Sergio Ramírez
(Masatepe, Nicaragua, 1942-)


Félis concóloris
Cuentos
(Managua, Nicaragua: Editorial Nicaragüense, 1963);
Cuentos completos
(México: Alfaguara, 1996, 340 págs.);
Cuentos completos
(México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 1997, 340 págs.)



      El Nuevas para Hoy, diario oficial de la República en la cual transcurre esta historia, publicó de manera no muy principal la noticia de que “Alejandro Humberto Tiosca R., muy querido y eminente hijo de la patria” haría su llegada al país “en fecha no lejana y a la vez feliz para la nación”.
       Ciertas personas, que leen con detenimiento y avidez especial los periódicos, pudieron notar la gacetilla que figuró en páginas anteriores de la edición de ese día, ilustrada con una foto pequeñita del personaje. Seguidamente, la información añadía que el señor Tiosca era “uno de los más eminentes lexicólogos del mundo, dedicado desde años atrás a su fructífera labor intelectual”.
       Debo aclarar que nuestro pequeño país, con dos millones de habitantes, la mayor parte de ellos mal alimentados, según las estadísticas que año con año realiza la Oficina Internacional para el Control de la Salud, tenía otros problemas más importantes de qué ocuparse y los periódicos, otros asuntos de qué hablar con más alboroto, que sobre el regreso del señor Tiosca. Así que la noticia fue una más igual a las publicadas sobre la deserción de soldados en Bizerta, las inundaciones en Bingerville y los experimentos sobre el cruce de ganado de raza en Camberra. Pero a los tres días de haber sido publicada esta ordinaria noticia, apareció otra, destacada con más o menos importancia, la cual fue transmitida por el cable:

Kioto, Japón, abril 12 (US): El Congreso Internacional de Glosología Animal reunido aquí resolvió tras intensos debates establecer un nuevo sistema de nomenclatura científica para los gatos. Así que de ahora en adelante, los gatos de monte serán denominados Félis silvestrus, en lugar de Félis silvestris, y los gatos domésticos Félis catus ordinarius, en lugar de Félis catus tan solo. Igual medida se adoptó para denominar a los pumas y leones, los cuales se llamarán desde ahora Félis concóloris y Félis leo fierus, en lugar de los nombres con que antiguamente se les conocía. Presidió el congreso y es directamente responsable de la nueva nomenclatura, el Dr. A. H. Tiosca, lexicólogo de fama internacional.

      El anterior cable fue distribuido por una reputada agencia internacional de noticias y publicado en el Nuevas para Hoy con el siguiente titular:

TIOSCA REALIZA CAMBIOS EN NOMBRES DE ANIMALES

       Ya había empezado diciendo que en nuestro país existía y existe injusticia social. Hay hambre y desnudez, grandes latifundios, monopolios, bajos salarios y en fin, todas esas cintas de colores con que se atan los discursos en las plazas públicas.
       Y podría preguntarse: ¿qué le importa a un país miserable como este y qué le importa a los diarios, casi siempre en busca de noticias sobre crímenes, robos, falsificaciones, huelgas, atentados políticos, revoluciones, extorsiones, violaciones, etc., etc., la llegada de un tipo que sabe mucha gramática y maneja las palabras como el mecánico su torno y el panadero su masa? Yo había pensado lo mismo y me movía y aún me mueve la inquietud por tanto desamparado que hay en este país. Y, precisamente, estaba redactando un discurso que sobre la mala distribución de la tierra iba a pronunciar ante un mitin de campesinos, cuando saqué con alguna violencia el papel donde lo escribía, para meter en mi máquina este, en que pinto la historia de un señor que llega a su país, donde el 67% de la gente no goza del placer de leer y escribir, el 71% tiene un ingreso anual de $93 y el 58% no tiene letrinas en su casa.
       Yo pertenezco a esa clase de personas a las que me referí anteriormente, las cuales se leen enteramente el periódico (internacionales, deportes, sociales, “Aunque Ud. no lo crea”, “Así va la ciencia” y hasta los anuncios clasificados y los editoriales). Y fue así como me di cuenta de la llegada de A. H. Tiosca, pero habiéndole dado a tal noticia la misma importancia que le dio mi vecino, expendedor de legumbres frescas, y mi cuñada, profesora de inglés en un liceo de señoritas. Luego habiendo casi olvidado a Tiosca (en realidad no hacía nada por acordarme de él), leí la noticia a la que ya me referí, sobre el nuevo nombre de los gatos y tomé un poquito más de interés por él. Cosas de mi propio ámbito volitivo, entiendo yo. Y por supuesto la forma en que fue dada la noticia, ya que traía en el titular el nombre de Tiosca. Pues si yo hubiera vivido en Ghana, Afganistán, Rhodesia, Perú o Islandia, habría leído simplemente:

