cualquier anagnórisis”
(14). La resistencia a la teoría es un elemento esencial para cualquier
análisis de su obra y persona, por lo que se puede señalar que el
elemento generador de esa combinación es la contradicción. Bajo este
planteamiento, ¿cómo lleva él a cabo su proyecto de reescritura de la
historia salvadoreña?
En Las Historias
Prohibidas del Pulgarcito, Dalton escribe que “no existen los
«misterios de la Historia»,” puesto que solamente
existen las falsificaciones de la Historia,
las mentiras de quienes escriben la historia. (212)
Con
esa declaración él propone que “las historias prohibidas” se
reescriban como “las verdades” de la historia salvadoreña. Leonel
Menéndez advierte que el proyecto de Dalton es “de(s)velar las mentiras
de la historia, desenmascarar los mitos fabulados por los voceros de las
clases dominantes y sus aliados” (Recopilación, 437). Su
rebeldía le nace al darse cuenta de que los voceros de la historia
oficial “prohíben” que ciertas verdades sean dichas y escritas.
Muchas veces insistió en que nacimos bajo el seno de una gran mentira, la
cual se inventó para cubrirle el rostro a la conciencia histórica de los
individuos que forman la cultura pulgar salvadoreña. A través del
encubrimiento se ha logrado desfigurarle la identidad cultural al sujeto
social salvadoreño, objetivo que se plantearon conscientemente los
rectores del poder de las clases dominantes.
Un elemento crítico
que debe considerarse sobre la obra de Dalton (especialmente su poética)
es que nos ha ayudado mucho a todos en el planteo de los problemas sobre
nuestra identidad cultural salvadoreña. De hecho, me gustaría rescatar
la valiosa reflexión de John Beverly, quien ha visto en la obra de Dalton
“la creación de una cultura nacional popular” (Citado en Otros
Roques, 24). Por otra parte, deseo alejarme de la persistente
asociación de querer vincular lo popular con la izquierda guerrillera, ya
que Dalton tampoco se arraigó fielmente a los credos de ésta. Prefiero
pensar que, a diferencia de muchos de los escritores latinoamericanos de
su tiempo, él tiene como proyecto desvelar la identidad cultural
que ha sido enmascarada por las mentiras de la historia escrita por la
oligarquía naciente del colonialismo. Esa “identidad” sólo será
desvelada, nos asegura Dalton, “cuando se escriba la verdadera historia
de nuestra cultura” (Las Historias Prohibidas, 110). Para
explicar su posición hablaré de la formación de El Salvador desde los
movimientos de independencia al inicio del siglo XIX y cómo él rastrea
esa identidad desde esos movimientos, ilegitimando la fachada hueca
que se ha impuesto por sobre “la verdadera historia de nuestra cultura.”
Dalton, en su
monografía El Salvador se pregunta, “¿cuáles son los orígenes
del pueblo salvadoreño? ¿Qué características especiales tuvo El
Salvador, la conquista y la colonización española? ¿Cómo luchó el
pueblo salvadoreño contra el dominador español? ¿Cómo obtuvo su
independencia y cómo consolidó la república?”(9). Quiero proponer que
su proyecto de reescritura, que viene a ser “la verdadera historia de
nuestra cultura,” se puede dividir en tres partes. Primero, una crítica
colonial que constituye la identidad cultural a través de los grupos
étnicos que radicaban en la zona cuzcatleca. Segundo, una crítica
neocolonial que postula una revisión general del desarrollo de la
independencia bajo la cual se puede descubrir cómo la oligarquía se
consolidó explotando al pueblo trabajador. [1] Por último, una crítica
imperial derivada de su crítica al neocolonialismo que tiene como fin
desvelar cómo Estados Unidos pasa a ser la nueva señora de las tierras
cuzcatlecas, y por qué no decirlo, del mundo.
Aunque la referencia
a la formación de una identidad cultural desde sus raíces indígenas, y
por ende la construcción de la sociedad salvadoreña, es persistente en
la obra de Dalton, su presencia es más de enunciación que de
postulación. De hecho, su insistencia sobre una problemática indígena
dentro del contexto cuzcatleco nace de su crítica al colonialismo, y no
para sobresaltar algún problema en específico, puesto que en su crítica
él señala que durante este período “los indios de El Salvador se
encuentran sometidos como el resto de la población rural y suburbana a la
más inicua explotación” (El Salvador, 17-18). Por esto mismo, y
como veremos más adelante, “no existe, pues en El Salvador un problema
indígena específico... (lo que) existe simple y dramáticamente (es) el
anacrónico atraso y subdesarrollo que impone la estructura semifeudal”(Ibid)
que nace con la conquista y se implanta con el neocolonialismo.
Dalton utiliza el
tema de los indígenas para resaltar el espíritu de lucha que éstos
presentaron durante el tiempo de la colonización y la neocolonización,
para luego pasar a ser explotados por el aparato político y económico de
los terratenientes, bajo la cobija del imperialismo estadounidense.
Fernando Heredia afirma que su aporte debelador radica en que a través de
la exposición del indio, Dalton “saca a luz el elemento tan principal
de la cultura nacional que es la rebeldía popular” que siempre nos ha
caracterizado como identidades culturales (Recopilación, 178).
Esta idea la podemos ver claramente cuando leemos las cartas que Dalton
cita textualmente de don Pedro de Alvarado, conquistador bajo las órdenes
de Cortés, nombre(s) que cuando se prenuncia(n) “sólo existe,
digámoslo, el miedo” (Los Testimonios, 75). Al citar las cartas
se puede apreciar la capacidad creativa de Dalton debido a que toma un
texto “oficial” y es capaz de transgredir el espacio que prohíbe
que se sepa que, antes de ser derrotados por el sistema colonial, los
pipiles lucharon tenazmente por no doblegarse al proceso de
evangelización.
A través de la
violencia que resistieron los aborígenes, Dalton quiere demostrarnos que
Los Pipiles
que no comprendieron la cruz y la cultura más adelantada
y no quisieron agachar la cabeza frente a la Corona de España
y se alzaron en la sierra con las armas en la mano
contra el conquistador.
...
se negaron a coexistir pacíficamente con el Encomendero
en el seno de las encomiendas y los repartimientos.
(Poemas Clandestinos, 98)
De
esa manera, el salvadoreño, desde lo más profundo de sus raíces
culturales, no se da a vencer, pues históricamente siempre ha luchado en
contra de aquello que lo oprime. Leonel Menéndez señala que en sus
textos podemos ver cómo Dalton insiste en que “el pacifismo y el
legalismo son otras de las armas que no pueden” seguir utilizándose
para explotar al pueblo; de otra manera, siempre “termina ganando la
oligarquía” (Recopilación, 436). Debido a que en El Salvador la
oligarquía siempre ha apaciguado la “resistencia” exaltada por el
pueblo, él propone que “deberían de dar premios de resistencia por ser
salvadoreño” (Las Historias Prohibidas, 216). Es por medio de la
huella de la resistencia que se puede aseverar que la historia
oficial ha mitificado al salvadoreño como un “sujeto pacífico,”
sublevado al sistema que le ha enseñado a ver sus desgracias como algo
providencial. Además, bajo ese mito Dalton encuentra que al salvadoreño
se le ha hecho creer que la naturaleza ha destinado el futuro: su
desgracia es obra de Dios.
El tema de la
religión es una fuente de crítica incesante que Dalton utilizará para
“desmentir” e ilegitimar el proyecto de independencia ocurrido en El
Salvador. En su crítica podemos observar que el aparato eclesiástico,
durante las insurrecciones que culminaron con la independencia, no sirvió
más que como un instrumento “adormecedor de las rebeldías indígenas”
(El Salvador, 34). Su propuesta nos lleva a especular sobre el
dominio que tenían los de la iglesia debido a que él encuentra que “la
conciencia de las masas rurales y urbanas era deformada a su antojo por la
Iglesia Católica... (De hecho) el papel... que los frailes jugaron en la
época de la conquista se desarrolló, se amplió y se sistematizó en la
época colonial hasta cubrir, con su acción, a todos los sectores
explotados por el imperio” (El Salvador, 33-34).
A diferencia de la
historia oficial –aquella que nos han hecho creer los voceros de las
clases dominantes– Dalton quiere demostrarnos que si la independencia se
llevó a cabo fue debido a que el pueblo propuso independizarse del poder
colonial que le explotaba constantemente con sus extremos impuestos [2] .
Para Dalton, “el proceso de la independencia –independencia de España
–estuvo impulsado en El Salvador por las grandes masas populares. La
obra de los “próceres de la independencia” ...estuvo dirigida en
muchos casos a hacer prevalecer los intereses de los sectores criollos y
mestizos económicamente privilegiados sobre los intereses del pueblo” (El
Salvador, 39). Importante aquí es señalar cómo Dalton se detiene
metódicamente a decir “independencia de España,” haciendo evidente
que su posición en cuanto a “independencia” es que ésta nunca se
llevó a cabo como lo ha planteado siempre la oligarquía a través de su
cultura burguesa. Para explicar lo antes dicho es esencial comprender que
su análisis parte de la crítica que hace a la imagen de los próceres
impuesta por la oligarquía, desmitificándola al recalcar constantemente
que éstos se han convertido en “santones” impuestos por la cultura
burguesa [3] .
Al analizar el “primer
grito” de la independencia Dalton parece contradecir su crítica, ya que
directamente nos habla de los movimientos de emancipación de la
península a partir de 1811. La razón es que de tal fecha a Dalton le
interesa rescatar ciertos elementos claves. Entre ellos que la mayor parte
de las veces los próceres nada más sirvieron para apaciguar los deseos
de independencia del pueblo, colectividad sobre la cual tenían gran
influencia. También, los próceres eran grandes terratenientes, la
mayoría de ellos “ligados a los intereses añileros” (El Salvador,
39). Además, siendo parte de la Iglesia, los próceres no hicieron más
que “cubrirle” los ojos al pueblo, engañándoles sobre sus verdaderas
intenciones de independencia. Por último, con el resquebrajamiento del
poder por parte de la Corona española, las fuerzas que reemplazan a ésta
son Gran Bretaña y Estados Unidos, y la que al final llega a regir el
poder económico y político está hacia al norte del istmo,
intensificando los perennes problemas económicos que ya afectaban a la
naciente cultura nacional.
La historia oficial
propone que durante los levantamientos ocurridos en 1811, “rumores”
que circulaban de que el presbítero José Matías Delgado [4] sería
asesinado llevaron al pueblo a rebelarse. Sin embargo, citando el
documento La Verdad [5] , Dalton argumenta que durante los
levantamientos ocurridos entre los meses de noviembre y diciembre de ese
mismo año, “el papel del cura Delgado, de Arce y de los demás
conocidos próceres fue, por el contrario, de apaciguamiento y
meditación.... (que) los próceres hicieron todo lo que estuvo dentro de
sus capacidades para apaciguar a las enardecidas masas capitalinas” (El
Salvador, 41). Con semejante acción lo único que lograron hacer los
próceres fue hacerles un disfavor a quienes tenían plena esperanza en la
independencia: indios, mestizos, mulatos y los pocos negros que residían
en el área.
Por innovador que
parezca Dalton, muchas veces su análisis prosaico se estanca en la
retórica de su discurso crítico; no obstante, ese obstáculo lo
transgrede postulando una poesía fuera del canon lírico del momento. Un
ejemplo de su “insuficiencia prosaica” se puede encontrar en el
análisis que hace de la dictadura de los chapetones. Al igual que la
oligarquía, él la califica como “la segunda intentona” por
independizarse de la península. Como ya esboce en otro ensayo, esta
segunda intentona es antecedida por otras dos, lo cual significa que
Dalton no sólo falla en desvelar el espacio previo a 1811, sino también
que con su indiferencia sedimenta las mismas mentiras que buscaba
erradicar. El problema de 1814 surge debido a que se había redactado una
proclama que luego fue quemada, por don José de Bustamante, en una plaza
de la provincia de San Salvador. La confrontación se entiende como el
momento en que los criollos y los chapetones se disputan el poder
político colonial; poder íntimamente ligado al económico. De cualquier
manera, el movimiento surgido que buscaba fines inmediatos se reduce a que
los criollos son los héroes de aquel evento, ya que aunque fueron
derrotados en ese entonces, fueron ellos quienes redactaron y lucharon en
el momento necesario.
A pesar de la
contradicción existente en el seno de la crítica que Dalton hace,
también se puede encontrar que él propone que el 24 de enero de 1814
ocurre algo distinto que es necesario desvelar para que la verdad de aquel
evento sea reconocida por la historia oficial. Debido a la incomunicación
que había entre los chapetones, el 2º alcalde de San Salvador, Pedro
Pablo Castillo [6] , logró reclutar dentro del pueblo a explotados
indígenas y mestizos que armados “con piedras, garrotes, machetes y
otros instrumentos parecidos” (El Salvador, 42), fueron
destacados en puntos estratégicos de la ciudad de San Salvador. El
alzamiento fracasó debido a que hubo quienes no se sentían preparados
para llevar a cabo la independencia, y por tanto, desertaron para luego
seguir viviendo dentro del mismo sistema explotador que les había
oprimido hasta ese entonces.
Es necesario
preguntarse, ¿por qué desistieron en aquel momento en que ya se había
organizado la revuelta? Dalton una vez más nos advierte sobre el papel
que jugaron los próceres de la independencia durante éste evento.
Citando el texto La Verdad, él indica que “el prestigio que
Arce, Celis, Rodríguez y demás próceres, tenían entre las masas, les
permitió convencer a la mayor parte de los hombres de Castillo, logrando
así desmontar la insurrección, cuanto estaba apunto de producirse” (El
Salvador, 44). De esa manera, “Pedro Castillo y los comuneros de
1814,” que se habían alzado “contra los opresores del pueblo” (Poemas
Clandestinos, 98), fueron perseguidos hasta ser arrojados en los
calabozos de la insurgente ciudad de San Salvador. Con la derrota, las
exigencias de liberación de los presos políticos demandas por Castillo,
y el desarme de los “voluntarios” pertenecientes a la Guardia Civil
española, se postergaron una vez para ser debatidas años más tarde.
De acuerdo con
Dalton, la única esperanza de vida que tuvo nuestra cultura de ser
independiente ocurrió en 1821, pero también murió en ese mismo
año. Tal fecha resulta enigmática para cualquiera acostumbrado a
escuchar “las mentiras de la historia oficial.” Dalton, quien había
examinado cuidadosamente los textos escritos por “los voceros de las
clases dominantes y sus aliados,” encuentra que la historia de ese
evento es mucho más que enigmática, debido a que bajo los vítores y
aclamaciones de “viva la independencia” habían otros motivos que los
criollos buscaban instituir. “Fue fácil distinguir las demandas
específicas de cada sector de la sociedad colonial salvadoreña,” (36)
explica Dalton en su monografía. Por ejemplo, en el Ayuntamiento de San
Salvador se plantearon demandas que coincidían directamente con los
intereses de los criollos: “monarquía constitucional; organización
democrática de los criollos y peninsulares; supresión de privilegios a
los peninsulares” (Ibid).