NUEVOS NOMBRES PARA LOS GATOS,

o…

FELINOS DESDE AHORA SE LLAMARÁN DE OTRO MODO

en el idioma correspondiente, claro está. Pero el caso es que yo leí:

      TIOSCA REALIZA CAMBIOS

… y eso puede haber sido el grano de pimienta sobre la nariz de mi interés.
       Para los entendidos en psicología y los no entendidos, lo común y corriente hubiera sido que yo, ciudadano normal de un país empobrecido, no asociase las dos noticias y no hubiese aprendido de memoria el nombre de Tiosca (aunque confieso que primero aprendí cómo se pronuncia y luego fui a buscar el periódico para leerlo de nuevo y así aprenderlo a escribir). No debí pues haberme preocupado por este fulano que promovía cambios a su antojo en los nombres de las ratas, cebras, gatos, coatíes y otros animales; pero debo hacer la modesta aclaración de que soy hombre de algunas inquietudes y he estado siempre convencido de que los hombres inquietos tienen un hondo espíritu de observación. He descubierto esto porque al leer los periódicos siempre me fijo detenidamente en la trama de las fotos, en los nuevos titulares que está usando el diario, en la propaganda de los jabones, y siento un extraño regocijo cuando la caja de la pasta dental que uso trae otro color más intenso y unas letras grandes que dicen:

¡NUEVO! AHORA CON DENTALEX SUPERFINO

      Hojeando un día revistas viejas me encontré con un reportaje sobre Tiosca, el que leí con el consabido interés de que vengo hablando y pude aprender nuevas cosas sobre él. Decía el reportaje que Tiosca había nacido en mi país, la edad que tenía, sus aficiones, los estudios que sobre gramática había realizado, que toda su vida la había consagrado a conocer el léxico, que hablaba siete idiomas, algunos de ellos ya muertos, amén de los dialectos y otras jergas. Se refería también el artículo a su fabulosa biblioteca privada y los viajes que Tiosca había realizado para asistir a conferencias, seminarios y congresos sobre idiomas y dialectología, en los cuales se resolvía el giro de nuevas palabras, la semántica de ciertas oraciones difíciles y los cambios continuos de un idioma a otro. El artículo se hallaba profusamente ilustrado con fotografías del señor Tiosca, en las que aparecía rodeado de los libros de su gran biblioteca, pergaminos, medallas, diplomas, etcétera.
       Si yo me hubiera encontrado este artículo sin haber conocido a través de las dos anteriores noticias a Tiosca, seguramente no le habría dado importancia, pero continué preocupándome más por su personalidad y llegué a asegurarme de que en realidad era él un hombre famoso cuando encontré su nombre en la letra T del Diccionario Universal de la Lengua, página que copio aquí enteramente:

TIOSCA R. ALEJANDRO HUMBERTO: Nació en 1887. Filósofo de la lengua, lexicólogo, filólogo, gramático. Autor de varias obras sobre la materia, entre ellas, La semántica de la palabra hacendoso, El amor en todas las lenguas, La filología como arte y como ciencia, El hombre ante el problema de su intercomunicación, La escritura no es una barrera, Germania y su difícil lengua, La gramática latina en el anglosajonismo, El pretérito imperfecto del verbo estrepitar, La lingüística descriptiva y su metodología hace diez siglos, entre otras. Es actual Presidente de la Academia de las Lenguas Muertas de Etiopía, Secretario Ejecutivo de la Asociación Continental de Academias del Habla, Consejero del Instituto de Fonética y Director del Centro Mundial de Estudios sobre la Universalización de los Idiomas. Ostenta muchos títulos y cargos honoríficos, algunos de ellos especialísimos. No come carne y gusta de las buenas bebidas. Habla once idiomas y aprende con interés otros, entre ellos el polaco, húngaro, céltico, bávaro, bohemio, esperanto, etc. En 1939 fue distinguido con el premio “Ismael Oxternvielch”, que se concede a quien más haya trabajado por la lengua en los últimos diez años y en 1947, con la Gran Cruz de Plata, Orden del Gran gomendador por el Gobierno Itálico, en reconocimiento de las grandes innovaciones realizadas por él a la gramática italiana. La última distinción le fue conferida por el gobierno de Suecia, por sus estudios profundos en el sueco.