No es difícil
deducir que a través de sus demandas los criollos buscaron incorporarse
“al nivel de la clase dominante y explotadora peninsular” (Ibid).
Utilizando el aparato político colonial, los criollos cómodamente bajo
la proclama de la independencia querían que los peninsulares les dejaran
incorporarse al sistema, para con ello poder pasar a explotar
económicamente a los mestizos e indios de la zona. Cansados de que el
aparato económico “colonial (pesara) más que nunca sobre los hombros
de los criollos y mestizos” (El Salvador, 35), los criollos poco
a poco fueron desplazando el poder colonial hacia sus manos instalándose,
diría Dalton, como burguesía nacional. Dentro de ese traspasó de
poder político y económico no hay duda que los más perjudicados fueron
los indios, ya que “tenían encaramados en la nuca a los peninsulares, a
los criollos y a los mestizos, e incluso (aunque no mucho) a los pocos
negros y mulatos que se habían aclimatado en el país” (Las
Historias Prohibidas, 178). Las demandas hechas por los criollos no
eran más que fórmulas que buscaban explotar directamente a los indios,
mestizos, y pocos negros y mulatos de la región. Dalton nos dice en su
monografía que “el régimen colonial español hizo que la población
indígena quedara completamente sometida al conquistador,” por lo que
“de dueño y señor de sus tierras y países, pasa a ser una paria
miserable, considerado un animal, un generador de fuerzas de trabajo”
(30). De esa manera, la “discriminación social durante la época
colonial” (Ibid) que sufrió el indio se extendió rápidamente
hacia todos aquellos que pudieran servir como fuente de trabajo, mas luego
con el neocolonialismo, esa discriminación social se convertirá en
explotación económica. Por otra parte, a lo de ascender a las clases
explotadoras algunos mestizos no fueron tampoco inocentes, puesto que “los
sectores mestizos más advertidos o sea los más desarrollados
económicamente, intentaban también asimismo pasar a compartir la
explotación” (El Salvador, 37).
Lo importante de la
previa interpretación es que nos desvela que la independencia se llevó a
cabo no porque eran los deseos de libertad los que operaban en aquel
fenómeno, sino que los deseos de explotación requerían que se
desplazara el aparato político hacia las manos de los criollos que luego
instaurarían el neocolonialismo como sistema político y económico. Ante
lo dicho, ¿qué interpretación puede dársele a esa memorable fecha de
1821 tomando en cuenta que los Estados Unidos comienza a desplegar el
poder económico de la península? Recordemos que desde el siglo XIX, la
oligarquía centroamericana ha vivido en Santa Alianza protegiendo
sus intereses económicos a través de la apropiación del poder
político, siempre definido por los lazos familiares. Por ejemplo, en uno
de sus textos, titulado Centroamérica Comparada, Dalton declara
que “el Presidente de la República de Nicaragua es el hijo del
Presidente de la República de Nicaragua. Hay pues en la tradición
nicaragüense, Presidente de la República de Nicaragua padre y Presidente
de la República de Nicaragua junior” (“Poesía Escogida”,
179-80). Lo que él critica es el legado del poder político, pues con
ello los propietarios de grandes haciendas convierten la tenencia de la
tierra en la estructura dominante del neocolonialismo. “Bien pronto,”
nos dice Dalton, “la propiedad privada... fue la forma dominante de
propiedad agraria... (donde) el fenómeno de la concentración de la
propiedad agraria (quedó) en pocas manos,” volviéndose en la tendencia
fundamental del régimen político del neocolonialismo (El Salvador,
27).
Si no se explica el
molde bajo el cual los próceres de la independencia estaban actuando, la
razón por la cual se habían reunidos los de la aristocracia colonialista
aquel 15 de septiembre en la Ciudad de Nueva Guatemala resulta
paradójico. De hecho, si a ello se añade el elemento de la tenencia de
la tierra, la visión que se obtiene de la independencia es otra. El
llamado resulta paradójico debido a que el motivo de la reunión era
discutir la anexión de las tierras del istmo con las de México y no la
separación de éstas de la península. La propuesta bajo la cual México
buscaba anexión se establecía en El Plan de Iguala, organizado
bajo las “tres garantías” siguientes: 1)- que México y el istmo
invitarían a un rey español, de preferencia Fernando VII, a gobernar las
tierras como un imperio independiente de España; 2)- dentro de estas
tierras, la Iglesia Católica pasaría a ser la suprema y única autoridad
religiosa; 3)- la diferencia existente entre los criollos y los chapetones
debería dejarse en el pasado. Si anteponemos las demandas hechas por los
criollos y las “garantías” que ofrecía el Plan de Iguala,
descubriremos las “verdaderas” razones por las cuales los padres de la
patria se habían congregado en aquella ciudad centroamericana, cabeza de
la oligarquía istmeña.
Ante la penosa
situación en la cual se encontraba sumergida la economía del istmo, el Plan
de Iguala resultaba ser para los oligarcas la solución inmediata.
Siendo eso así, no resultaba paradójico que los grandes caudillos se
hayan reunido para discutir la anexión del istmo con México. Sin
embargo, lo que sí resulta sospechoso es que ese mismo día se haya
declarado la independencia de Centroamérica. Resulta fácil argumentar
que Delgado propuso que un intento de anexión era irracional, dado que
una independencia tenía que tener como principio la total separación de
cualquier imperio. Lo contradictorio, como advierte Dalton, es que
El chero José Matías luchó contra la anexión de
Centroamérica y México (aunque estuvo de acuerdo con anexarnos
a los Estados Unidos con el pretexto de que era una potencia democrática
y enemiga de las monarquías) fue uno de los que influyó
más para que al fin nos decidiéramos a ser independientes de
cualquier nación (por lo menos de nombre).
(Las Historias Prohibidas, 177)
Bajo
esa interpretación se puede concluir que la independencia surge de
los criollos y no del pueblo; lo cual aún sigue siendo una contradicción
puesto que la máxima figura de la independencia “estuvo de acuerdo que
con anexarnos/ a los Estados Unidos con el pretexto de que era una
potencia democrática” (Ibid). Dalton quiere negar que se
continúe afirmando que históricamente le debamos la independencia a la
oligarquía, dado que bajo esa interpretación siempre se concluye que ese
día “triunfó finalmente por amplio margen, la tesis que sustentaba la
proclamación de la independencia de las provincias que hasta ese momento
formaban el Reino de Guatemala, bajo la tiránica dominación española”
(Zeledón, 16).
Si ese día triunfó
“la tesis que sustentaba la proclamación de la independencia” (Ibid),
es importante preguntarse, ¿por qué triunfó? ¿Qué llevó a los
próceres a cambiar de parecer si su reunión tenía como objetivo la
anexión del istmo al territorio mejicano y no la separación de la
península? Si nos fijamos en la fecha de la declaración de independencia
y luego la fecha de declaración de anexión, (7 de febrero de 1822),
aproximadamente cinco meses transcurren. De hecho, desde el 24 de enero de
1821 que Iturbide declara la independencia de México hasta el 15 de
septiembre que se declara la independencia de Centroamérica no
transcurren más que ocho meses. ¿Qué puede significar eso? ¿Había
algo escondido detrás de esa “propuesta” de independencia?
Independencia de
México, independencia de Centroamérica y anexión de ambas, ocurren en
el lapso de un año. A Dalton esto le parece sospechoso debido a que si
había un sentimiento de independencia, ¿por qué durante tan poco tiempo
giró hacia otro planteamiento? De acuerdo a él, “la anexión de
Centroamérica al imperio de Iturbide, era la formula que impulsaba la
oligarquía de grandes terratenientes, aristócratas, y alto clero” (El
Salvador, 48). La oligarquía y los criollos se plantearon la
independencia teniendo en mente que querían engañar al enardecido pueblo
que proclamaba sus demandas en las calles y no en las cortes. ¿Suena tal
propuesta incoherente aún tomando en cuenta que dos semanas después de
declarada la independencia se propuso que había que elegir a los siete
vocales que dirigirían el gobierno? En verdad no, pues dentro de esa
misma disputa el Intendente enfadado gritó que “ni él, ni el
Ayuntamiento tenían facultades para darle legalidad a lo que se estaba
haciendo” allí (Cevallos, 44). El mismo hecho que se vea la
independencia del istmo como resultado de la anexión con México implica
que los criollos escondían sus intenciones en cuanto al verdadero
proyecto de independencia. No es irónico entonces que históricamente se
sigua insistiendo que Centroamérica no perdió sangre para conquistar su
independencia, dado que la oligarquía siempre ha querido esconder a sus
muertos.
Dentro del mismo
proyecto de independencia puede preguntarse, “[are] the elites
represented by the national bourgeoisie and/or colonial administration...
responsible for inventing the ideology and reality of nationalism?” (Founding
Statement, 142) [7] . De acuerdo a éste análisis, “la ideología y
realidad” del concepto de nación tiene sus fundamentos en la
construcción que la burguesía propuso durante el neocolonialismo. Por
otra parte, eso tampoco descarta la posibilidad de que el pueblo haya
creado concientemente un concepto de nación distinto al de los criollos,
ya que como nos advierte Dalton, no se puede negar que “sin el respaldo
de las masas del pueblo los próceres no habrían podido ni siquiera
plantearse en serio” ninguna resistencia en contra de la colonia, ni
Iturbide (El Salvador, 55).
¿Cuál era el
proyecto de la independencia? ¿Crear una nación? ¿Para quién? Citando
el texto La Verdad Dalton declara que “inmediatamente después
del 15 de Septiembre, la aristocracia colonialista comenzó a poner en
práctica la segunda parte de su plan” (El Salvador, 51). ¿Qué
segundo plan? Haciendo referencia a las fechas antes propuestas se
descubre fácilmente que ese segundo plan era la anexión con México,
puesto que con ello los criollos, a través del aparato político,
lograban consolidar la explotación económica de los mestizos y los
indios. Aún más, bajo esa misma intención los criollos lograban
apropiarse (e instalarse dentro) del sistema colonial. De esa manera,
Dalton desmiente que el proyecto primario de la independencia haya sido
liberar a los itsmeños de los abusos infundidos por la colonia. De hecho,
para Dalton hay cierta validez en decir que la independencia se llevó a
cabo fue porque tenía como proyecto la anexión con México; mas eso
tampoco implica que se le deba la independencia a México. La pregunta que
queda por responder es si la anexión del istmo se declaró en febrero de
1822 y la anexión total se consumó el 7 de febrero de 1823, ¿por qué
la tan anhelada unión solamente duró 4 meses?
Una de las maneras
de entender el corto plazo que duró la anexión es simplemente señalando
que el fracaso se debió a que Iturbide no supo gobernar el enardecido
pueblo istmeño. Después de todo no se puede olvidar que entre el decreto
de anexión y la consolidación de la misma hay un trecho de un año. No
hay duda que una de las razones por la cual la anexión fracasó fue
debido a que creyendo haber ganado su independencia el pueblo luchó por
no doblegarse al imperio de Iturbide. Para Dalton, el mérito de los
verdaderos próceres de la independencia debería de radicar en el hecho
de que muchos de ellos lucharon por no perder “la libertad” ganada al
librarse del yugo español. Dicho de otra manera, “frente a sus
vacilaciones (la de los próceres) y a sus líneas de compromiso
mantenidas antes del 15 de septiembre, está su actuación positiva en
defensa de la Independencia Nacional recién conquistada, impidiendo que
los planes de la oligarquía se consumaran” (El Salvador, 52).
Con esa
interpretación Dalton peca de inocente, dado que hay otra más certera a
los hechos históricos que acontecieron: los criollos utilizaron la
anexión (el segundo proyecto) para cuajar un tercer proyecto: la
consolidación autónoma del poder neocolonial que luego daría la entrada
al imperio capitalista estadounidense. De acuerdo con Dalton, “la
oligarquía dominante y el imperialismo norteamericano han tendido un velo
sobre el pasado aborigen de El Salvador... con el objeto de hacer aún
más honda la despersonalización del pueblo salvadoreño, necesaria para
que la explotación no encuentre obstáculo de conciencia” (El
Salvador, 18).
Es importante aquí
comprender que por “aborigen” Dalton no quiere directamente dar a
entender que haya un problema indígena, aunque como veremos resulta
coherente tener este aspecto en mente. A lo que él se refiere es que el
origen de lo que se denomina hoy El Salvador –geográfico, político
y culturalmente– ha sido desde sus “inicios” encubierto por la
política del imperio norteamericano. Dalton cree que la consolidación de
la burguesía nacional está estrechamente ligada a la entrada de Estados
Unidos, y luego “apropiación” del espacio político y económico de
la nación. Como ya expuse antes, si entendemos por “aborigen” que hay
un problema indígena descubriremos que Dalton nada más utiliza este
término para llevar a cabo su crítica colonial, después de todo no
podemos olvidar que él, como sugiere Linda Craft, es un escritor
descolonizador. Por el otro, si por “aborigen” entendemos un origen,
¿a qué origen se refiere? Fácilmente se que se refiere al origen de los
problemas los cuales rehúsa hablar la burguesía nacional.
Los problemas que
acechan al pueblo salvadoreño son problemas que nacen debido a los
engaños que ha sido sometido durante tanto tiempo: comenzando con la
(neo)colonización hasta alcanzar el presente: el imperialismo
estadounidense. De acuerdo a Dalton, la independencia no se llevó a cabo
como lo han querido sostener siempre los voceros de la historia oficial.
Por lo tanto, fue éste el primer gran engaño al que ha sido sometido
nuestra cultura. Tal mentira se engendra debido a que los grandes
hacendados querían asegurar el poder económico y político de la zona,
así
la Independencia fuera más que todo para ellos
y los pobres centroamericanos siguieran allá abajo
explotados,
humillados, hambreados, engañados y dependientes.
(Poemas Clandestinos, 98)
Debido
a que “la Independencia fuera más que todos para ellos,” Dalton nos
propone que con este evento se crean “dos retratos de la patria” (Las
Historias Prohibidas, 189), dos culturas que no necesariamente son
polos que luchan, pero que han estado en conflicto en tanto que una ha
dominado la otra sin que los dominados se hayan dado cuenta del velo que
han tenido tendido en los ojos por tanto tiempo. Pero ahora, como dice
Dalton en el poema Des-cubrimiento, reclama que le dejen ver “la
gran mentira”:
No me cubran los ojos.
Yo también
...
QUIERO VER.
Y no se pongan bravos
PORQUE AUN QUIERO VER.