       El diccionario era de 1950, por lo que imaginé que Tiosca debería tener ya muchas medallas, órdenes, diplomas y títulos más. Así que esperé en los días sucesivos más noticias sobre su llegada, aunque ni yo mismo lograba entender el porqué atendía a este hombre insignificante para la mayoría y más para mis compañeros de la Acción Popular Radical, donde milito.
       No volvió Tiosca a ser para mí motivo de preocupación. Me encontraba dedicado a otras actividades, las que ocupan casi todo mi tiempo, hasta que algunos meses después, todos los periódicos imprimieron en rojo y a ocho columnas, con gran alarde en el tamaño de los tipos usados para la composición,

      TIOSCA GANA EL PREMIO OXSEN

y en la segunda línea:

Es el primer compatriota que obtiene esta distinción.

      ¡De tal manera que el hombre este había obtenido el premio que en todo el mundo se concede cada dos años a aquellos que hubieran sobresalido más en los campos de las ciencias y las letras! Ahora veía yo en periódicos, revistas, boletines del Estado, magazines, y escuchaba en las radiodifusoras, la noticia profusamente adornada y estirada. Las revistas ilustraban sus portadas con fotos a colores de Tiosca (allí reconocí yo una de las que había visto en mi vieja revista). Los diarios enumeraban sus premios y condecoraciones y yo, con gran deleite, iba descubriendo que muchos de ellos eran ya conocidos por mí y cuando se hablaba en rueda de amigos y en los cafés y restaurantes de su personalidad, yo podía con gran conocimiento y alarde de mi parte hablar sobre él y dar muchos de sus datos biográficos y también expresarme en términos que ninguno conocía tales como “pluscuamperfecto, latinización, eufonía, galicismo”, los cuales había visto y aprendido de memoria en mis fuentes de información sobre el ilustre compatriota.
       Puede ser cansado, pero es importante repetir que el país que había visto felizmente nacer a Tiosca se debatía terriblemente en una crisis económica —y se debate hasta la fecha—, pues la presente historia no influyó en nada sobre las condiciones sociales y económicas del país y creo que de volver a repetirse tampoco influiría. Y como flujo y reflujo de esta inmensa marea nacional, políticos y otras personas de oficios similares se dedicaban con empeño a atacar al gobierno, a las plutocracias y oligarquías reinantes y a meter al pueblo en sus revueltas armadas, introduciendo rifles viejos por la frontera y asilándose después en la primera embajada que tuviera la puerta abierta. A esta gente —digo los políticos— no les interesaba Tiosca y su gran historial de gramático eminente y ni aun con el premio Oxsen le hicieron caso. A pesar de eso, la gente comenzó a interesarse en él y haber ganado el premio Oxsen, tan famoso en nuestro medio, le valió la admiración de muchos, despertando a su alrededor una luminosa aureola, con un cono de sombra por dentro; ya que las personas hablan sobre el personaje sin querer explicarse por qué hablan. Se dice de sus gustos, afectos personales, modo de rasurarse el bigote, manera de andar, pero no se dice por qué es famosa la persona, quién y qué lo trajo a la fama.
       Y, seguramente, algunos de sus conocedores ignoraban qué son las lenguas sepultas o lenguas muertas. Y cuando esta aureola irradia también para el pueblo, que aunque padece hambre tiene sus grandes ataques de histeria colectiva, llega a formarse una verdadera masa dura y estrepitosa en la cual se mezclan ya datos biográficos con leyendas, oficios y artes desempeñados con otros nuevos inventados y en fin el hombre es famoso enteramente, en abstracto, porque lo que hace o hizo quedó atrás, recluido por innecesario. El genio adquiere para la gente una nueva personalidad vacía por dentro pero fantásticamente colocada por fuera. Es así que A. H. Tiosca llegó a ser para la gente de mi país lo que Carlos Gardel (al que nunca muchos escucharon cantar tangos), Lou Gehrig o Babe Ruth (a los que nadie vio pegar un batazo jamás) o Juan Manuel Fangio (quien nunca cruzó una autopista en este suelo).
       Y A. H. Tiosca llegó en término de quince días a ser uno de los nombres más conocidos y pasó ocho o nueve días en las primeras planas de los periódicos. La especialidad que yo había conseguido alrededor de su persona se fue debilitando poco a poco y hasta el viejo artículo de mi revista se reprodujo en un diario y muchas de las cosas que yo sabía fueron reveladas. Y aunque no acepto que entré en la marea terrible de delirio por su persona, participé con casi toda la gente de la común felicidad de ser un compatriota suyo y el imaginarme que en los periódicos extranjeros se publicaría el nombre de mi país en un tipo de letra bastante visible me llenaba de un meloso regocijo.
       No creo que la cosa hubiera pasado a más si el famoso gramático no hubiera reafirmado en una entrevista de prensa que fue publicada aquí, el invariable deseo de regresar a su país natal antes de partir hacia Phnom Penh en Cambodia, Indochina, a la IV Asamblea Internacional de Estudios sobre el Conjunto Esquemático del Insecto, a la cual asistiría en calidad de técnico en nominaciones, porque esta era una asamblea de biólogos y zoólogos. De modo que, casi increíblemente, la preocupación por la crisis política y económica se hizo a un lado y todo el mundo se dispuso a concurrir al Aeropuerto Internacional a recibir a A. H. Tiosca, héroe unos días antes anónimo, aunque toda su vida la había pasado estudiando.
       Satisfecho el Estado por el olvido que estaba surgiendo encima de sus grandes defectos y errores, dispuso camiones y autobuses para que toda la gente pudiera ir al aeropuerto y los edificios públicos comenzaron a ser embanderados. Periódicos y radiodifusoras no hablaban de otra cosa que de: “Tiosca, el primer ciudadano de la nación que ha obtenido el premio Oxsen, en triunfal regreso”.
       El trascendental acontecimiento se produjo una soleada tarde del mes de noviembre. El aeropuerto se encontraba lleno de gente que esperaba al gramático. Centenares de fotógrafos, periodistas y camarógrafos de todas partes del mundo tenían su andamio especial a unas doscientas varas de donde aterrizaría el avión. El Presidente de la República y sus ministros, viceministros, oficiales mayores, contadores, secretarios, auditores, directores, barrenderos y porteros estaban allí. También los industriales, grandes agricultores, monopolistas, líderes obreros y campesinos habían llegado. Los líderes políticos radicales de izquierda y derecha observaban desde lugares modestos, pero acusaban haber entrado en la euforia, a pesar de la poca importancia que concedieron inicialmente al asunto. Esto puedo decirlo sin temor a dudas ya que observé que R. Esteban, líder de mi partido, daba fuertes palmadas al hombro a ciertos desconocidos y sonreía cordialmente hacia todas direcciones. Es indudable que se encontraba bastante alegre y complacido por la llegada del gramático o quizá tan solo se encontraba con una hipertensión política.
       Por fin el avión aterrizó en la pista, se ejecutó nuestro Himno Nacional, se dispararon de veinte a veintiún cañonazos y la gente tuvo oportunidad de conocer en carne y hueso al ya famoso A. H. Tiosca. El hombre, aunque lo habíamos visto retratado en periódicos y revistas, me pareció, aunque no más humano, capaz de sudar y secarse la frente con su fino pañuelo. Agradecía la ovación del público con las manos en alto, moviéndolas suavemente hacia uno y otro lado y pudo besar en la mejilla a una niña que le entregó en nombre de su colegio un ramo de flores. Se movía con cuidado en medio de la multitud, como si todo lo que le rodeara fuera frágil, y se sobaba a veces su barba gris. La música ponía más ánimo en todos los espectadores y creo que hasta en el gramático mismo.
       Debo aclarar que, a esta altura, yo había perdido parte de mi afición por él al observar que todo ese delirio colectivo de la gente se debe a un resorte que opera en el subconsciente de la masa y funciona en estas ocasiones para activarlas a gritar y a interesarse en cosas ignoradas para ellos, y en realidad lo único que había hecho Tiosca para ser famoso era ganarse un premio conocido que nadie en este país se había ganado nunca y, además, para mucha gente no era famoso ni siquiera por eso sino porque se había apoderado del botón que oprime el resorte de la gente, en una bonita oportunidad. Él era famoso, digo yo, no por ser gramático sino por ser un hombre con mucha suerte al haberse colocado en medio del delirio de la gente. Era famoso porque los periódicos que lee todo el mundo y los radios que escucha todo el mundo decían que se había ganado el premio tal y que era grande por eso. Por lo demás, al pueblo con hambre le interesaban poco o nada los nuevos nombres de los monos y de los gallos y los congresos sobre insectos y las diferentes acepciones de la palabra “transmatización”. A Tiosca no podía odiársele porque en realidad no había hecho nada malo. Pero si él hubiera anunciado que era miembro de mi partido político, mis simpatías habrían aumentado, lo mismo mi desprecio contra su declaración como miembro del partido de Acción Democrática Nacional, al que yo no pertenezco. Pero él no era de ningún partido, sino un gramático que no necesita ser sincero ni apasionado, ni siquiera saber decir un discurso.
       Él era una figura para la gente, no para el pueblo. Se puede ser famoso para la gente por cualquier cosa, pero para ser famoso ante el pueblo, se necesita haber luchado por él y combatido con energía por sus conquistas, según rezan los estatutos de mi partido. Así que no es lo mismo gente y pueblo.
       Gente es una cosa que está con el resorte listo para ser disparado. Pueblo es otra cosa más romántica y elevada. Más pura, humana. Llena de una fuerza que duele cuando se desata y golpea con fuerza.
       ¡Y pensar que yo descubrí a Tiosca por primera vez cuando a nadie le interesaba e indagué subconscientemente sobre su persona!
       Ahora aparece en los periódicos a la vista, sin rebuscarlo. Un hombre con suerte lo llamaría yo. Un oportunista que oprimió el botón que activa el resorte del delirio de la gente. No del delirio del pueblo.