(Un Libro Levemente Odioso, 128)
Es
con ese Des-cubrimiento que podemos entrar a hablar del plano
estético de la obra de Dalton. Es importante reconocer que es en ese
espacio que se justifica la reescritura hecha por él: es dentro
del plano estético que su obra cobra múltiples dimensiones
interpretativas, así contemporizando los problemas existentes dentro de
la cultura salvadoreña. Cabe aquí recordar la advertencia de Alas, ya
que dentro de ese espacio encontraremos que el “Roque literario” y el
“Roque político”(personal) están entrelazados de tal forma que es
difícil separarles. Al no percatarse de esa dualidad se termina haciendo,
como advierte Frances Jaeger, una crítica que favorece una por encima de
la otra. Aún más, es ignorando esa dualidad que la mayoría de los
estudios daltonianos insisten siempre en “subrayar el aspecto político
de su escritura, disminuyendo, como consecuencia, el aspecto literario”
(Otros Roques, 19) [8] . Bajo ese doble filo de la crítica hacia
los estudios daltonianos hay que preguntarse, ¿cuáles fueron los motivos
que tuvo para hablar de “esos problemas” creados por la burguesía
desde la colonia, que de otra manera no le afectaban de forma directa,
debido a que él se había formado dentro la misma?
Dalton, siendo parte
de la clase pudiente de El Salvador, tuvo la oportunidad de experimentar y
ver la vida en otros países del mundo, despertándole sospechas sobre el
atraso existente en el “pequeño pulgarcito de América.” Mientras en
el extranjero, debido a las situaciones históricas del momento, se dio
cuenta de que los problemas del “pulgarcito” eran desconocidos para
ese mundo que exhibía una situación distinta a la que él había
percibido dentro del país. Esa será una de sus grandes actividades
sociales: dar a conocer que “el drama salvadoreño sigue siendo en gran
parte un drama ignorado” (El Salvador, 7). ¿Qué drama? ¿Por
qué ignorado? ¿Ignorado por quien?
Es un drama en
cuanto la burguesía nacional prohíbe, a través del aparato
político-militar, que se lleve a cabo una dialogización de los
problemas. De cierta manera, la “pluralidad” necesaria para que ocurra
un diálogo es interrumpida por las mentiras que viene enmascarando la
burguesía desde hace más de un siglo en el poder. Por otra parte, el
diálogo es, para utilizar el término de Julia Kristeva, “normalizado”
por el sistema económico capitalista que opera en las estructuras
políticas impuestas por la oligarquía terrateniente salvadoreña. Dalton
lanza una crítica severa al capitalismo auspiciado por los
terratenientes, y controlado por los Estados Unidos, puesto que éstos han
ocultado perennemente “las fuerzas económicas que explotan y desangran
al pueblo salvadoreño (al que le) han tendido un denso velo sobre el
verdadero rostro del país” (El Salvador, 7). Para Dalton, dentro
del sistema capitalista, es imposible mantener un diálogo entre
pasado-presente, individuos-individuos, burguesía-pueblo,
explotado-explotador, entre la cultura burguesa y la cultura del obrero.
Falta responder a la
pregunta de por qué el drama es ignorado y quiénes lo ignoran.
Recurriendo al elemento antes propuesto, debido a que no hay diálogo
entre afuera/ dentro del país, el mundo ignora la situación precaria a
la que son sometidos diariamente todos los salvadoreños [9] . Por otra
parte, es ignorado por los salvadoreños puesto que el aparato
político-militar prohíbe que sepan “las verdades” de sus desgracias
sociales. Finalmente, es ignorado en tanto que la burguesía no quiere
reconocer los problemas que acechan al pueblo condicionado a la estructura
política (y económica) de una oligarquía nacional.
Con la antes
expuesta división se puede ver como Dalton ilustra los “dos retratos de
la patria” que han ido pintándose con la sangre de los de “allá
abajo,” creando así una violenta situación de injusticia y miseria que
se desarrolló perpetuando la imposición de la propiedad privada, que
bajo una política explotadora se convierte en propiedad agraria. Es por
ello que al construir una identidad cultural salvadoreña, hay que
enfrentarse con el hecho de que “no hay... una vida nacional
salvadoreña, no hay una cultura salvadoreña; lo que hay son dos vidas
nacionales y dos culturas” (Recopilación, 459). Dentro de ese
binomio, la cultura burguesa bajo la “constante y prolongada
labor de ocultación y tergiversación”(El Salvador, 8), ha
logrado someter a la cultura del oprimido en un pozo donde
“ha sufrido graves deformaciones de conciencia que han obstaculizado su
despertar para dar solución a sus problemas fundamentales de atraso y
sometimiento” (Ibid).
Debido al “atraso
y sometimiento” impuesto por la cultura burguesa, la conciencia
histórica del sujeto salvadoreño ha sido incapaz de “despertar” de
esa gran mentira que es la independencia y creación de una nación.
Siendo desplazados y alienados por la oligarquía, desde que se consolida
la neocolonia, el pueblo salvadoreño ha vivido en el seno de esa mentira
arrebatándoles “de sus manos la capacidad de hacer concientemente su
propia historia” (El Salvador, 8). De la última cita emanan
preguntas críticas a las que hay que responder: ¿Qué entiende Dalton
por historia? Si la historia salvadoreña ha sido escrita por los voceros
de la cultura burguesa, ¿qué significa ser salvadoreño? ¿Cuál es la
nación?
Para comprender lo
que Dalton entiende por historia hay que primero proponer que su
concepción del pasado no radica en una idealización de los eventos que
llevaron a un pretérito. Para él, un evento ocurrido debe de ser ubicado
dentro de “su contexto histórico-social para destacar las
contradicciones fundamentales que dieron vida y movimiento a los
fenómenos mismos, a los hechos en concretos” (Recopilación,
430). Así, su revisión de la historia y la cultura salvadoreña no cae
en el intimismo de la historia personal, ya que nos plasma “el
desarrollo evolutivo de los conflictos sociales que han ido configurando
la salvadoreñidad” (Recopilación, 425).
Al exponer las
contradicciones enmascaradas por “las mentiras de la historia,” Dalton
descubre que El Salvador tiene labrada su verdadera historia en un
cementerio, el cual la cultura burguesa ha construido basada en las
mentiras. La base fundacional de nuestra historia es la mentira y el
engaño. Por ejemplo, en su poema Un geógrafo, él hace un mapa de
la historia salvadoreña y encuentra que dentro de ese profundo espacio
La historia es un pozo
poblado por tipos pálidos
que se manejaron como terremotos.
...
De enfermos del vientre
...
De putitas sabias e intrigantes
...
De pueblos polvorientos y hoscos...
(El Turno del Ofendido, 90)
¿Qué
quiere darnos a entender con eso de que “la historia es un pozo/ poblado
por tipos pálidos”? Es importante señalar que Dalton antes que
historiador se consideraba un poeta escudriñador del presente, por lo que
le planteó la desmitificación de las mentiras de la historia oficial (Poesía
y Militancia, 13) a través de una poética que “ofrece resistencias
a cualquier anagnórisis” (Alas, 14). De esa manera, su literatura busca
despertar esos “tipos pálidos” que han perdido de sus manos el
derecho a escribir “la verdadera historia de nuestra cultura.” Aquí
cabe recordar la advertencia de Alberto Moreiras, quien señala que la
fundación histórica de la literatura latinoamericana es la insurrección
de los muertos. No obstante, al referirse a los “muertos” que alude
Dalton hay que tener cuidado, dado que esos “tipos pálidos” están
“mediomuertos” debido a que los dueños de la historia oficial les han
robado la palabra. Empero ese “mediomuerto” hoy grita,
resistiendo toda mentira
Oíd, todos vosotros,
los que cual bendición contra la noche reciben mi palabra.