       Continuó por algunos días más el ruido alrededor de Tiosca. Pero las inundaciones al sur del país, un conato de revuelta en un cuartel militar (contra los cálculos de paz del gobierno) y la muerte desastrosa de un jugador de beisbol en un accidente aéreo relegaron a segundo plano al gramático, quien dejó de ser entrevistado por periódicos y noticiarios de radio. La gente se ocupó de asistir en masa al entierro del beisbolero, de estar al día con las noticias de la revuelta y de prestar ayuda con ropa vieja a los damnificados en las inundaciones. Volvieron los líderes políticos a sus protestas y muchos de ellos fueron a la cárcel porque también se suspendieron las garantías constitucionales. Ahora me pregunto yo de nuevo: ¿qué hacía un gramático en medio de este ambiente? Revueltas, inundaciones, prisiones, entierros de beisboleros, accidentes de tráfico. Pero he aquí que A. H. Tiosca se retiró a un pequeño hotel de montaña a obtener su descanso antes de viajar a Phnom Penh en Cambodia, Indochina. Allí se encontraba seguro de los tiros y de las explosiones de polvorines, seguramente dedicado a hacer acotaciones a los verdaderos orígenes de la palabra Homo Neanderthalensis, la que según él se encontraba en franca oposición al origen de su otra similar Heidelbergensis, lo que publicaría en un estudio acerca de los nombres usados en la era Cuaternaria, en el Pleistoceno.
       Pero un día, un corresponsal de una revista científico-literaria llegó al país y fue directamente a las montañas a entrevistar a Tiosca. Cientos de corresponsales de gacetas y revistas científicas, boletines y magazines llegaban a menudo con el interés de entrevistarlo. Pero la llegada de este señor aporta a la historia un matiz especial, ya que de él dependió el hecho singular que me animó a abandonar la redacción de mi discurso político, para escribirla. La entrevista fue publicada luego en todos los diarios y fue motivo para que se volviera a hacer mención principal de Tiosca en todos los círculos. Fue hasta entonces que mucha gente se enteró de que el distinguido compatriota se encontraba en un hotelito de montaña, a cuatrocientos kilómetros de la capital. La entrevista, en la parte que interesa, decía así:
       —¿Y cuáles son, señor Tiosca, sus planes actuales?
       —Actualmente, me dedico a escribir un informe para la Comisión de Taxonomía que se reunirá muy pronto en Bergenmasia, Borneo. También estoy preparando un estudio sobre la Era Cuaternaria, en el cual haré algunas consideraciones sobre las fuentes y raíces empleadas para designar los nombres de los animales de ese periodo. Después haré los trabajos que presentaré en Phnom Penh sobre el conjunto esquemático de los insectos.
       —¿Ninguna otra tarea especial?
       —Pues… sí. No quería yo anunciar esto aún, pero… como un homenaje a mi país, el que tan bien me ha recibido, voy a emprender aquí una de las tareas que ha llenado gran parte de las aspiraciones de mi vida… Voy a inventar LA PALABRA MÁS BELLA DEL IDIOMA
       Indudablemente, si yo me hubiera ido a la redacción de un diario a anunciar que haría tal cosa, me hubieran cobrado a diez centavos la palabra por publicarlo en los avisos clasificados. Pero al haberlo dicho Tiosca, dueño de una reputación tremenda en eso de palabras y oraciones, causó en círculos intelectuales y no intelectuales honda repercusión. Semejante tarea imponía la atención de todo el mundo, ya que dentro de nuestro territorio se produciría la creación de la más bella palabra del idioma, producto que sería de largas noches de estudio, miles de acotaciones, consultas de cientos de diccionarios, léxicos de otros idiomas, orígenes de lenguas, idiomas clásicos y sobre todo un silencio absoluto porque la llegada al mundo de la palabra más bella jamás conocida antes imponía ciertas condiciones, según declaraciones del “padre de la nueva bella palabra”, como acertó en llamarle un comentarista radial.
       El gobierno nacional fletó un avión expreso que trajo toda la fabulosa biblioteca de Tiosca, e inmediatamente fue trasladada a la montaña. Le fueron también llevadas ocho mecanógrafas, se le nombró un secretario de prensa y radio y se alquiló el hotelito de montaña, declarándose zona de silencio toda el área con guardias armados para impedir el paso. Se había montado en media montaña “el laboratorio de la palabra”. Cada semana la Secretaría de Prensa expedía un boletín:
       Nuestro ilustre filólogo hace extensos progresos en sus estudios y está pronto el día del alumbramiento de la nueva bella palabra que vendrá sin duda a prestar riqueza a nuestro idioma y…
       Y el público seguía pendiente. A diario los periódicos publicaban noticias sobre la nueva palabra. Se abrió en uno de ellos un “Buzón del público sobre la palabra”, en el cual la gente vertía sus criterios.
       “¿Creen Uds. que podrá ser más bella que Trilce de César Vallejo?”.
       “¿De qué tipo será? ¿Acaramelada, dulce, amarga, palabra triste o sordomuda?”.
       “¿Podré llamar con ese nombre a mi hija cuando nazca?”.
       “Pronto, la palabra. Necesito llamar así a mi nuevo restaurant”.
       Y otro, seguramente político de izquierda, preguntó:
       “¿Remediará el hambre del pueblo esta palabra? ¿Será acaso un nuevo modo de llamar al hambre y a la miseria, a la injusticia? El gobierno está gastando miles de pesos en la fabricación de esa tontería que en nada nos va a beneficiar, mientras tanto se olvida de abrir escuelas, construir hospitales…”.
       Pero había siempre una creciente ansiedad por la palabra. Los boletines cada semana informaban los progresos:

Según informes del Dr. Tiosca, esta palabra llevará los más bellos matices jamás logrados en la coordinación de sufijos y prefijos. Tendrá una raíz dulcísima para la pronunciación. Podrá repetirse por los niños sin dificultad y los ancianos también la aprenderán sin problemas. Informamos también que ha llegado un nuevo lote de diccionarios náhuatls, germanos y esquimales, los cuales servirán en mucho para el cometido que el artífice de nuestro idioma se propone.

      El gobierno atendió más gastos: el pedido al extranjero de una nueva lista de libros rarísimos, para buscar entre ellos piezas de la nueva palabra. Porque no se crea que sería nueva del todo, no, se basaría en antiguas raíces y en sonidos ya conocidos, pero no apreciados. Sería la resultante del viejo idioma, aunado en una sola palabra, o más bien la resultante de muchos idiomas consultados y desmenuzados todos por la prodigiosa mano del “Mago del verbo”, como le llamaron después.
       Pasaron varias semanas y la bendita palabra no nacía. Lluvia de cartas, telegramas y telefonemas caían sobre las redacciones de los diarios, preguntando por el gran día, pero los boletines del secretario de prensa de Tiosca se limitaban a decir: “El Congreso de Phnom Penh sobre Insectos fue aplazado porque Tiosca no podía asistir y sin él no era posible realizarlo”.
       A su laboratorio llegaban apurados radiogramas urgiendo su presencia en nuevos eventos internacionales:

DR. TIOSCA R. CONGRESO FLARHUS COSTA ORIENTAL JUTIANDA DINAMARCA ESPÉRALE STOP AVISE STOP GORMHO PRESIDENTE.

      Pero el secretario de Tiosca contestaba que este no podía asistir. Su ocupación era definitiva. Solo la palabra le preocupaba ahora.
       “Señor Tiosca: no podemos resolver el problema de si Alahahal quiere decir en realidad “cara de Dios” o “rostro de Dios”. Venga por favor, pasajes y gastos a su orden…”.
       Pero los mensajes eran contestados en forma negativa:
       “El señor Tiosca siente no poder atender su honrosa petición…”.
       Nadie podía mover a Tiosca de su laboratorio, pero la palabra no salía y la gente comenzaba a impacientarse. Es seguro que él permanecía allí, trabajando, pero el gobierno seguía gastando y nada, nada.
       Hasta que un domingo, como a las nueve de la mañana, hora en que me desperté, escuché el intermitente sonido de los flashes radiales, anunciando la transmisión de urgentes noticias, gritos en las calles, las sirenas de los autos sonando a coro con la del cuartel de bomberos, las campanas de las iglesias a vuelo y pasos apurados, voces, rumores crecientes. Me tiré de la cama directamente a mi radiorreceptor, a escuchar —de eso estaba seguro— la nueva gran palabra, saboreada como un caramelo en la boca de los locutores, pronunciada con un tono melifluo, presta a estirarse como una melcocha, volteada al revés, retornada al derecho, con fondos musicales, deletreada, hecha verso, dicha a coro. Tenía la ansiedad que solo siento cuando las noticias son enormes. Así, cuando se rumora que ha estallado una revuelta y se ven pasar camiones llenos de soldados, siento una explosión interna que me obliga a permanecer con los ojos bien abiertos y comentando el asunto con la demás gente. Es lo mismo. Que se invente una nueva palabra, que estalle una revolución, que ocurra un accidente aéreo. Siempre se experimenta ese profundo sentimiento compuesto de curiosidad, ansiedad, deseo de saber más cosas. Cuando logró calentarse mi radio, oí por fin la noticia:

    Repetimos, flash, repetimos: ¡atención! Algo ha sucedido en el laboratorio del Dr. Tiosca, en la montaña. Se trata seguramente de que la ansiada palabra ha sido descubierta y pronto se va a dar a luz. Aunque hemos tratado de comunicarnos con el secretario de prensa de Tiosca, nos ha sido imposible. Sin embargo, en fuentes fidedignas fuimos informados de que de la montaña se recibió un mensaje en la Presidencia de la República, en el cual se revelaban cosas de gran importancia. Hay explosión de júbilo en las calles, las campanas están repicando, suenan morteros, bombas, cohetes y triquitraques. Mantengan nuestra sintonía, que estamos haciendo esfuerzos por conseguir más noticias.
     Dentro de breves minutos informaremos cosas trascendentales, flash, atención, repetimos…