...
Oíd, oíd,
vosotros ,
aquellos a quienes insulté con la más clara verdad...
(La Ventana en el Rostro, 47)
A
través del planteamiento de la insurrección de los muertos, Dalton
desvela que la cultura burguesa siempre ha tratado de promover en el
oprimido y explotado “una estructura de comportamiento existencial y
expresivo que oblitera su propia condición de humillado, de rebelde, de
impugnador” (Recopilación, 133), y que él calificó de “goma
histórica.” [10] Es de ese estado que, según Dalton, el oprimido debe
de despertar para así tomar conciencia de los problemas que le afectan
como individuo dentro de un sistema capitalista. Dentro de esa crítica
podemos ver como Dalton da concientemente prioridad a las tareas asociadas
con el despertar de la conciencia de los oprimidos; individuos que marchan
como “hombres despalabrados (que) no es sinónimo de mudo sino de zombi”
(Recopilación, 168). Dicho de otra forma, es el entretejido que
ata al “zombi” con el pasado la constante preocupación de Dalton, por
lo que él cuestionó fuertemente la historia oficial y cómo ésta afecta
al sujeto histórico del momento: “¿Cuál es la significación social
de esos acontecimientos ignorados o malamente conocidos, para el
salvadoreño del siglo XX?” (Recopilación, 426). La
interrogación antes hecha nos lleva a la segunda pregunta antes
planteada.
En el presente,
¿qué significa ser salvadoreño? A través de la advertencia hecha por
Moreiras se puede ver como ser salvadoreño significa haber nacido muerto
y estar “mediomuerto.” La interpretación antes ofrecida nos revela
como Dalton lo aplica en su poema Todos, donde declara que
Todos nacimos medio muertos...
sobrevivimos pero medio vivos
....
ser salvadoreño es ser medio muerto
eso que se mueve
es la mitad de la vida que nos dejaron
...
unámonos contra los asesinos de todos
contra los asesinos de los muertos y de los mediomuertos...
(Las Historias Prohibidas, 124-25)
Un punto estratégico de esta crítica es señalar que la salvadoreñidad
desvelada por Dalton no ha sido re-presentada en la literatura ni en la
historia de la cultura burguesa. La razón es que los voceros de las
clases dominantes se han cerciorado de que “los profesores de historia e
historiadores se cuiden de incluir en sus cátedras o en sus textos
referencias veraces” (El Salvador, 8) que reflejen “la historia
de nuestra cultura.” Debido a esa manipulación, “la salvadoreñidad
que se profesa en la historia oficial (la que no se prohíbe y divulga
sistemáticamente en la escuela, la iglesia, la universidad, los medios de
comunicación colectiva) es, entonces, una fachada hueca sin fundamento
real. Una mentira tenebrosa” (Recopilación, 442) que se ha
venido imponiendo desde el neocolonialismo. Básicamente, la identidad
cultural del sujeto salvadoreño está fracturada entre la constante labor
de tergiversación que impone la mentira y los sentimientos de resistencia
que constituyen “la verdadera historia de nuestra cultura.”
Es entremedio
de ese sujeto fracturado que Dalton quiere tocar para poder desvelar su
identidad. La pregunta es, ¿cómo lleva a cabo tal proyecto? Debido a que
el sujeto ha sido sometido a una despersonalización, él propone
despertar y desvelar al salvadoreño a su violenta realidad. Para tal
empresa, él recurre al uso de una poesía cargada de elementos
contradictorios que llevan al abismo de la verdad, espacio donde se
desvela la mentira. Por otra parte, él recurre al uso de la poesía
porque creía que ésta es “la palabra escrita bellamente” (Recopilación,
39), así “el gran deber del poeta... se refiere a la esencia misma de
la poesía, a la belleza” (Poesía y Militancia, 16). Para
Dalton, belleza, revolución y poesía están unidos por el elemento
debelador que ofrecen a través de la subversión de los presupuestos
culturales e históricos. Sin embargo, para que la poesía desvele es
esencial que ésta esté divorciada de cualquier elemento impuesto por la
cultura burguesa, haciendo necesario situarla fuera del canon literario.
Dalton le diría a Benedetti, durante una entrevista, que era necesario
plantearse el espacio de la poesía dado que ésta debe de tener como
función “arrebatarle a la burguesía el privilegio de la belleza”
(53). Él concibe que un escritor descolonizador tiene que considerar “el
concepto de la belleza y de lo bello como realidades culturales, dotadas
de ámbito histórico y de raíz social” (Poesía y Militancia,
17), independiente de las mentiras impuestas por la burguesía. Asimismo,
como la historia salvadoreña es la historia de golpes y bofetones que han
logrado silenciar y despersonalizar al sujeto salvadoreño, él recurre a
ese mismo método inyectando en su poesía violencia que lleva como fin
librar al oprimido de su insomnio. Para Dalton ha llegado el
turno del ofendido, del sujeto que por sus cicatrices puede rastrear
que ha sido golpeado, pero que ahora tiene derecho de reclamar a su
opresor, me habéis golpeado:
Me habéis golpeado azotando
la cruel mano en el rostro
...
Me habéis encarcelado aún más
con vuestros ojos iracundos
...
Ahora es la hora de mi turno
el turno del ofendido por años silenciosos
a pesar de los gritos
(Los Pequeños Infiernos, 7)
Dalton un su poesía expresa las contradicciones de la historia impuestas
por la cultura burguesa, presentándoselas al “zombi” descalabrado
para que pueda reclamar su turno. Al presentar ese espacio que pone en
evidencia las contradicciones, Dalton nos enseña que ante los sistemas
opresores y normalizadores “es la conciencia el primer arma con que
cuenta el oprimido” (Recopilación, 445). Es por eso que se puede
postular que, por medio de su estética, él nos advierte sobre los
problemas inherentes en el sistema capitalista. Dentro de ese espacio,
advierte Julia Kristeva, el sujeto pierde su capacidad de rebeldía, ya
que psicológicamente “the kind of activity encouraged and privileged by
(capitalist) society repressed the process pervading the body and the
subject” (Revolution in Poetic Language, 13).
Al presentar las “contradicciones”
(dentro) de la historia salvadoreña, Dalton se propone ofrecerle una
bofetada al lector, debido a que éste debe de estar alerta para descubrir
las razones de las mismas. En principio, el poeta nos ofrece una poesía
dividida por la constitución de una gran mentira. Así, el lector al
hacer su lectura debe de concienciarse de “las mentiras de la historia,”
puesto que éstas Dalton las subvertirá como “verdades.” Es
importante señalar que su subversión no lleva a una “historia
alternativa” de El Salvador, dado que “las mentiras de la historia”
no son paralelas a la “verdadera historia de nuestra cultura,” sino
dos planos que se encuentran dentro del espacio de la falsificación. Por
esto mismo, su subversión radica en que él nos ha presentado que la
historia está sujeta a “falsificaciones” por aquellos “quienes
escriben la historia.” Así, su investigación de la “verdad
histórica,” paralela a la búsqueda de una identidad cultural, se
presenta como una paradoja que el lector debe de resolver. Para Dalton, el
lector tiene que cuestionar lo que lee, así por medio de su lectura pasa
a ser partícipe del proceso de reescritura de la historia. Nuestro papel
como lectores, nos advierte Jaeger, “es de ser más concientes del
proceso de escribir la historia, ya que cada versión de los hechos nos
obliga a revisar nuestra relación con el pasado” (Otros Roques,
30).
Al nivel
psicológico, debido a que tampoco descartó la posibilidad de que la
conciencia sea el primer arma del oprimido, Dalton intuye que es “la
capacidad de cuestionamiento lo que construye la conciencia del hombre”
(Recopilación, 23). Así, en su poética no vaciló en utilizar
“insultos,” que para aquel acostumbrado al artificio de la lengua
refinada resultan ser una bofetada, mas para el sujeto acostumbrado a esa
forma de vida le devienen en una pregunta, elemento con el cual
Dalton creyó se puede poner en movimiento un diálogo. De hecho, él
propone que por medio de la poesía se pueden transmitir procesos
psicológicos, los cuales llevan a un espacio de comunicación que
expresan el verdadero rostro de la identidad cultura. Fernando
Heredia observa que “Roque encontró en la poesía el vehículo
apropiado para comunicar el complejo de sentimientos, reflexiones y
acciones” (Recopilación, 173) que constituyen el ser
salvadoreño.
Ante el proyecto de
la reescritura de la historia, Dalton se preguntó muchas veces sobre el
espacio que ocupa la nación dentro la literatura escrita hasta ese
momento. En Poesía y Militancia, pregunta, ¿“en qué medida ha
sido expresada la nación en la literatura que se ha hecho hasta ahora en
El Salvador”? (14). La pregunta es, ¿cuál nación? La nación que
Dalton presenta es ese espacio público (“cotidiano”) donde se
encuentran todos los sujetos de la sociedad que han sido marginados y
excluidos por el poder económico y político de las clases dominantes. La
nación para él es un espacio heterogéneo compuesto, como nos dice en Poema
de Amor,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
...
los sembradores de maíz en plena selva extranjera
...
los que nunca nadie sabe de donde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
...
los que lloraron borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros
los guanacos hijos de la gran puta
...
los eternos indocumentados
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo
...
los tristes más tristes del mundo
mis compatriotas,
mis hermanos.
(Las Historias Prohibidas, 200)
Fácilmente se puede intuir como Dalton desvela una nación en la cual
entran todos los aludidos, por lo que su concepto transciende las
fronteras geográficas establecidas por la cultura burguesa. Además, él
nos recuerda que la nación no es un espacio construido por la bandera ni
el himno nacional. La nación no es un espacio donde la política define
la identidad del individuo, sino que es un espacio definido centrándose
en que la vértebra del país [11] es la cultura de aquellos que
históricamente han sido desposeídos de sus derechos humanos, hasta el
punto de robarles el derecho básico de poder escribir su(s) propia(s)
historia(s). Para desmentir la nación dada, como diría siempre, Dalton
recurre a un lenguaje depurado de cualquier elemento de enajenación,
rechazando ese “país sartén” construido por las mentiras de las
clases dominantes. Para desmentir la historia oficial, y atacando a los
voceros de la historia vestidos de catedráticos, constantemente se dirige
a los de la academia reclamándoles, como lo expresa en su Cartita, su
discurso sobre la construcción de la nación.
Queridos filósofos,
queridos sociólogos progresistas.
Queridos sicólogos sociales:
no jodan tanto con la enajenación
aquí donde lo más jodido
es la nación ajena.
(Poemas Clandestinos, 14)
¿Contra que nación se manifiesta Dalton? Como dije anteriormente, contra
esa impuesta por las clases dominantes, la cual está estructurada bajo el
poder económico y político de los grandes terratenientes del país. De
esa manera, se revela en contra de esa nación que tiene como aparato
enajenador la privatización de los espacios públicos, apropiándose de
todos aquellos elementos históricos y culturales para continuar
desfigurándole el rostro a “la nación ajena.” Dalton también
reconoce que la burguesía, debido a su ambición de querer mantener el
poder económico y político desde el cual construyen la nación, le
responden al capitalismo impuesto por Estados Unidos. Es por medio de su
crítica al capitalismo que Dalton desvela que el aparato político de
Estados Unidos es el culpable de que se haya (y sigua) perpetuado el
espacio de “la nación ajena.” Recordemos que ya instaurada la
estructura neocolonial los problemas económicos legados por la colonia
siguieron tan vigentes como a principios del siglo XIX, lo que llevó a
los grandes hacendados a escoger el mismo camino tomado ante el Plan de
Iguala, así poco a poco “el imperialismo norteamericano iría
tomando el domino absoluto del país, pactando con la oligarquía
terrateniente de El Salvador” (El Salvador, 80).
Dalton
encuentra que el sistema neocolonial se fortaleció con la entrada de
Estados Unidos al espacio socio-político del país, puesto que después
que éstos lograron instalar su política explotadora, los grandes
terratenientes incrementaron sus intereses económicos al exportar sus
productos al Mercado Internacional. De esa manera él revela que el
instrumento básico utilizado por el imperialismo, para mantener a los
terratenientes subyugados a seguir explotando al pueblo, es el comercio
exterior, sobre el cual él opina que “vivir para el mercado
internacional significa vivir para el dueño del Mercado Internacional,”
que es Estados Unidos (Las Historias Prohibidas, 181). Al hacer su
crítica imperial, Dalton nos recuerda que la independencia de El Salvador
no fue independencia si se tiene en cuanta que todavía se sigue bajo una
estructura explotadora que viene reciclándose desde la colonia; a lo
mucho lo que ha cambiado son sus amos. Para Dalton la “formación” del
sujeto sociocultural salvadoreño debe de llevarse a cabo resistiéndose
en contra de ese poder opresor que impone Estados Unidos. Él mismo nos
advierte que el problema es que
el imperialismo desea que la nación salvadoreña
sea la nación salvadoreña S.A., Made in USA.
Lo cual quiere decir que la nación de los salvadoreños
sólo será salvadoreña si es anti-imperialista.
...
Porque la nación que comenzó a ser nación al dejar de ser española,
sólo terminará de ser nación al dejar de ser yanqui...
(Las Historias Prohibidas, 182)
La crítica que Dalton hace al capitalismo es paralela a la crítica hecha
a Estados Unidos, que simultáneamente es una crítica al concepto de
nación impuesta por la burguesía. Por medio de esa “trinidad” él
nos ofrece una crítica en donde se desvela como la nación creada por las
clases dominantes solamente es una “fachada hueca;” [12] una mentira
que ha sido siempre sostenida por la cultura burguesa. Así, el enclave de
la base fundacional de la nación salvadoreña es una mentira generada
porque el concepto mismo provee un espacio de ambigüedad desde donde se
puede constituir la falsedad. Ese sentimiento lo podemos percibir en su
poema El Gran despecho, en el cual tristemente reclama
País mío no existes
sólo eres una mala silueta mía
una palabra que le creí al enemigo
...
(Quiero decir: por expatriado yo
tú eres ex patria)
(Taberna y Otros Lugares, 29)
Dalton se atreve a decir “ex patria” porque le creyó al enemigo que
la nación en que él vivía era la nación que estudiaba, dándose cuenta
de que la verdadera nación es la “nación ajena” siendo
explotada por Estados Unidos, y no la “fachada hueca” exportada por la
oligarquía bajo la palabra “país,” “nación” o “salvadoreño.”
Dentro de su crítica al imperialismo, él no vaciló en señalar que si
Estados Unidos interfiere en la vida privada no es porque quiera un mejor
El Salvador, sino que lo que busca es imponer una estructura yanqui dentro
del país a través de la cual se pueda apropiar del espacio político y
económico de la nación burguesa, y por extensión, la “nación ajena.”