      ¡Vaya, no se conocía en definitiva la tal palabra! Pero se daría a conocer muy pronto y, con un temblor de ansiedad en el estómago, me senté junto a mi receptor a esperar, pasando todas las estaciones de radio, pero todas decían lo mismo, trataban de comunicarse con la Casa Presidencial y la montaña. Por la ventana podía apreciar a la gente, defendiéndose del sol pero tirada a la calle, en grandes filas en las aceras y los autos detenidos y sus conductores escuchando sus radios con las portezuelas abiertas. Pero transcurrió el mediodía, la tarde, y la palabra no fue anunciada. Obligadamente, la gente regresó a sus hogares, se terminó el ruido, pero todo mundo mantuvo encendidos sus receptores. Los flashes se repitieron durante todo el día y las extras de los periódicos salieron a la calle, pero todos decían lo mismo: la palabra estaba por escucharse y leerse.
       Hasta que fue de noche.
       Apagué mi radio y fui al cine. “Me enteraré después”, pensé. Pero dentro de la sala a oscuras no tuve paz. No quería que la palabra me sorprendiera adentro sin poder yo escucharla de primero. A media cinta, escuché afuera a los voceadores que venían corriendo por la calle, gritando la edición de la noche. Me salí con gran apuro del teatro y compré el periódico, desdoblándolo casi con violencia. Me sudaban las manos y creo que me dolía el estómago.

SE AGRAVA LA CRISIS EN LAOS

a ocho columnas

COOPERATIVAS INDUSTRIALES EN PROTESTA

a dos columnas.
       Y en un recuadro solitario, en la esquina inferior, a la izquierda:

BOLETÍN DE PRENSA

Es honda nuestra pena al informar que los notables experimentos que estaba realizando el distinguido y eminente filólogo, Dr. Humberto Tiosca, fueron suspendidos definitivamente debido a una repentina enfermedad suya, por lo que tuvo que ser internado de urgencia en un sanatorio de esta ciudad.

      Doblé el periódico y no volví ya al cine. Al llegar a mi casa, la radio tronaba otra vez con los inalámbricos y las noticias. Leían los boletines una y otra vez y solo eso hicieron. Por lo visto, el asunto estaba terminado y se pasaría a tomar como plato público otra cosa: quizá un nuevo crimen, un asalto, un estupro, una revuelta. Pero esa madrugada llegaron al aeropuerto los miembros del personal de Tiosca en la montaña y entonces fue que se supo todo y los periódicos lo dijeron al día siguiente.
       El Dr. Tiosca fue internado en un sanatorio mental. Según informaron algunos empleados que regresaron esta madrugada por la vía aérea, Tiosca perdió repentinamente la razón. Últimamente, se dedicaba a recortar letras de periódicos y a pegarlas en tal forma, de manera que salieran palabras y hasta frases. Luego llamó a su secretario de prensa para decirle: “Llame a los diarios, hemos dado en el clavo”. Y lo llevó a su laboratorio, en donde le enseñó un montón de páginas de diccionarios, arrugadas y rotas: “He allí la labor”, le dijo. “Se las serviremos a ellos cuando lleguen aquí, en finos platos de porcelana. Esta palabra mía no será la más bella, pero sí la más deliciosa. Ya verás, ya verás…”.
       Luego fue extrayendo de su saco unas pajaritas de papel que había recortado y quiso que tomaran vuelo. Como por supuesto no sucedía nada, se enfureció y gritó: “¡No les gusta mi palabra, estúpidas!”. Y, “¿quieren también un premio Oxsen?”. Exclamando finalmente: “Llame a Phnom Penh y dígales que voy para allá. Volaré en mis pajaritas de papel hasta Indochina. Voy a demostrarles que no se debe llamar coxa a la cadera de los insectos. Deuteronomio no es una comida, no es una bebida, deuteronomio es la tela con que me hice dos corbatas…”.
       Como ven, esta singular historia nada produjo para nuestra economía nacional, a excepción de lo que el gobierno gastó en libros y diccionarios. Tenemos hoy la misma injusticia social, el mismo desamparo. La gente se ha olvidado ya de Tiosca, que permanece en un sanatorio licuando letras, lo que según él dará “una deliciosa pasta para untarse con mermelada en el pan del desayuno…”.
       No tardará en implantarse el estado de sitio y con seguridad muchos de nosotros iremos a la cárcel por sospechosos de conspiración, porque el país se encuentra encendido y palpitante.
       Mientras tanto, espera mi discurso, el que tengo que pronunciar en un mitin de campesinos pertenecientes a mi partido de Acción Radical Popular.



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