En su poema paródico O.E.A, creativamente desvela que el dominio
del poder político establecido en El Salvador (y por extensión
Latinoamérica) está en manos de Estados Unidos,
El Presidente de mi país
se llama hoy por hoy Coronel Fidel Sánchez Hernández.
pero el General Somoza, Presidente de Nicaragua,
también es Presidente de mi país.
...
Y el Presidente de los Estados Unidos es más Presidente de mi país
que el Presidente de mi país,
ese que, como dije, hoy por hoy,
se llama Coronel Fidel Sánchez Hernández.
(Taberna y Otros Lugares, 38)
El centro político de la Organización de los Estados Americanos
es, como las mismas siglas indican por su anagrama, la Organización de
Estados Unidos. De esa manera, Dalton siempre insistió que la mentira
impuesta por el imperialismo yanqui, para fracturar la identidad cultural
de la nación, solidificó la división del espacio cultural entre la “nación
ajena,” compuesta heterogéneamente por “los hacelotodo, los
vendelotodo, los comelotodo,” y la nación de los símbolos patrios,
donde la bandera y el himno sirven para cobijar homogéneamente, a través
de la violencia militar (y excluir a la misma vez), los fragmentos de la
cultura salvadoreña. Dalton cree necesario analizar la división entre
las dos naciones para poder reclamarles a las clases dominantes la razón
por la cual la construcción de la “nación ajena” es producto de una
política extranjera. Dentro de la construcción de la nación burguesa a
la que originalmente pertenecía, Dalton se siente un expatriado, un
eterno indocumentado que no pertenece, sino es por su inconclusa lucha ,
ni si quiera a esa “nación ajena” a la que se siente íntimamente
ligado. Desengañado porque le creyó al enemigo la construcción de la
nación, expresamente le reclama a la burguesía sobre su continuo apoyo a
la despersonalización de la “nación ajena,” que es la verdadera
nación. Queriendo iniciar un diálogo, en su poema El Alma
nacional, él pregunta en espera de una respuesta,
¿Quién eres tú, poblada de amos,
como la perra que se rasca junto a los mismos árboles
que mea? ¿Quién soportó tus símbolos,
tus gestos de doncella con olor a caoba...?
...
¿A quién no tienes harto con tu diminutez?
...
¿Cómo te llamas, si, despedazada,
eres todo el azar agónico en los charcos?
¿Quién eres,
sino este mico armado y numerado,
pastor de llaves y odio, que me alumbra la cara?
(Taberna y Otros Lugares, 30)
En conclusión, “el gran despecho” que Dalton siente le nace de
haberse percatado que “las mentiras de la historia” impuestas por las
clases dominantes han despersonalizado la identidad cultural de “el
salvadoreño,” substituyéndola por una fachada hueca que no existe más
que para explotar a los de la verdadera nación. Así, él desvela que el
mito de la independencia es la primera gran mentira acometida en contra de
los de “allá bajo,” bifurcando la naciente nación entre los
de las clases dominantes y la “nación ajena;” donde estos últimos
aún no han podido reclamar su independencia debido a que se les sigue
explotando como hace más de cuatrocientos años.
Notas
[1]
Dalton fundamentalmente entiende por pueblo el espacio
geográfico-cultural ocupado por indios, mestizos, mulatos y negros.
Dentro de esta clasificación es importante considerar las clases sociales
que ellos ocupaban. Dalton, en el segundo capítulo de su libro El
Salvador, plantea que estos grupos ocupaban el escalón último de la clase
media, y todo el espacio de la clase baja. Su jerarquía está
basada en el desempeño laboral de cada uno de ellos.
[2] Durante la colonia los peninsulares recaudaban los siguientes
impuestos que Dalton califica como “formas de mera extorsión
económica.” La Habilitación: impuesto que se imponía a los
préstamos destinados a los indígenas a cambio de sus cosechas –como
veremos después, y mencioné anteriormente, la tenencia de las tierras
así se problematiza, puesto que éstas pasan a las manos de
los grandes hacendados y terratenientes. El Tributo: impuesto que
era directamente dado a las autoridades españolas como un “impuesto
personal.” Los Diezmos y Primicias: éstos son recaudados por la
iglesia eclesial de todos los feligreses. La Alcabala: impuesto
recaudado como impuesto “fiscal.” Por último, La
Garita: este era un cobro hecho a todos los transeúntes que deseaban
entrar a los pueblos de las regiones istmeñas.
[3] El hecho de que critique la iconografía impuesta por la oligarquía
le ha designado a Dalton como un iconoclasta. El problema es que mucho de
sus críticos han visto en su íconoclasismo un sistema que produce “imágenes
contradictorias.” La razón de ello es que Dalton trabaja por sobre
un sistema que de antemano es un sistema contradictorio. Por lo tanto,
decir que sus imágenes son contradictorias en sí es erróneo.
[4] Delgado era el lider religioso de San Salvador, la provincia más
importante de la zona.
[5] Documento publicado por el Partido Comunista salvadoreño.
[6] Hombre de origen humilde que luchó junto a quienes se rebelaron en
1811. En su afán de querer crear una democracia, fue electo alcalde de
San Salvador en 1814. Para demostrar su desacuerdo con el aparato
colonial, ocupó la parroquia de San Francisco. Una vez contenida la
revuelta, su cabeza fue puesta a precio por los peninsulares. Se dice que
para escapar su persecución, emigró ese mismo año a Jamaica donde
murió en 1817.
[7] The Postmodernism Debate in Latin America.
[8] Personalmente creo que la crítica daltoniana olvida totalmente que no
hay ningún trabajo biográfico bajo el cual se pueda exponer
las contradicciones personales y literarias de Roque Dalton. Hasta que no
se escriba una biografía, como nos advierte Fernando Heredia, “la
personalidad política de Roque es (y será) inseparable de su
personalidad literaria e intelectual,” (Recopilación, 179)
puesto que en el sentido más llano de la palabra ambas son “pura
revolución.”
[9] Un ejemplo de esta convención crítica la podemos encontrar en su
poema El Gran Despecho,
Antes creía que solamente eras muy chico
que no alcanzabas a tener de una vez
Norte y Sur
pero ahora sé que no existes
y que además parece que nadie te necesita
no se oye hablar a ninguna madre de ti.
(Taberna y Otros Lugares, 29)
En otro poema, siguiendo la misma línea subversiva, se puede leer en Los
Extranjeros
Este país es una espina de acero.
Supongo que no existe sino en mi borrachera,
pues en Inglaterra nadie sabe de él.
(Taberna y Otros Lugares, 45)
[10] Una de las críticas convencionales de Dalton está anclada en la
idea de que el pueblo siempre ha sido manejado por las clases poderosas a
través del consumo del alcohol. Según él, el alcohol ha llevado a una
suerte de olvido por parte de aquellos explotados, puesto que después de
la borrachera llega el olvido de aquellos momentos que se quieren
reprimir. Así, Dalton por “goma” entiende esa resaca que ha llevado
al delirio del olvido.
[11] Por país se entiende el espacio físico hasta donde se extienden las
fronteras de El Salvador.
[12] Es una “fachada hueca” porque como proyecto es un proyecto “inconcluso”
que nada más tiene como salida la resistencia en contra de Estados
Unidos, pues sólo esa resistencia llevará a que “la nación que
comenzó a ser nación... (sea) nación al dejar de ser yanqui.”
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